Mes arriba, mes abajo, desde abril casi cualquier mujer se siente en la obligación de echar un vistazo a su propio cuerpo y de considerar muy seriamente el aplicarse una “operación bikini”. Es momento de dietas y de puesta a punto de unos cuerpos que no tardarán en descubrirse de ropa, a la par que de cubrirse de inseguridad. La tiranía social de la imagen hace mella muy especialmente en las niñas, las mayores vulnerables a la presión social sobre la apariencia física. La única manera de descubrir si tu hija sufre anorexia o tiene el riesgo de serlo es a través de la observación y la identificación de sus comportamientos y creencias entorno a la comida. Fíjate en ella para descubrir un trastorno de alimentación en ciernes antes de que sea demasiado tarde.
Si en algo son especialistas los adolescentes es en mirarse el ombligo y en estar pendientes de sí mismos y del efecto que generan en los demás. Y en esta búsqueda de aprobación social tratarán de gustar a los demás adecuándose a aquellos parámetros más aplaudidos socialmente por su grupo de iguales. Entre estos destaca la belleza y el estar delgado como objetivos fundamentales, a veces a cualquier precio.
Ser más el alto, el más guapo y el más popular es sin duda el deseo secreto de cualquier adolescente. Sin embargo, siendo la cima del éxito y del liderazgo difíciles de alcanzar, muchos niños simplemente lo que quieren es pasar desapercibidos y no ser diferentes. Quieren ser como los demás. Por ejemplo, los niños no quieren ser altos, sino que no quieren ser bajitos. En el caso de las niñas, sus preocupaciones giran entorno a no ser corpulentas. Es decir: quizá no anhelen ser modelos de talla 36, pero tampoco quieren ser gordas.
Dicho esto, ¿cuáles son las medidas para considerarse uno alto o delgado, bajo o gordo? La definición, lamentablemente, se encuentra en las manos de la publicidad, que dicta los cánones de lo que es y no deseable en términos de atractivo físico. La consecuencia, en todo caso, es una enorme presión sobre la imagen y el terror a padecer el conocido como body shaming, una forma de burla y tipo de acoso escolar que pone el foco en los supuestos defectos corporales que presenta una persona, sean o no reales.
Uno de los grandes temores de los padres de hoy es evitar los temidos trastornos de alimentación en sus hijos. Las formas más peligrosas son la anorexia nerviosa y la bulimia, aunque los trastornos puros son los menos frecuentes. Lo que más sucede es la presentación de un repertorio de conductas de alimentación disfuncionales, alternándose y combinándose comportamientos de uno y otro trastorno (restricción de alimentos, purgas, atracones o vigorexia, por ejemplo).
Afortunadamente, ni en todos los casos los comportamientos van a ser graves ni llegarán, la mayoría de las veces, a ser diagnosticados, porque se resolverán solos. Sin embargo, no por ello deben perder nuestra atención, por si pudieran ir a más.
Si tu hija está obsesionada o muestra cambios en relación con la comida, entonces debemos empezar a prestarle atención a su conducta alimentaria, como advierte la psicóloga Margarita Corominas Roso. Clínicamente hablando, no existe un perfil perfectamente definido del niño proclive a tener un trastorno de alimentación. Pero tal y como explica esta experta, sí es posible hablar de alguna predisposición de tipo biológico, de una tendencia al ánimo depresivo u obsesivo y, sobre todo, de factores de personalidad.
En este sentido, esta psicóloga señala a las niñas perfeccionistas y a las adolescentes muy autoexigentes con sus estudios como las más predispuestos a padecer algún trastorno grave de la alimentación. Es así porque «esta alta exigencia la llevan a todos los terrenos de la vida». De este modo, un entrenamiento temprano en el sacrificio por objetivos preparará a nuestra hija para llevar a cabo de forma posterior, por ejemplo, dietas estrictas o rutinas deportivas extenuantes. Todas estas variables, unidas a la baja autoestima o a la inseguridad, generan el mejor caldo de cultivo para enfermedades mentales graves como la anorexia.
Siendo cada caso único y sabiendo que los trastornos de manual son los menos frecuentes, y que abundan los casos mixtos sin llegar a una gravedad que haga temer por la vida de la niña, existen algunos signos típicos mostrados en las adolescentes con problemas psicológicos entorno a la alimentación. Estos 8 comportamientos te pondrán sobre aviso para detectar una anorexia real o potencial:
¿Cúando llevar a un niño al psicólogo? En relación a su conducta y actitud hacia la comida se deberá consultar con un especialista cuando algo le esté generando al niño malestar físico o anímico, o cuando interfiera con llevar una vida académica, familiar y social normal.
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