Todos los padres tenemos alguna historia que contar sobre los hábitos de sueño de nuestros hijos. ¿Quién no se identifica con lo del “vaso de agua” una noche sí y otra también? Acostar a los niños, sobre todo en verano, puede convertirse en un verdadero reto si no establecemos cierto orden. Algo que ahora resulta más difícil por la propia dinámica de las vacaciones.
Así y todo, durante la época estival no debemos flaquear en el propósito de conseguir que los niños se sigan acostando cuando deben. Toma nota de lo que puedes hacer para mejorar sus rutinas de sueño y conseguir que se vayan a la cama más fácilmente. Les harás un favor a ellos, pero también a toda la familia.
Lo sabemos: las vacaciones son momentos en los que estamos mucho más relajados y en los que tendemos a ser igualmente laxos en cuanto a nuestros hábitos más saludables. Al igual que comemos cosas que normalmente evitamos o podemos pasarnos un poco con el alcohol, tendemos a trasnochar y a “disfrutar de la vida” todo lo posible.
Por otra parte, lo hacemos con todo el derecho del mundo, ya que es muy importante desconectar física y mentalmente del trabajo cada cierto tiempo. Hasta ahí, bien. Sin embargo, esta alegría que nos pide el cuerpo suele ser incompatible con los niños pequeños. Tanto por sus necesidades como por sus demandas. Entre las primeras se encuentran una serie de rutinas que hay que respetar para que se sigan criando sanos, y una de ellas pasa por respetar unos buenos hábitos de sueño.
Para los niños, acostarse supone un ejercicio de separación de los padres, y esto no debemos olvidarlo. Por ello, y de forma casi instintiva, tratan de posponer ese momento todo lo que pueden. ¿Cómo lo consiguen? Pues a base de condiciones a las que normalmente accedemos los padres, en un vaivén de negociaciones que puede volverse infinito.
Entre estas condiciones suele estar algún tipo de actividad que al final se convierte en una costumbre inamovible, en cuanto la repetimos dos días seguidos. “Leemos el cuento y a la cama”, “vale, dejo la puerta entreabierta”, “venga, que te acerco a tus tres peluches y ya te duermes”, “un besito y te dejo tu bebedor ahí”…. Seguramente te suenan alguna de estas frases.
Estos hábitos en forma de rituales antes de acostarse son muy positivos en la medida en que ayudan al niño a aceptar la separación y a sentirse más tranquilo para irse a dormir. Además, son una manera de fomentar el vínculo paterno-filial a través de una actividad agradable que les gusta a ellos pero también a nosotros. No obstante, si no ponemos límites a sus demandas, estas irán a más. Es decir, el vaso de agua no será uno, sino dos. Y a lo mejor, su libro favorito, habrá que leerlo 5 ó 6 veces cada noche.
Irse a la cama no es una cuestión de que los padres puedan, por fin, descansar de sus hijos y tener un rato para ellos (que también). Lo más importante de acostar a los niños a su debido tiempo, también en verano, es que ellos tienen que dormir una serie de horas. Según la Asociación Española de Pediatría (AEPED), son las siguientes por edades:
Además de dormir un cierto número de horas, este sueño tiene que ser reparador para cumplir su papel en varios sentidos:
Por otro lado, un niño cansado es sinónimo de un niño nervioso. Estos nervios pronto se convertirán en llanto; llanto que, por su parte, conseguirá alterarnos a todos los demás, en un suma y sigue de problemas para toda la familia y que debemos tratar de evitar a toda costa.
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