¿Cómo detecto que mi hija tiene anorexia o bulimia?

La anorexia se define de manera sencilla pero es una patología compleja tanto en su génesis como en su desarrollo, su diagnóstico y su tratamiento. 

Ana Villarrubia. 21/06/2018

En términos generales, los tres principales síntomas de la anorexia son la restricción de la ingesta de alimentos, el intenso miedo a engordar y la distorsión en la percepción del propio cuerpo. No importa lo delgada que la persona con anorexia pueda llegar a estar, incluso en casos de delgadez extrema (hablamos de casos ya muy graves por debajo de un Índice de Masa Corporal de 17, y de casos verdaderamente extremos cuando el IMC se acerca o cruza la frontera de 15) los síntomas persisten de manera rígida e implacable y la conciencia de enfermedad ofrece duras resistencias hasta en límites más insospechados.

Nuestra intención de hoy es poner el foco en la imprescindible prevención de la psicopatología, eso a la que normalmente dedicamos muchísimos menos recursos de los que deberíamos y que es la verdadera clave para lograr tener una vida saludable. Solemos cometer el error de centrarnos en el tratamiento -que por supuesto es fundamental- cuando en realidad es una buena labor de prevención la que, en el largo plazo, permitiría ahorrarnos mucho sufrimiento innecesario.

El riesgo de suicidio asociado también es elevado

En el caso de la anorexia, como en todos los Trastornos de la Conducta Alimentaria y en muchos otros problemas psicológicos también, el problema no aparece de manera abrupta. La mayor parte de las personas pasan por periodos de cambio progresivo en los que se producen las primeras alteraciones en sus patrones de ingesta de alimentos y en sus rutinas y preocupaciones cotidianas, hasta que los síntomas se recrudecen y se pierde la capacidad de control o desaparece la posibilidad de elección.

Por eso, y porque la anorexia suele desarrollarse sobre la adolescencia o el inicio de la edad adulta, es importante que sepas identificar cuáles son esos pequeños o grandes cambios ante los que pueda ser necesario actuar. Esas alarmas ante las que aún puedes reaccionar antes de que la gravedad de esta problemática dé la cara de una manera más crítica. Fíjate en todos los cambios de hábitos de tus hijos adolescentes que vayan en este sentido:

