Cada vez es más frecuente ir al psicólogo o pensar en acudir a él cuando no nos sentimos bien anímicamente. Pero no sólo entonces: también podemos y debemos ir cuando no sabemos gestionar determinadas situaciones que nos desbordan. Ya nos incumban a nosotros mismos o a nuestros seres queridos, en particular a nuestros hijos, las razones para ir al psicólogo pueden abarcar cualquier aspecto de nuestra vida, ya sea personal, profesional, familiar o social. Una de las fórmulas psicológicas más populares es la terapia cognitivo conductual. A continuación te explicamos en qué consiste y por qué sirve como base para tratar prácticamente cualquier trastorno.
Lo que ha quedado claro desde hace tiempo es que ir al psicólogo no es sinónimo de ir al “loquero”. Su figura ya está desvinculada de toda connotación negativa. De hecho, en países como Estados Unidos, hace algunos años ir al psicoanalista era considerado casi como un capricho de ricos que se lo podían permitir, lo necesitaran o no realmente. Como el que tenía un entrenador personal o un masajista. Superados estos mitos de antaño y huyendo de las frivolidades más caprichosas, el psicólogo se considera un recurso más vinculado a la buena salud, en este caso, mental.
Una vez lo tenemos claro (necesitamos un psicólogo, nosotros o un familiar), a uno le viene una duda perfectamente razonable: ¿a qué psicólogo debo acudir? En estos casos, lo habitual es atender a las recomendaciones de amigos y conocidos, aplicando el conocido boca-oreja. Esto suele funcionar, aunque en ciertos casos, dada la gravedad o complejidad del problema, conviene acudir a psicólogos especializados en ese área concreta. Ejemplo de estas especialidades serían:
Existen muchos tipos de tratamientos psicológicos y casi todos funcionan de alguna manera y antes o después. Esta disparidad responde a las diferentes vertientes de la psicología, fruto de las diferentes escuelas surgidas a lo largo de los años y desde que la psicología se considera una ciencia. Entre las distintas corrientes psicológicas cambian los supuestos tanto del origen del síntoma como de la forma de tratarlo.
Las terapias que consideran que los problemas se encuentran en el inconsciente son de corte psicodinámico o psicoanalítico, mientras que otras, como las conductuales, son totalmente contrarias. Explican todo en función del entorno y de las consecuencias de nuestros actos en términos de recompensas y castigos. Por su parte, terapias como la Gestalt dan gran importancia a la variable de la percepción. Las humanistas se centran en aspectos más filosóficos y existenciales del ser humano, atendiendo a sus necesidades más subjetivas.
Entre las distintas corrientes psicológicas existe también la cognitiva, o cognitivo conductual, que es también actualmente la más aplicada. Su éxito se encuentra en ofrecer una conjunción equilibrada entre los distintos aspectos personales del individuo y sus pensamientos en relación con su entorno. Estos son sus principales supuestos:
A pesar de la interacción entre estos canales, la génesis de todo, o el “interruptor” de la cadena de cualquier suceso, se considera que está en el pensamiento. Concretamente, el psicólogo cognitivo conductual trata de explorar estos pensamientos, que se estructuran en el individuo en forma de creencias. Y lo que sucede con estas creencias es que habitualmente son infundadas y presentan grandes errores de conceptualización.
El trabajo del psicólogo será, en gran medida, la identificación de estas creencias irracionales para podérselas explicar al paciente y, ayudarlo a eliminarlas o a cambiarlas por otras ideas más acertadas y razonables.
Una de las principales razones para elegir una terapia cognitivo conductual está en que se puede aplicar en prácticamente cualquier espectro de problema. Además, es una terapia muy “agradecida”, en el sentido de que ofrece resultados rápidamente.
Estos cambios positivos suceden en buena parte porque la terapia se concibe como una especie de ejercicio en el que existe el compromiso del paciente a implicarse, trabajando activamente para favorecer los cambios positivos en aquello que se quiere corregir. Es decir, la clave del éxito la tendrá el propio paciente, quien conseguirá mejorar con la guía de su psicólogo.
Casi todos los problemas más corrientes de las personas son susceptibles de mejorar con una base de terapia cognitivo-conductual. Esto incluye los motivos de consulta más frecuentes como la ansiedad y el estrés, el malestar emocional y falta de autoestima, la depresión, las fobias, los problemas de pareja o sociales o los trastornos obsesivos. En algunos casos graves, como puedan ser los trastornos de alimentación como la anorexia nerviosa, la terapia cognitivo conductual se empleará dentro de un enfoque multidisciplinar.
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