Por qué es fundamental irse de vacaciones a pesar del virus
Este año es más difícil que nunca pensar en vacaciones pero no es imposible. De hecho, ni es imposible ni debe serlo.
Qué difícil es este año hablar de vacaciones, ¿verdad?. Porque las afrontamos de la manera más diferente e inusitada. Algunos, los que no han parado de trabajar, lo han hecho a destajo, y se encuentran con una necesidad imperiosa de vacaciones que coexiste con el miedo al virus. Otros, la mayoría, han trabajado menos, han ingresado menos, están en ERTE o incluso se han ido al paro. Ellos también necesitan vacaciones, pero el aspecto económico es un freno. Por supuesto, también conviven con el miedo al contagio y, encima de todo, debido a tantas variables desestabilizadoras, algunos se sienten hasta culpables por irse de vacaciones.
En este complejo contexto, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos todos en casa para ahorrar? ¿Renunciamos al verdadero descanso para seguir trabajando por si la economía se paraliza de nuevo? ¿Nos refugiamos en el mismo lugar en el que ya hemos estado confinados? No. Ninguna de estas alternativas debería ser una opción que contemplar.
No ir de vacaciones no es una opción
Las consecuencias de no salir de vacaciones por el virus pueden salirnos caras en el medio y largo plazo. No cambiar de escenario y no alterar la rutina puede parecer una solución para el bolsillo, pero no lo será para nuestra salud mental.
- Cansancio acumulado. En un primer momento puede que no nos demos cuenta, pero en unos pocos meses empezaremos a notar los estragos del cansancio físico. Por no hablar de lo mal que habremos llevado el calor.
- Agotamiento psicológico. Con bastante rapidez ese cansancio físico se convertirá en agotamiento mental. Nos hará mella el estrés en lo laboral (y, por qué no decirlo, también en el ámbito familiar). Nos sentiremos desbordados e incapaces de llegar a todo.
- Autoestima resentida y pérdida de sentido. Empezaremos a sentirnos desmotivados y apáticos. Pensaremos que no estamos satisfechos con nuestras vidas porque, al echar la vista atrás, no le encontraremos demasiado sentido a tanto sacrificio.
- Burnout u otros problemas de ansiedad. Es decir, estaremos en la antesala de un cuadro ansioso o del famoso síndrome del trabajador quemado. En él, la desmotivación y el hartazgo más absolutos nos llevan a perder la perspectiva.
- Riesgo de depresión. Porque privarse de vacaciones es privarse de descanso, pero no solo. También supone privarse reforzadores, de actividades sociales, de experiencias atractivas y de estímulos gratificantes.
No es una exageración, lo que pasa es que es un proceso largo de deterioro, y hemos de ser conscientes del momento en el que ese proceso se inicia. En parte ese proceso empieza ahora. En función de cómo decidamos pasar el verano y las vacaciones a pesar del virus. Y todo ello sin certezas de qué va a suceder en otoño y en invierno, sin saber si el contexto va a mejorar en un plazo aproximado de un año.
Vacaciones en tiempos de virus
Por todo eso, y siendo realistas y conscientes de las dificultades que nos asaltan, lo que sí podemos hacer es ajustar las vacaciones a los tiempos que corren. ¿Cómo?
- Eligiendo destinos cercanos y asequibles. Mejor estar cerca pero, al menos, cambiar de aires y descubrir nuevos paisajes o acumular nuevas experiencias.
- No renunciando a las precauciones necesarias. Ha sido un año muy duro y sentimos que nos lo merecemos todo, pero si todos pensamos igual, mal vamos… Mejor es hacer hoy unas pocas renuncias que condenarnos a un confinamiento y tener que renunciar a todo.
- Mirando bien las políticas de cancelación. Para no malgastar el dinero, mejor ser cautos, leer la letra pequeña y elegir bien. La impulsividad puede jugarnos una mala pasada.
- Acortando los tiempos de nuestros viajes. Que este año no te puedas ir dos semanas a recorrer el mundo, porque no lo aguanta ni el bolsillo ni el miedo a una cuarentena, no significa que no puedas hacer una pequeña escapada que disfrutes al máximo
- Redescubriendo tu entorno. Parece claro que, a menos que seas un suertudo o tengas una segunda residencia, parte de ese tiempo de vacaciones lo pasarás en casa. Haz que sean unas verdaderas vacaciones, reinterpreta el escenario que te rodea y descubre todo lo que puedes hacer en tu misma ciudad.