Fíjate en todos los cambios de hábitos de tus hijos adolescentes
  • Restricción total de algunos alimentos. Lo que le lleva a descartar por completo algunos alimentos que antes resultaban relativamente frecuentes en su dieta. No nos suele alarmar que se dejen de comer chuches o bollos, pues entendemos que no son saludables y por eso es algo que no solemos interpretar en negativo. Pero fíjate en otras cosas como el pan, el arroz, la pasta, pescados azules, legumbres, huevos… Productos cotidianos, perfectamente saludables pero más calóricos que otros a los que no se niega.
  • Cambios abruptos de carácter. Que normalmente coinciden, de alguna manera aunque parezca remota, con cualquier cosa que tenga que ver con la comida: enfados antes de la hora de comer, la perspectiva de una comida familiar… La ansiedad y la presión que le produce sentarse a comer en público empieza a desregular su estado de ánimo.
  • Aislamiento o pérdida de contacto con amigos. Porque rehúye de cualquier plan que contenga comidas o cenas. En una sociedad en la que el ritmo de la vida social viene marcado directa o indirectamente por las comidas (quedamos para el aperitivo, quedamos para comer o para cenar, celebramos los grandes y los pequeños acontecimientos con comida, nos agasajamos con regalos gastronómicos…) el entorno social es uno de los primeros que se debilita cuando lo que evitamos es exponernos a la perspectiva de tener que comer.
El aislamiento forma parte de la anorexia
  • Cambios en el estilo de vestir. ¿Por qué vestir holgadamente cuando lo que uno quiere es estar más delgado? Por la sencilla razón de que la delgadez que a los padres puede alarmar se disimula mejor con este tipo de ropa. Otras veces se produce el efecto paradójico de que la ropa holgada permite intuir una figura más esbelta o delgada, generando así más sospechas y a causa de ello puedes notar que lleva demasiadas capas para “rellenar su imagen”, incluso sin importar que haga calor… Además evita las mangas cortas o exponerse en bañador delante de ti.
  • Rehúye el contacto físico. No solo controla la exposición de su cuerpo, también el contacto contigo, rehúye situaciones en las que puedas acariciarle o darle un simple abrazo, ante la posibilidad de que puedas palpar un cuerpo excesivamente anguloso.
  • Fijación por contar kilos y por contar calorías. El control del peso se ha vuelto férreo y recurrente, es esclavo de la báscula (se pesa más de una vez por día, aunque lo hace especialmente por las mañanas) y tal esclavitud solo es comparable al tiempo exacerbado que dedica consultando la información nutricional de los envases de todo lo que compra en el supermercado o haya que comer en casa.
  • Extensas búsquedas en Internet. Que en un primer momento, cuando el chaval aún no se oculta en exceso, dejan huella en el historial de búsquedas de su navegador: pastillas para adelgazar, la manera más rápida de adelgazar… Tiene que preocuparte especialmente la minuciosa obsesión con la que empieza a analizar contenidos de este tipo en páginas denominadas pro-Ana (como así se denominan las personas que defienden la anorexia como una elección libre y como tal la pregonan y animan a otros adolescentes a que le sigan).
Los problemas de sueño y la dificultad para la concentración pueden ser síntomas de esta patología
  • Problemas de sueño y dificultad para la concentración. Porque está irritable, porque pasa hambre y está nervioso casi todo el tiempo, porque tiene una fijación obsesiva con el peso y el resto de elementos en su vida se tambalean… Se nota rápidamente en los estudios, puede parecer igual de aplicado y tratar de rendir al mismo nivel, incluso más, pero notas que lo hace con mucha ansiedad, le encuentras cansado casi todo el tiempo y debilitado física y emocionalmente.
  • Frecuentes o largas incursiones al baño. En las que lo de menos es el control de su peso después de cada comida o después de ir al baño, y lo de más es que empieces a escuchar ruidos inusuales que traten de ocultar los sonidos de un vómito inducido.
  • Mentiras y soledad. Porque al principio se siente feliz por estar consiguiendo adelgazar, pero a la vez es consciente de cómo se deteriora todo a su alrededor, y de que está entrando en una espiral que repruebas. Te lo tiene que ocultar. Te miente a ti para no cenar en casa, pero miente a los demás para no hacerlo con ellos. Le notas cada vez más esquivo y huidizo, no dice la verdad pero pasa cada vez más tiempo solo.
La principal responsabilidad es la prevención para evitar problemas realmente serios

En los tiempos que corren, y a la vez que la obesidad va camino de convertirse en una de las grandes pandemias del siglo XXI, la preocupación por el peso está globalmente generalizada, y es más prevalente en países económicamente desarrollados. La presión por la imagen es palpable en todos nuestros entornos cotidianos, y los estereotipos estéticos empujan hacia una malsana delgadez. De esto somos todos conscientes, y es por ello que la principal responsabilidad en la prevención frente al desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria recae sobre la familia.

Hablamos en términos clínicos de un diagnóstico grave cuya remisión pasa necesariamente por recibir una ayuda terapéutica intensiva y especializada, en la que se trabaja en la extinción de los síntomas a través de diversos frentes y abordando numerosas problemáticas relacionadas: comportamientos obsesivo-compulsivos, perfeccionismo disfuncional, depresión, baja autoestima, pensamiento rígido, malas relaciones familiares…

En caso contrario, las afecciones médicas que se derivan de este cuadro diagnóstico suponen una grave amenaza para el organismo y pueden acabar siendo incompatibles con la vida. El riesgo de suicidio asociado también es elevado y la prevalencia de la enfermedad es mucho más alta entre las mujeres que entre los hombres (la tasa aproximada en población clínica es de un hombre por cada diez mujeres).

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