¿Estás preparado para afrontar un triatlón?

Últimamente veo a bastantes corredores que evolucionan desde el running al triatlón. Y hasta yo hice un intento frustrado hace unos años. Supongo que el motivo fundamental es querer probar algo nuevo y tratar de salir de la posible monotonía del entrenamiento de carrera. Digo posible porque en los años que llevo corriendo aún no me aburre hacerlo, aunque sí admito que pique el gusanillo de la bici y nadar para afrontar otro reto.

El gran problema que veo es el incremento del entrenamiento, especialmente si el reto es correr un Ironman (gran megamachada muy de moda últimamente). A la carrera se suma el tiempo en la piscina y especialmente las largas tiradas en bici que se comen mañanas enteras del fin de semana. Además, a no ser que hayas nadado mucho anteriormente, lo normal es que tengas que dedicar algo de tiempo a depurar la técnica de natación, pues eso de “yo sé nadar” no es suficiente para afrontar un triatlón en condiciones. 

Hay varias pruebas de triatlón dependiendo de la distancia, fundamentalmente son el Sprint (750 mts nadando, 20 kms en bici y 5 kms corriendo), el Olímpico (1500 mts, 40 km y 10 km) y el Ironman (3.800 mts, 180 km y terminando con un maratón). Además hay también algunas pruebas intermedias como el Súper Sprint o el medio Ironman para adaptarse a todo tipo de atletas.

Lo lógico es iniciarse con un Sprint o Súper Sprint y luego ir evolucionando si la cosa te va gustando, aunque hay algunos corredores que se vienen arriba y tratan de iniciarse directamente con un Olímpico o incluso un medio Ironman. Lo comento porque eso es lo que traté de hacer yo hace unos años. De los maratones traté de pasar directamente al triatlón Olímpico, habiendo entrenado no demasiado pensando que aquello sería pan comido. Recuerdo que el primer día que fui a la piscina el entrenador me dijo que me tirara al agua y me lancé de bomba (teniendo tres hijos pequeños ya no recordaba tirarme de otra manera), me miró como diciendo “aquí hay trabajo que hacer”.

El caso es que un par de meses después me planté en la playa de La Concha en San Sebastián en la salida con una gran sonrisa sin comprender que, en cuanto sonara el disparo de salida, una manada de 200 ñus iba a pasar por encima de mí. Casi me ahogo, empecé a vomitar y me rescató una lancha de salvamento que maniobraban una par de tiarrones locales y que nada más subir me preguntaron de dónde era. Les contesté que de Madrid, se miraron, rieron y me preguntaron : “Qué, ¿no veías las raya?” Se referían a la raya que hay en el fondo de las piscinas que delimitan las calles. Qué grandes.

Con la espinita clavada y animado por ese sentimiento ficticio de poder con todo que trae el verano, el pasado fin de semana traté con unos amigos de hacer un sprint organizado por nosotros mismos, para probar si estábamos en forma. Lo preparamos todo bien y todos nos mostrábamos muy machotes diciendo que sería pan comido. Mis compañeros eran, en principio, de fiar. Mi amigo Manolo (el pequeño bravucón del que he hablado alguna vez), Ramón y Lars, de orígenes vasco y nórdico respectivamente, aunque poco les queda de esos aguerridos pueblos, pues finalmente fue el único que se presentó en la línea de salida. Ésta os la guardo.

En fin, que la evolución del running al triatlón parece más que lógica, aunque como siempre se recomienda prudencia y sobretodo tener compañeros de fiar.