Llevar un ritmo de vida ajetreado, la falta de sueño o tener muchas preocupaciones son algunas de las situaciones que nos llevan a padecer la sintomatología propia del estrés, entendido como «una respuesta de carácter fisiológico a condiciones, acontecimientos o desafíos que perturban el equilibrio emocional de una persona».
Según un reciente estudio de Cigna, se trata de una afección muy habitual en nuestro país. Los datos de su encuesta ‘360º Wellbeing Survey’ revelan que hasta el 77 por ciento de los españoles convive diariamente con el fantasma del estrés. Sin embargo, hacemos poco por evitarlo, y raros casos recurren a la ayuda profesional.
Existen muchos tópicos acerca del estrés. El más típico es el de pensar, por defecto, que es algo negativo, cuando no es así. El estrés es una respuesta de carácter fisiológico que emite el organismo ante la realidad del entorno. Es funcional, en el sentido de que nos ayuda a reaccionar a las demandas del ambiente. Así, si nos vemos perseguidos por un perro rabioso, nos conviene reaccionar con todo el estrés posible para secretar adrenalina y poder defendernos o escapar. Otras veces activaremos el estrés para cosas menos dramáticas, como el mantener un cierto grado de tensión en el trabajo que nos permita resolver rápidamente una situación o tomar decisiones.
El estrés saludable será aquel con el que respondamos a las necesidades reales de nuestro ambiente. Aunque lo que sucede, a la hora de la verdad, es que nuestro cuerpo -y también nuestra mente- no responden a la realidad objetiva de lo que pasa, sino a “la lectura que hacemos” sobre lo que verdaderamente está sucediendo. Por esa razón es importante aprender a gestionar el estrés cuando este se dispara sin sentido, o cuando nos vemos sometidos por un tiempo prolongado a condiciones que exigen una activación real por nuestra parte.
Pero si nos acogemos a la acepción popular del estrés, nos referiremos a un estado mental y físico por el que nos sentimos sobrepasados durante un largo espacio de tiempo, que se va acumulando en nosotros y generándonos malestar, falta de control sobre nuestra condición, e incluso síntomas físicos. En realidad sería ansiedad lo que tenemos, ya que esta contempla las diferentes respuestas de la persona y que, por otra parte, se retroalimentan entre ellas: la mental, la fisiológica y la motora (de actuación).
Detrás del estrés negativo existe siempre una falta de control por parte del individuo. Sostenida en el tiempo, esta percepción sobre nuestra capacidad de afrontar las situaciones se puede traducir en la somatización de síntomas físicos reales, como la caída del cabello, problemas en la piel, insomnio, dolor de cabeza o abatimiento general. Y en los casos más graves, puede llevar a una depresión. Por este motivo es importante aprender a detectarlo y a manejarlo para que no vaya a más.
Del sondeo realizado por Cigna se desprende que, pese a que la cifra española es alta (3 de cada 4 personas lo padecen), el 68 % de los encuestados afirma que se trata de una situación que mantiene bajo control. Por contra, solo el 9 % de los entrevistados reconocen sentirse al límite. Este porcentaje nos aleja significativamente del grado de estrés presentado en otros países europeos como Reino Unido, con un 18 % de la población con niveles de estrés inmanejables, Francia (18 %) o Alemania (17 %).
Sobre las fuentes de estrés español, para algo más de la mitad de los casos más graves y que reconocen padecer una preocupación o angustia incontrolable, el estudio señala el entorno laboral como principal foco de angustias y tensiones. Al contexto del trabajo le siguen las finanzas personales (24 %), la familia (14 %) o la salud (5 %) como principal fuente de preocupaciones. Detrás del estrés laboral los encuestados acusan una excesiva carga de tareas acompañado de largas jornadas, así como de la dificultad de conciliar la vida laboral y familiar o la incertidumbre por el puesto de trabajo. De ahí que el 29 % demande soluciones a su empresa para que trate el problema de raíz aportando herramientas para solucionarlo, como puedan ser cursos o talleres para aprender manejarlo.
En este contexto, tal y como muestra el estudio de Cigna, los españoles apuestan, sobre todo, por el deporte. Del total de encuestados que sufren de estrés, la actividad física es la vía más común para sobrellevar el ajetreo diario para un 47 %, seguido de hablar con la familia y amigos (45 %), dormir lo necesario (37 %), hablar con los compañeros de trabajo (29 %) o comprar (25 %).
Al margen del deporte, que efectivamente es una buena herramienta para desfogarse frente al estrés, existen otras vías para superar las malas rachas de estrés y ansiedad que, por otra parte, muchas veces van acompañadas de sentimientos depresivos. Algunas de ellas son tan sencillas y económicas como esta:
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