¿Quién no ha cogido su mochila un verano y se ha decidido a recorrer el mundo hasta donde la aventura le llegue? Viajar y conocer países es una de las mejores aficiones que podemos tener para enriquecer nuestra mente, pero no a cualquier precio. En el sudeste asiático comienzan a despertar bastante rechazo los begpackers: mochileros que para continuar su viaje se dedican a mendigar por las calles, pidiendo dinero en lugares donde la pobreza es extrema. Parece una trivialidad ponerse un cartel del tipo– “ Estoy viajando por Asia sin dinero. Por favor, apoyen mi viaje”- cuando en su mochila llevan tablets y smartphones de última generación.
Lejos de buscarse la vida trabajando o intercambiando horas de trabajo por alojamiento y comida, como siempre se había hecho, ha nacido la moda de plantarse en la calle y pedir dinero. Aunque los begpackers son todavía una minoría, comienzan a producir mucho ruido y confusión sobre los mejores modos para viajar de forma económica. Instagram comienza a llenarse de imágenes sorprendentes de #begpackers en las calles asiáticas, mochila y cartel en el idioma del país que visitan, pidiendo dinero para proseguir con la aventura.
Existen muchas opciones de recorrer el mundo de forma económica. Alejandro, blogger y fundador de Miviajeporelmundo.com lleva desde 2014 viajando y logrando subsistir a base de escribir y proponer intercambios –“Cuando trabajas para alguien intercambias tu tiempo, conocimientos y esfuerzo a cambio de ‘dinero’. Cuando quieres viajar pero no tienes dinero es necesario intercambiar algo, que no es dinero, para obtener lo que deseas (Hospedaje, comida, transporte…)”- Recurrir a la limosna no sólo sorprende sino que termina con una de la premisas del viajero aventurero: intercambiar para sufragarte el viaje.
La práctica de los begpackers pudiera confundir a jóvenes que vieran el problema de dinero como fácilmente resuelto, cuando no deja de ser una cortina de humo y una solución equivocada. Viajar requiere unos mínimos, no sólo de dinero sino de predisposición al trabajo, a conversar con desconocidos y a abrirse a trabajar en lo que sea para poder seguir echando kilómetros a tu contador de viajero. Pedir limosna para seguir recorriendo el mundo en países gravemente atacados por la pobreza, fuera de la magnánima frivolidad, me parece una práctica peligrosa.
Existe el Couchsurfing: dormir por la cara en el sofá de otro que, aunque no es la más recomendable, se practica e incluso existe el portal Hospitality Club donde informarse sobre ello. Viajar barato con lo mínimo se ha extendido, e internet está llena de páginas que te orientan sobre cómo hacerlo sin necesidad de convertirte en un ‘falso pobre’. Hay quienes se organizan sus rutas de parajes naturales y Vivaquean: pasan la noche en la intemperie con su saco de dormir.
Si no has cumplido los treinta, puedes viajar gratis gracias a los programas de intercambio cultural conocidos como Youth in action o voluntariado por el mundo que te ofrece otra ventana abierta a la aventura. Es posible viajar barato y tienes multiplicidad de opciones. Convertirse en un begpacker más que una moda tendría que ser una vergüenza.
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