Si algo les gusta a los niños son los dibujos animados. De no ponerles freno, podrían pasarse horas ensimismados frente a la tele o a cualquier pantalla que se preste. Además, ese rato que pasan viendo la tele es una suerte de win-win para toda la familia. Ellos no molestan y conceden a sus padres un poco de esa misma tranquilidad, amén de un tiempo precioso para hacer cosas que habitualmente no tienen tiempo de hacer por estar, precisamente, supervisando al niño. A continuación, te explicamos cuál es el papel de los dibujos en la vida infantil, cómo intervienen en su educación, y en qué medida debemos limitarlos con un control parental.
El comodín de los dibujos, bien gestionado, puede ser beneficioso para todos, sobre todo para ellos. Eso sí, deberemos atender a algunas variables como la edad del niño, el contenido de las historias, los personajes y, por supuesto, el tiempo de exposición. El psicólogo clínico y profesor universitario Giuseppe Iandolo, Doctor en Desarrollo Psicológico, Aprendizaje y Educación, nos da las claves para hacer de los dibujos unos buenos aliados de la educación. Repasamos, uno por uno, sus consideraciones y las recomendaciones más importantes basadas en la investigación para quedarnos con la cara amable y didáctica de los personajes más queridos por los niños.
La forma en que afectan los dibujos animados depende mucho de la edad del niño y de cómo entiende las historias.
Los dibujos animados serán apropiados para niños en la medida en que la trama de la historia se estructure sobre un tema que ellos puedan entender y asimilar. Será muy importante, además, que las conductas de sus personajes tengan un balance positivo y sean más positivas que negativas. Esto supone que la agresividad sea expresada, pero no traiga beneficios, y que los esfuerzos y las soluciones resalten por su valor adaptativo y resolutivo.
Respecto a los aspectos más chocantes de los dibujos, tampoco debemos preocuparnos mucho. Algo grotesco no necesariamente debe ser grosero. Por ejemplo, un pedo en un episodio del despistado Bob esponja no tiene nada a que ver con un pedo en el contexto de South Park. Crear esta distinción entre entretenimiento, mala educación y conductas inapropiadas ya será responsabilidad de los adultos, quienes tendremos que explicar las escenas grotescas a través de un adecuado control parental.
Aunque el tiempo de exposición afecta al modo en que los niños perciben a los personajes, los resultados de distintas investigaciones prefieren basar el discurso central no tanto en el tiempo de exposición recomendable sino en el contenido.
En un estudio clásico sobre el impacto de los medios en niños de 5-6 años se comprobó que, con 2 horas diarias de exposición, los niños tienden a identificar a los personajes de los dibujos animados como los miembros de su propia familia. Aumentar el tiempo de exposición a las 3 horas supone ir un paso más allá, y la investigación ha demostrado que ya se produce una alta identificación con los personajes, sus actitudes y actividades.
Respecto al tiempo, desde el punto de vista psicológico se considera adecuado para un niño un tiempo máximo de exposición a los dibujos de aproximadamente 20 minutos diarios. Esta medida es, por supuesto, indicativa, ya que la duración media de un dibujo animado puede oscilar entre los 10 y los 25 minutos. También hay que eximir de esta norma a películas familiares como Frozen y otras películas de Disney.
Al margen de lo puntual, abusar de los dibujos puede tener efectos negativos en la socialización y comunicación del niño, precipitando sentimientos de soledad, excesiva identificación con los personajes de los dibujos, menor rendimiento académico y logros educativos.
En el mundo infantil, y sobre todo a corto plazo, los personajes tienen una importancia mucho mayor que las historias. Por eso debemos fijarnos en ellos, sabiendo además que son un estímulo para despertar su empatía y generar algunas emociones, pero también dudas.
¿Qué sucede cuando alguno de los personajes tiene una psicopatología, desorden psicológico o, simplemente, problemas de conducta? Para asimilar lo que hacen estos personajes los niños necesitan ayuda, y los padres deberemos comentar si las conductas del personaje son extrañas, fraudulentas o ingenuas. Aún más importantes será compartir los efectos de las conductas de los personajes en los demás personajes de la historia, así como en el mismo espectador.
Ejemplos de personajes tan peculiares son el inseguro Charlie Brown o un agresivo y egoísta Homer Simpson. La ingenuidad de Charlie Brown el “adorable perdedor” da ternura. Sus atenciones hacia su perro Snoopy (que a menudo le ignora) o las explicaciones de sus amigos alimentan sentimientos de comprensión, ayuda y cariño. La superficialidad de Homer Simpson, su irresponsabilidad y egocentrismo estimulan en el espectador una ironía amarga, una sensación de peligro sin control. Visualizar distintas tipologías de personaje ayudarán también al niño a entender y normalizar la gran diversidad existente en la vida real. En todo caso, conviene comentar con ellos cualquier duda que les surja cuando se identifiquen con los personajes.
Los problemas, las dificultades y los duelos a menudo trágicos que aparecen en los dibujos animados no deben asustarnos en la medida que se puedan entender, solucionar o aceptar por ser parte del ciclo de la vida.
Por otra parte, experimentar y comprender las emociones asociadas a una pérdida o a un drama, contribuyen al desarrollo emocional y a la empatía del niño porque se solapan con los acontecimientos de la vida que a menudo los adultos tienden a esconder a los niños.
Aunque en este caso la perfección no existe, sí que hay algunas claves para ser dibujos apropiados y educativos para el niño. Así, un buen dibujo animado lo será si se solapa, sin excesos, con elementos de la vida cotidiana del espectador, y a la vez soluciona problemas y dificultades, estimulando con su trama el razonamiento y el aprendizaje de estrategias conductuales y emocionales. En definitiva, un buen dibujo animado permitirá al niño buscar el significado de la experiencia, así como ocurre en la vida real.
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