No está categorizado como un trastorno dentro de los manuales diagnósticos de la enfermedad mental, pero la adicción al teléfono móvil existe. Todos lo sabemos y lo peor es que los menores son algunos de los grandes afectados. Así, la estampa de nuestros hijos mirando el móvil cada vez que tienen ocasión de relajarse forma parte ya del paisaje doméstico de casi todos los hogares. ¿En qué se asemeja la adicción al móvil con cualquier otra adicción, como pueda ser el alcoholismo o el abuso de drogas?
Es verdad que no produce resaca, pero por lo demás, la adicción al móvil recuerda demasiado a las drogodependencias como para pasarla por alto. Así las cosas, a la hora de clasificarlo como un problema susceptible de tratamiento psicológico ni siquiera lo encontramos en el último Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales en su versión revisada en el año 2022 (DSM-V-TR).
Para darle cabida a este nuevo mal de los jóvenes tendríamos que incluirlo dentro de los trastornos adictivos no relacionados con sustancias. Esto es, dentro de las adicciones conductuales. Sin embargo, dentro del manual de la APA (Asociación Americana de Psiquiatría), la única adicción conductual reconocida es la relacionada con las apuestas: la ludopatía o el abuso del juego.
¿Significa esto que la adicción al móvil no deba considerarse un trastorno? Por supuesto que no. Desde la aparición de los smartphones y de otros dispositivos como las tablets, el uso abusivo de éstos ha venido acompañado de términos como la nomofobia (No Mobile Phone).
El temor generalizado a no disponer de móvil o a no poder utilizarlo por falta de red o cobertura ha devenido en comportamientos obsesivos en algunas personas, produciendo una gran interferencia con sus obligaciones y vida cotidiana.
Llegado el caso, los más enganchados, condicionarán cualquier actividad a poder hacer uso de su dispositivo, volviendo a casa a por ese móvil olvidado, a por el cargador, o moverán Roma con Santiago con tal de ir a parar a un sitio con Wifi o a una cafetería con un enchufe a mano en el que poder recargar el teléfono.
La molestia tanto para el usuario como para los que le rodean puede ser evidente cuando, por culpa del móvil, se llegue tarde al trabajo. O cuando se incurra en el phubbing, haciendo caso omiso de los que le rodean por estar pendiente del móvil. En cualquier caso, ¿es adecuado categorizarlo como una adicción?
“Hablar de adicción al móvil es controvertido; hay muchos profesionales que no lo reconocen como adicción y con razones de mucho peso. Es más un elemento por el que se canalizan otros problemas de índole psicológica y conductual que una adicción en sí misma”, explica el psicólogo Davie Cortejoso, especializado en el uso de las nuevas tecnologías desde el punto de vista psicológico, además de Secretario de la Junta de Gobierno en el Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León.
El experto hace notar una dependencia cada vez mayor, aunque señala que lo que ha de preocuparnos reside en el autocontrol. “Cada vez vemos más casos en los que hay una falta de control importante, tanto en adultos como en menores, a la hora de usar el móvil. En estos casos sí hay similitudes con las adicciones tradicionales a las sustancias, como la dependencia, la abstinencia (sensación de malestar cuando no tengo el móvil, o falta batería o cobertura), la tolerancia (cada vez lo uso más tiempo para estar satisfecho) y la interferencia con la vida diaria”.
La consecuencia del abuso del móvil se hace notar tanto en el rendimiento académico y laboral como en las relaciones personales y familiares, y en última instancia, en la necesidad de acudir a un psicólogo para solucionar este problema.
Los niños son especialmente vulnerables, ¿qué podemos hacer para que no “sucumban” ante la nomofobia o el uso excesivo de los dispositivos? “La mejor arma es la educación digital, compuesta tanto por la educación conductual como la tecnológica”, asegura Cortejoso. ¿Por dónde empezar en cada una de ellas?
Echando mano a la analogía de las drogodependencias, al igual que no tiene nada de malo beber de forma moderada y el tomar una copa de vino no se considera de alcohólicos, el móvil no debe considerarse “el enemigo”.
Lejos de eso, es una herramienta fundamental en nuestros días, y una prohibición radical resulta, por tanto, poco realista. Distinto será, como aconsejan los expertos, poner límites al uso, y decantarse entonces como padre tendente a la educación permisiva o restrictiva en las nuevas tecnologías.
Detectar anomalías en el uso del móvil por parte de nuestros hijos pasará por fijarse en su comportamiento y hacerse las siguientes preguntas:
Responder con un “sí” a las respuestas anteriores deberá ponernos sobre la pista para saber que al niño le pasa algo en relación con su móvil: puede ser que esté angustiado por ver lo que se publica sobre él, y tratarse de un asunto cyberbullyng, o ser un simple caso de adicción al smartphone.
De existir una adicción, una vez detectemos el problema en nuestro hijo será muy importante tratarlo. Las consecuencias de pasarlo por alto podrán pasar factura en su futuro, ya que el niño perderá el interés en su desarrollo académico personal y personal en otras áreas. Además de incidir negativamente en su vida y relaciones sociales y familiares, por supuesto.
Para tratar la adicción al móvil lo mejor será acudir a un profesional o centro especializado. Un sitio especialmente reconocido por ser el pionero en nuestro país en el tratamiento del abuso de las nuevas tecnologías es Desconect@. Nacido en Barcelona, actualmente también tiene sedes en Madrid y en Málaga con buenos programas de intervención y tratamiento de niños y adolescentes.
Desde esta entidad alertan de la adicción al móvil en niños a partir de estos principios:
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