El secreto de las relaciones amorosas, felices y que perduran está en la comunicación. Dicho así, parece que no hemos desvelado nada. Sin embargo, esta idea se corresponde con toda una teoría psicológica elaborada por Gary Chapman, un pastor y consejero matrimonial estadounidense, autor del libro superventas Los cinco lenguajes del amor. En él enlaza las necesidades personales y emocionales de cada uno con la forma de comunicarse con su pareja. Descubre si hablas el mismo idioma de tu pareja y si vuestro lenguaje del amor está en sintonía o si, por el contrario, debéis hacer algo por mejorar.
Los cinco lenguajes del amor se publicó en el año 1992 y fue todo un éxito, al aportar respuestas que daban bastante sentido al problema de las parejas después del matrimonio. La primera de ellas es por qué se desgasta el amor, si cuando nos casamos estamos tan enamorados. La segunda podría ser el por qué le echamos siempre la culpa al otro cuando aparecen los problemas y cuando la relación fracasa. Ambas respuestas están en la forma en que nos comunicamos, aunque también intervienen las expectativas.
Todos buscamos el amor, y esta es una cuestión que parte de lo biológico y lo social. En este sentido, precisamos de unas cuotas de amor y afecto mínimas en nuestra vida para sentir que merece la pena vivirla. Esta necesidad ya se manifiesta en el recién nacido, al que no le bastan los cuidados básicos de higiene, sino que necesita el cariño en forma de contacto físico e interacción con el adulto para sobrevivir.
A medida que crecemos, seguimos necesitando el amor de los demás que, en función del momento vital, a veces será una cuestión más de aprobación social que romántica, como sucede en el caso de niños. Pero más allá de lo biológico está lo cultural, algo que también afecta poderosamente al amor. Sobre todo, a lo que esperamos de este.
Vivimos en una sociedad regida por la fantasía del amor romántico, seguramente el más intenso y placentero. Este amor se corresponde con un amor obsesivo, en el sentido de estar distorsionado. Esta obsesión nos llevará a querer estar con la otra persona en cada momento, culminando casi siempre estos encuentros en sexo placentero, el cual refuerza la idea de que todo es maravilloso en el romance.
Esta fantasía del amor romántico está muy patente desde que tenemos uso de razón, ya que desde temprana edad todos recibimos mensajes en esta línea a través de la música, el cine o las series. Además de ser testigos, por supuesto, de la apasionante vida amorosa de las celebridades.
Verlo en los demás nos llevará a buscarlo nosotros mismos a la hora de encontrar pareja, y a no conformarnos hasta encontrar ese romanticismo auténtico de las películas y que legítimamente merecemos. Lo que sucede es que el amor, como las relaciones, se transforma. También el amor romántico cambia y evoluciona, convirtiéndose en un tipo de amor más compañero y, sin duda, menos emocionante que al principio.
Superada la euforia inicial de las parejas, estas deben ir superando los obstáculos de la rutina y de las nuevas exigencias que van apareciendo en el devenir de la vida: gastos, obligaciones, hijos… Y no son pocas las que no llegarán a superarlos porque no son capaces de mantener el amor entre ellos. O, según la teoría de Chapman, porque dejan de hablar el mismo idioma del amor, llevándolos esto al fracaso. Según sus propias palabras, “las personas tendemos a criticar más a nuestro cónyuge en el mismo aspecto donde nosotros tenemos la necesidad emocional más profunda”.
De acuerdo con la teoría de Gary Chapman, cada persona tiene una manera preferida de recibir y expresar el amor, que llamaremos primaria. Esto nos lleva a preguntarnos qué idioma hablamos cada uno de nosotros, y la respuesta está en nuestra infancia.
Como testigos, típicamente aprenderemos a comunicarnos en el lenguaje de nuestros padres. Este estilo constituirá nuestra expresión afectiva más habitual, o nuestra lengua primaria en términos de amor. Sin embargo, entender los diferentes lenguajes podrá mejorar significativamente las relaciones interpersonales.
Adicionalmente, podremos adquirir otra forma favorita de comunicarnos con nuestra pareja, aunque esta será secundaria. La buena noticia es que el lenguaje del amor se puede aprender a interpretar e incluso hacerse el esfuerzo de cambiarlo con el fin de mejorar la relación.
Las personas que prefieren este lenguaje valoran las expresiones verbales de afecto, los cumplidos y las palabras de aprecio y agradecimiento. Frases como: «Te quiero», «Eres increíble en lo que haces» o «Gracias por hacer la cena» son muy significativas para ellos. No se trata de usar los elogios para manipular a la pareja, sino de usar las palabras para ratificar la valía del otro y para amplificar lo positivo de la relación.
Para quienes tienen este lenguaje, pasar tiempo juntos es esencial. Pero más allá de estar sentados juntos en el sillón, esta forma de amor busca la atención plena a la hora de compartir actividades. Esto se puede conseguir, por ejemplo, manteniendo conversaciones significativas y pasando momentos sin dejar que nos interrumpa nadie. Gestos como cogerse de la mano o escuchar al otro mirándole a los ojos generará las emociones positivas necesarias para aquellos que hablan este lenguaje de forma primaria.
Este lenguaje se centra en el acto de dar y recibir regalos, y es el más material de todos. Aunque no necesariamente tienen que ser costosos, sino que deben ser significativos y mostrar que la persona estaba pensando en el otro.
En este sentido, los regalos son un símbolo visual del pensamiento. Como lenguaje, es seguramente el más fácil de complacer, ya que basta con prestar atención a las cosas que ha dicho el otro que quiere, y regalárselas.
Las personas que hablan este lenguaje valoran las acciones que les facilitan las cosas, a todos los niveles. Sobre todo a nivel doméstico. Ejemplos de actos de servicio pueden incluir tareas como cocinar, limpiar, cuidar a los niños o cualquier otra actividad que haga la vida del otro más fácil. Todas estas acciones son una expresión de amor, ya que implican esfuerzo y sacrificio a favor de la pareja.
El quinto lenguaje del amor incluye el afecto físico como los abrazos, los besos, y cualquier otro tipo de contacto que exprese amor y cariño. Tomar en cuenta las necesidades físicas de tu pareja será muy importante para tenerla contenta en estos casos. Aunque el componente sexual importa, lógicamente, el afecto físico no se supedita a este, sino que se puede manifestar con cosas más sencillas como coger la mano o abrazar al otro a menudo.
Cada persona se encuentra especialmente cómoda hablando su lenguaje primario del amor. De acuerdo con esto, conectaremos mucho mejor con aquellos que se comunican igual que nosotros. Por el contrario, surgirán barreras entre las personas que hablan un diferente idioma al nuestro. Por recurrir a una comparación, si uno habla español y otro francés, no será incompatible ser pareja, aunque sí será fundamental comprender el idioma del otro y ser capaz de expresarse en él para llegar a un entendimiento mutuo.
Lo importante es saber que la identificación y el uso de los lenguajes del amor puede tener un impacto significativo en la forma en que comprendemos y mejoramos nuestras relaciones personales. Sobre todo las de pareja, aunque esta teoría también se aplica en nuestras relaciones más importantes, como pueda ser con los hijos y en un ámbito familiar más amplio.
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