Recién arrancada la primera etapa de las vacaciones de verano, son muchos los niños que se irán de campamento esta semana. Ya sean urbanos, de deportes, o en tiendas de campaña a lo Boy Scoutts, los beneficios de apuntarlos son bien conocidos. Estos incluyen el adquirir autonomía, conocer gente nueva y hacer amigos. Aunque en entre estos “amigos”, por desgracia siempre aparecerán algunos no deseados. Se trata de los piojos, cuya infestación se conoce como pediculosis, y podría describirse como el lado oscuro de los campamentos de verano. Más allá del picor, los piojos pueden afectar al niño psicológicamente y en lo social.
El nombre científico de la afección por piojos es la Pediculosis y su protagonista, el Pediculus humanus capitis. Se trata de insecto de 2 a 4 mm de largo, y que genera intenso picor en la cabeza de la que es huésped como consecuencia de su saliva, altamente alérgena, y que desprende al succionar la sangre con la que se alimenta. El contagio de piojos es por contacto directo de cabezas. Y por ello es tan habitual en niños, que se acercan mucho unos a otros y pasan mucho tiempo juntos.
Aunque no tienen alas y no vuelan, se desplazan fácil y rápidamente de un pelo a otro si está seco. Según el Portal de Salud de la Comunidad de Madrid, los diferentes estudios indican que entre el 4,9 % y el 14 % de la población escolar tendrá piojos. Sus principales víctimas son niños entre cinco y once años, aunque el contagio a los adultos del entorno es más que probable.
Aunque algunos estudios y observaciones anecdóticas sugieren una mayor incidencia de pediculosis en verano, lo cierto es que hay piojos durante todo el año. Sí que es verdad que el calor y la humedad estivales pueden acelerar el ciclo de vida de los piojos, aumentando así su capacidad para reproducirse y propagarse. Sin embargo, el hecho de que haya mucha pediculosis en verano, y concretamente en los campamentos, obedece más a una combinación de factores que al clima cálido.
En el caso de los campamentos, estos alojamientos estivales favorecen, en sí mismos, la propagación de los parásitos. Y lo hacen fundamentalmente a través de una convivencia intensa entre los niños, que se manifiesta en el juego. También a la hora de dormir y de compartir momentos y objetos de su higiene diaria. La duración de los campamentos, por otra parte, que habitualmente se extiende a varias semanas, hace posible que una infestación inicial pueda propagarse a muchos niños si no se detecta y trata a tiempo.
Donde hay niños, hay piojos. Estos no distinguen entre estratos sociales, o económicos. Sin embargo, culturalmente, el tener piojos está vinculado a connotaciones muy peyorativas en las que se presupone falta de higiene. Y aunque tener piojos no es sinónimo de suciedad (de hecho los piojos prefieren el pelo limpio), existe evidencia de que la pediculosis aumenta el riesgo de que el niño sea señalado por los demás. Ejemplo de ello está en llamar a alguien “piojoso”, considerado esto un insulto en toda regla.
Si se da acoso escolar en el campamento por piojos, este típicamente comenzará con episodios de marginación o aislamiento una vez se destapa el hecho y se hace público. En casos graves de hostigamiento, el retraimiento como mecanismo de huida del niño infestado podría ir seguido de actos de hostilidad y agresiones, habitualmente verbales.
La experiencia de tener piojos y ser señalado y ridiculizado por ello puede hacer que los niños se sientan más vulnerables y menos capaces de defenderse. Esto puede convertirlos en blancos fáciles para padecer algún tipo de acoso escolar, afectando directamente a su autoestima.
Para resolver el problema de los piojos en el contexto del verano es necesaria la implicación adulta, generándose protocolos de prevención, detección e intervención sobre la pediculosis. Si bien el abordaje de la afección es fundamentalmente farmacológico, desde los campamentos se hace necesario el mantener una política informativa a los padres, así como preventiva. El fin es captar los brotes e impedir su esparcimiento. Igualmente importante será terminar con el estigma asociado a la pediculosis transmitiendo un mensaje claro a padres en los que se favorezca la detección y la denuncia pública para evitar nuevos contagios.
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