De todos los sentimientos humanos, la envidia es seguramente de los que peor nos haga sentir. Como sensación, supone una vivencia compleja y desagradable, pero si algo caracteriza a la envidia es su carácter universal. Esto significa que es normal sentir envidia, en el sentido de que todos la padeceremos en algún momento de nuestra vida. Será importante, pues, gestionarla bien para que no afecte negativamente a nuestro autoconcepto ni a las relaciones con los demás.
A nadie le gusta sentir envidia y, de hecho, esta se suele vivir en silencio, porque es una emoción que normalmente no viene sola. Junto a ella, suelen aparecer la vergüenza y la culpa, que son otras de las emociones universales que forman parte de la experiencia humana.
En su forma más resumida, la envidia consiste en desear lo que tiene el otro, aunque esto no se refiere sólo a lo material. A menudo, lo que se envidia son las cualidades individuales ajenas: cómo es el otro en su personalidad, en su estética, o en su forma de respuesta ante muy diferentes situaciones. Todo está basado, lógicamente, en lo subjetivo, así como en la percepción que tengamos de lo que es valioso para cada uno nosotros.
Aunque coloquialmente se habla de una “envidia sana”, cuando se alude a esta, en realidad no se está sintiendo envidia, sino más bien admiración o deseo de correr la misma suerte. Por el contrario, cuando uno siente envidia de verdad, no lo dice.
Desde el psicoanálisis, por ejemplo, la envidia se entiende como el deseo de lo que tiene el otro, pero con la destrucción del otro. De ahí el malestar que nos produce cuando esta aparece: a nadie le gusta odiar ni se siente cómodo deseando el mal ajeno. Sin embargo, cuando surge la envidia, parece que no se puede evitar. Esta emoción involuntaria se suele vivir como un sentimiento intrusivo del que desearíamos prescindir.
Sabemos que la envidia es una emoción universal, pero ¿por qué surge? Aunque parezca difícil de justificar, la envidia puede tener un cierto componente evolutivo y de adaptación social. Recordemos que las emociones son, al fin y al cabo, respuestas psicológicas y fisiológicas a diferentes estímulos internos o externos. Son esenciales para la supervivencia, en el sentido de permitirnos reaccionar ante las diversas situaciones, y favoreciendo la comunicación con los demás. Y aunque la envidia no es imprescindible para nuestra conservación, desde las teorías evolucionistas e incluso desde la psicología social se podría explicar su aparición.
-Una de las razones se derivaría de la teoría de la comparación social que todos tendemos a hacer. Según esta teoría, elaborada por el sociólogo León Festinger, cada uno de nosotros evalúa su valía y capacidad comparándose con los demás. Y cuando uno no sale bien parado de la comparación es cuando puede surgir envidia.
-Otro motivo que podría justificar evolutivamente la aparición de la envidia es la competencia por los recursos. En este sentido, esta sería un mecanismo o incentivo para rivalizar con los demás a la hora de conseguir medios para sobrevivir, y de este modo transmitir los genes.
–La falta de autoestima y un pobre concepto de uno mismo son otra de las razones que pueden explicar la aparición de envidia. En este caso, nuestra sensación de valía estaría condicionada por el fantasma de las expectativas que creemos generar en los demás. Nuevamente, estas ideas están basadas en la lectura que hagamos de nuestra realidad, pudiendo estar distorsionada. Aun así, envidiaremos a los que, a nuestros ojos, sean más exitosos que nosotros.
-El motivo de logro es una de las motivaciones humanas más elaboradas, ya que no se presenta en todas las personas, sino en aquellas más dispuestas a llegar a lo más alto (en su profesión, en lo económico, etc). Cuando esta motivación se convierte en ambición desorbitada, también podría llegar a generar envidias.
Cuando sentimos envidia, las consecuencias de esta no son inocuas, sino negativas. Entre sus principales efectos secundarios habrá que destacar los emocionales: obsesión, sensación de inferioridad, resentimiento, frustración, amargura o inseguridad, por poner unos ejemplos. Físicamente, la envidia también nos podría pasar factura en forma de ansiedad mental y estrés fisiológico, el cual podría manifestarse somáticamente en forma de síntoma, como pueda a través de problemas digestivos, dolores de cabeza o incluso del insomnio. Por ello, es tan importante saberla gestionar.
El primer paso para resolver el malestar de esta emoción no deseada es saber identificarla y perdonarse a uno mismo por sentirla, sabiendo que es universal. A continuación, habrá que reflexionar sobre las causas y agentes desencadenantes de esta, haciéndose algunas preguntas y contestándolas a nivel privado y con la mayor honestidad. Por ejemplo:
Otra de las opciones para superar la envidia con éxito, si no funciona lo anterior trabajando solo, es recibir ayuda por parte de un psicólogo. Su aceptación incondicional y su terapia nos hará destacar lo mejor de nosotros y utilizarlo para mejorar la autoestima, de forma que no necesitemos fijarnos en los demás ni compararnos con nadie.
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