La bondad tras las minas anti persona
El horror de la guerra siempre esconde historias de valentía y bondad como la de Aki Ra, un joven al que no pudieron convertir en monstruo.
Guerras sucesivas a lo largo de la historia de Camboya han marcado al país y a sus habitantes. Pero la marca, que fue grabada a sangre y fuego en el disco duro de los camboyanos, lejos de significar odio y crueldad, es marca de amor, fraternidad y solidaridad. En El Rincón de Carla ya os he hablado de la historia de Sophea Pheach y sus gusanos de oro, con los que devolvió dignidad, trabajo y recuperó la artesanía local para su pueblo. Pero en mi viaje por este país inolvidable, hubo más historias cargadas de bondad. Hoy comparto con vosotros la tragedia de Aki Ra. Una tragedia que se convirtió en ejemplo de amor.
Tenía 10 años cuando los jemeres rojos atacaron su pequeño poblado cerca de Siem Reap. Reclutaban niños para llevarlos a la guerra y al horror que habían instaurado en el país. Sus padres se negaron a que sus hijos les fueran arrebatados para semejante tarea y por ello fueron asesinados delante de los niños. Aki Ra y su hermana fueron armados como niños soldado y obligados a matar pueblo tras pueblo a todo aquel que dispusieran los jemeres rojos, incluidos amigos y familiares.
Así sucedieron los años de horror en una Camboya destrozada, por dentro y por fuera. Cuando el ejército vietnamita entró en Camboya para derrocar el régimen de los jemeres rojos, Aki Ra y su hermana consiguieron escapar con ellos. En Vietnam estudió y años después regresó a Siem Reap con una clara misión: Eliminar todas las minas anti persona de Camboya y dar salida a todos los niños mutilados por las bombas.
Comenzó junto a su hermana y esposa utilizando palos, cuchillos y cualquier utensilio doméstico que sirviera para sacar las minas del terreno y desactivarlas después. Con las bombas convertidas en chatarra, financiaba su trabajo. Otras eran amontonadas en su casa hasta que en 1997 funda el Museo de la Guerra y comienza a cobrar 1 dólar por visita. Gracias a todas las aportaciones amplió sus actividades a favor de los niños mutilados y muchos de ellos también huérfanos a los que llevó a su casa y fueron cuidados por Aki Ra y su joven esposa Hurt.
Hoy en día, 29 niños viven en el Centro de Socorro del Museo de la Guerra de Camboya. Reciben educación, clases de inglés y ya tiene a cinco de estos niños en la universidad de Siem Reap. En el pasado fueron víctimas de las minas terrestres, pero ahora también hay niños que nacen sin extremidades, víctimas de la polio, y otros marginados por haber nacido con SIDA. Hay huérfanos pero también niños cuyos padres no pueden hacerse cargo de ellos.
Volviendo a principio del siglo XXI, Aki Ra compaginaba la desactivación de minas con cursos de formación, para que los habitantes de las zonas más amenazadas por minas anti persona supieran cómo manejarse en el terreno y qué hacer en caso de encontrar a tiempo una munición sin explotar. Hoy su escuela de formación sigue siendo fundamental para los habitantes de esta zona azotada por el terror de un pasado muy vivo y latente en el presente y cuyo futuro depende de la conciencia mundial.
Su Museo, Fundación y Centro de Socorro, son ahora referente en Camboya, cuenta con escuela, orfanato y una granja-escuela para enseñar a cultivar y tratar los productos de la tierra. Trabaja con voluntarios que continúan desactivando las más de 5.000.000 de minas que aún quedan sin explotar en la zona de Siem Reap.
Hurt, su querida y valiente esposa, murió con tan solo 28 años tras un aborto en 2009. Junto a ella comenzó a desactivar minas y por ella continua al frente de su Museo y Fundación. Hasta la fecha, Aki Ra ha conseguido desactivar más de 50.000 minas anti persona él solo, aunque tiene problemas de salud fruto de su permanente contacto con productos químicos y explosivos como TNT y RDX.
El Museo de la Guerra de Aki Ra se encuentra en el corazón de uno de los tesoros arqueológicos más importantes del mundo, el Parque Nacional de Angkor, Patrimonio de la Humanidad. Un Museo que te hace estremecer. Un lugar donde los sentimientos se encuentran y la emoción te empapa el corazón, y cruzando el interior de tu cuerpo llega hasta la piel que, inquieta, se encoge.
Contemplé las minas, las terrestres anti camiones, grandes y con esa forma que sólo es bélica, pero que en un tiempo sirvió como prótesis para las piernas amputadas. Imaginaba entonces a esos niños cuyos miembros había sido salvajemente arrebatados, pero que en cada momento de su vida destrozada, en cada paso que dieran, verían la bomba asesina como apoyo para su frágil cuerpo.
Vi las minas anti persona, redondas, pequeñas, criminales y terribles fotografías de niños mutilados, repasando con ellos la historia más trágica de Camboya. Las lágrimas tuvieron salida fácil. Y es que como decía al principio, aquí los sentimientos se encuentran: El horror que fue y el amor en que se convirtió. La magnitud de la belleza de Angkor Wat es comparable a la magnitud de belleza espiritual de un hombre al que intentaron convertir en monstruo. *Fotografías: Carla Royo Villanova. *Portada: Aki Ra ha devuelto la sonrisa a miles de niños como éste.