Más allá del bullying típico del que oímos hablar todos los días, basado en el abuso manifiesto, existen algunos lazos sociales que les hacen poco bien a los niños. Nos referimos a las relaciones tóxicas infantiles, esas que parecen inocentes, pero que en realidad no lo son. Toma nota de lo puedes hacer para identificarlas y frenar sus efectos más perniciosos en este nuevo curso.
Con la vuelta al cole, en los niños más pequeños nuestra atención se centra cómo se van a adaptar al hecho de separarse de nosotros y a sus nuevas rutinas. De los más mayores nos importa el cómo les irá académicamente hablando en el nuevo curso. Pero si algo debiera preocuparnos, independientemente de su edad, es el universo social de nuestros hijos.
El reencuentro con ciertos amigos en el colegio, cuando estos ejercen una excesiva o mala influencia, o incluso la aparición de niños nuevos influyentes en la clase puede ocasionar toda una debacle en su autoestima y felicidad, afectando a todas las áreas de su vida. También la familiar.
En este sentido, son muchas las preguntas que nos solemos hacer los padres:
Plantearse estas cuestiones es normal, e incluso es necesario que seamos observadores activos de lo que les sucede en el colegio a nivel de amigos. Al fin y al cabo, las relaciones sociales son fundamentales en la infancia, por suponer la identificación con un grupo de pertenencia. Esto es tan importante que, en realidad, tiene que ver con la supervivencia y es un instinto que viene con nosotros al nacer.
Gracias a este sentimiento de aceptación dentro de su grupo de amigos, los niños podrán desarrollarse felices y con sensación de seguridad en la vida. Por todo ello, ante la sospecha de problemas sociales, los padres tendremos que recabar más información, tanto a través del niño, como ayudándonos de las reuniones con el profesor.
“No querer ver” que algo no va bien con sus amiguitos es lo más cómodo para los padres. Sin embargo, mirar hacia otro lado no significa que los problemas de tu hijo vayan a desaparecer. Muy al contrario, va a necesitar tu ayuda para darse cuenta de lo que pasa y ponerle remedio.
Todos hemos oído hablar de las relaciones tóxicas entre adultos, aunque poco se habla de este tipo de relación cuando se trata de niños. Sin embargo, las relaciones tóxicas infantiles existen y tienen un gran impacto en el niño, en el sentido de afectarlo negativamente a nivel de su desarrollo emocional, psicológico y, por supuesto, social.
Las relaciones tóxicas infantiles se refieren, por definición, a aquellas dinámicas poco saludables que se establecen entre ellos, basadas en la manipulación de un niño sobre otro.
Identificar estas dinámicas de dependencia y toxicidad tan perniciosas no siempre es fácil. Por ello, ha de ser un trabajo conjunto entre el colegio y el hogar. Afortunadamente, existen algunas señales para ponernos sobre aviso de que algo está pasándole al niño. En general, son parecidas a las observadas cuando el niño sufre bullying, hecho que demuestra la importancia de detectar estas peligrosas amistades. La primera señal será la de observar si existe algún cambio en el comportamiento del niño, sobre todo en relación con las interacciones con su “mejor amigo” tóxico: cuando trata con él, ¿se pone irritado, triste o ansioso?
Los cambios pueden, asimismo, ir en la dirección de generarle un aislamiento social observable y por el que comience a evitar la interacción con otros niños como consecuencia de las exigencias de su amigo dominante. Con el tiempo, la dependencia de un solo niño le hará sentirse solo o excluido de los demás cuando no esté con ese amigo en concreto. Esta extrema dependencia podrá llevarlo también a una angustia de separación por la que se sienta excesivamente estresado si, por ejemplo, no está ese niño porque no ha ido ese día al colegio.
Otro de los signos de toxicidad se manifiesta en la autoestima del niño dominado, que será cada vez menor a causa de los castigos recibidos en forma de reprobación y humillaciones. Por más que estas sean sutiles, repetidas en el tiempo, se normaliza una forma de comunicación agresiva, en forma de comentarios negativos cada vez que el niño muestra cierta asertividad. Esto le hará caer en una duda permanente sobre sí mismo que se traducirá en el miedo a expresar su propia opinión y su criterio en el futuro.
Cabe preguntarse qué podemos hacer, o si podemos hacer algo, cuando nuestro hijo está obsesionado con otro niño. Por suerte, le podremos ayudar, siempre que identifiquemos el problema, supervisando las dinámicas que mantiene con sus amistades más cercanas. Para que nos escuche, ayudará el mantener una comunicación fluida basada en la confianza y la aceptación.
Dentro de este esquema, le podremos enseñar a nuestro hijo dónde están los límites saludables de las relaciones, dándole ejemplos, e invitándole a abrir sus opciones con otros niños para no llegue a verse limitado ni sometido. Obligarlo o prohibirlo a que vea a “su amigo del alma” no va a funcionar, por lo que si la cosa va a peor, lo mejor es intervenir con la ayuda profesional de un psicólogo clínico infantil.
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