Hoy ligar y encontrar pareja por Internet y usar chats o apps de contactos es algo normal que sin embargo, no está exento de riesgos. En su momento, el nacimiento de Internet generó unas implicaciones sociales y afectivas inesperadas, cargadas de dudas éticas, morales y hasta filosóficas. La sociedad se preguntó entonces si acaso estaríamos ante el fin de las relaciones sociales convencionales o si, por el contrario, representaría Internet el inicio de una vertiente más de socialización.
Sobre todo, en lo que concierne al amor y las relaciones. Y es que todo esto lleva a una cuestión importante: ¿existen riesgos específicos cuando se conoce a la pareja por Internet, o sucede como en cualquier otra relación? El tiempo ha dado la razón a los que apostaron por Internet como una herramienta más de interacción social.
Admiten sin embargo las reservas de los que se resistieron desde el principio a renunciar a las relaciones convencionales o a eso de conocerse cara a cara y ser presentados. Aunque sólo sea por el hecho de que no actuamos igual en persona que cuando lo hacemos online, el riesgo de conocerse virtualmente está servido. Una de las teorías aportadas desde entonces sostiene que lo real es sólo un aspecto más de lo virtual.
Es decir, que la forma convencional de relacionarse hasta el nacimiento de Internet ha sido normal y natural, sólo en la medida en que estábamos ciegos ante posibilidades mucho más amplias y complejas de socialización. Bajo este prisma, no existen diferencias sustanciales entre las relaciones virtuales que se establecen en la red, y las relaciones de toda la vida, en las que prevalecen el contacto físico y la comunicación no verbal. Según esta teoría, hasta el nacimiento de Internet nuestras relaciones estuvieron limitadas en sus posibilidades, también en lo que concierne a encontrar pareja.
Hasta ahí bien. Entonces, ¿dónde está el problema? Aunque no tiene por qué haberlo, Internet puede servir para opacar ciertos impedimentos sociales o trastornos. De hecho, en la actualidad parece probada la idea de que el medio virtual puede ser pasto de cultivo de patologías para aquellas personas que tengan dificultades a la hora de relacionarse con los demás, o presenten, por ejemplo, ansiedad social.
Esto se debe a que, al contrario de lo que sucede en la realidad física, en la red encontrarán todo lo necesario para cubrir sus necesidades afectivas y de socialización, al no ser los mismos que los que aparecen en las relaciones convencionales, en los que sí pueden presentar dificultades.
El problema aparecerá cuando la combinación de “medios” y “necesidades” no vaya acompañada de unos mecanismos de autocontrol por los que la persona sea capaz de discriminar entre lo real y lo virtual, y pueda mantener ambos tipos de relación. Cuando la relación virtual vaya en detrimento de la relación real, y produzca malestar en la persona, pero a la vez no pueda prescindir de esta, podrá hablarse de un problema de adicción a Internet; concretamente, a las relaciones creadas por Internet.
Los motivos por los que una persona se puede enganchar a las relaciones online hasta el punto de prescindir de las reales generalmente obedece a una relajación en los convencionalismos necesarios para obtener la aprobación social. Estos son mucho más laxos respecto a los protocolos exigidos en las relaciones reales, y favorecen la ilusión de pertenencia y aceptación social en un tiempo récord. Por no hablar de los sentimientos y emociones, que se disparan muy fácilmente, generando una intensa sensación de intimidad y de entendimiento mutuo.
Por otro lado, al margen de los mecanismos de control que se establecen en las comunidades virtuales, en las relaciones online la persona puede decidir lo que quiere ser. Puede mostrarse a sí misma tal y como es en realidad, o puede inventar una nueva identidad, sin peligro de ser descubierta. En este sentido, Internet protege al individuo dentro de unas relaciones que son el espejo de lo real, en un juego que permite el cambio de identidad a voluntad.
Si bien la red y las apps pueden suministrar una buena vía para ligar y conocer a gente, o para reforzar vínculos ya existentes que terminen en romances convencionales, el hecho de emplear Internet con el fin último de buscar sexo implica un peligro habitualmente subestimado. Los peligros de materializar físicamente los encuentros con una persona que hemos conocido online pueden ser múltiples.
El primero y más simple es no gustarse a la hora de la verdad y verse entonces en una situación comprometida. Otros riesgos que deberían ser obvios se relacionan con la posibilidad de quedar con alguien con una salud mental cuestionable y que nos pueda llevar a una condición de amenaza física real.
Siendo tan arriesgado, ¿por qué se incurre en ello? Los motivos por los que se puede optar por Internet como instrumento para conseguir encuentros sexuales son los mismos que rigen la socialización de carácter no sexual o romántico. La diferencia está en que se agudizan en este caso los beneficios obtenidos del anonimato. por el que la persona puede actuar de un modo totalmente diferente al que actuaría en las relaciones normales.
En unos casos, habrá una falta de habilidades sociales subyacente, y en otros, simplemente, se utilizará la red como complemento o recurso alternativo para buscar el sexo como fin en sí mismo, en lugar de sexo como manifestación amorosa. La sexualidad online puede significar la transgresión a ciertos códigos sociales que se manifiesten de forma más abierta y evidente, pero produciendo a veces el efecto de la doble moral de verse seducido por el morbo y el fácil acceso, combinado con la culpa o el asqueamiento.
Por otra parte, a veces sólo Internet basta, y no son pocos los casos en los que no se busca la consumación corporal del acto sexual, o siquiera el verse, sino que todo se limita al ámbito virtual del cibersexo, el sexting o incluso el sexo telefónico. En suma, todo se quedará en un intercambio de fantasías entre cuerpos que ni se tocan ni pretenden hacerlo.
En cambio, cuando una pareja nace a partir de Internet o de una app de contactos, se convierte en una relación con un curso tan normal como la establecida conociéndose en persona. Lo que sí puede pasar es que, si la relación se ha sexualizado mucho al principio, siempre sobrevuele el resquemor de la infidelidad por la vía virtual.
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