Aún sigo impactada por la lectura del reportaje en The New York Times. Los Emiratos Árabes Unidos, un Emirato rico y lleno de ricos, tiene a una princesa secuestrada. Se trata de Sheikha Latifa bint Mohammed bin Rashid Al Maktoum, miembro de la familia real de Dubai y cuyo secuestrador es su propio padre, el Gobernador de Dubai y Primer Ministro de los Emiratos Árabes Unidos, Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum.
La princesa Sheikha Latifa pidió a su padre abandonar el país con 18 años para irse a estudiar al extranjero y lo único que consiguió por su parte fue que le quitaran el pasaporte y le prohibieran ver a sus amigos. Latifa tiene 32 años y desde hace meses nadie sabe nada de ella. Intentó escapar de Dubai en el yate de un amigo, pero la policía costera los detuvo. Acusaron a su amigo de secuestro y desde este momento, no hubo más información.
La cuestión principal es que allí las mujeres siguen siendo esclavas, pertenecen a sus padres primero y a sus maridos después. Es un país en el que las mujeres sufren castigo, incluso físico, si desobedecen a los hombres: maridos, padres y hermanos. Latifa quiso ser médico pero le prohibieron estudiar, según cuentan sus amigos al The New York Times. Solo le dejaban gastarse dinero en tomar té con las amigas, montar a caballo o hacer submarinismo. Y siempre con el control de la guardia de su padre. Siempre vigilada.
Según cuenta la historia del rotativo neoyorquino, ella tiene una personalidad rebelde. Desde los 19 años buscaba fórmulas para convencer a su padre de establecer mecanismos de apertura y libertad para las mujeres. Algo que no consiguió y con lo que logró el efecto contrario, que su padre la encerrara. Las preguntas que me surgen son: ¿Dónde está Naciones Unidas? ¿Dónde están todas esas defensoras profesionales de las mujeres? ¿Dónde está la embajadora ante Naciones Unidas de Emiratos Árabes, Lana Nusseibeh?
Se ha sabido que el pasado 15 de diciembre de 2018, la princesa estuvo junto a Mary Robinson, expresidenta irlandesa y excomisionada de Derechos Humanos de la ONU. Robinson la visitó a petición de la familia gobernante, según un comunicado enviado a la Oficina de Procedimientos Especiales del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos por la misión de EAU en Ginebra. En el documento se exponía que “los documentos responden y refutan las falsas acusaciones que se han hecho sobre Su Alteza, proporcionando evidencia de que está viva y vive con su familia en Dubái“.
Antes de escapar, sin conseguirlo, la princesa publicó un vídeo de 39 minutos en el que exponía el peligro que conllevaba irse de los Emiratos Árabes. Ella intentó huir en 2002 y fue torturada y detenida durante tres años, a veces en régimen de aislamiento. En el clip explicaba que “no hay justicia aquí. Especialmente si eres mujer, tu vida es muy desechable. No sé cómo me sentiré al levantarme por la mañana y pensar ‘puedo hacer lo que quiera hoy’. Eso será un sentimiento tan nuevo, diferente. Será increíble“, dijo.
Su hermana mayor Shamma intentó escapar de los guardias de seguridad en un viaje a Inglaterra pero consiguieron detenerla. La princesa explica que desde entonces, su hermana estaba siendo drogada para hacerla más dócil “básicamente como caminar con una jaula siguiéndola”. A partir de ahí, la jequesa Latifa quiso ayudar a otras mujeres que habían estado atrapadas en situaciones similares, y sobre todo, deseaba liberar a Shamma.
Sus pensamientos eran: “Me siento positiva sobre el futuro. Me siento como si fuera el comienzo de una aventura. Es el comienzo de la reivindicación de mi vida, mi libertad, mi libertad de elección“. Pero como hemos mencionado antes, el yate en el que huía fue incautado y desde ese momento no se sabe de ella. Por este motivo, la familia llamó a Mary Robinson para que diera un comunicado público en el que dijera que la sheikha Latifa estaba a salvo con su familia, pero que estaba recibiendo atención psiquiátrica. La llamaban “mujer joven con problemas” con una “condición médica grave“.
Como observamos, queda mucho por hacer. Las mujeres somos las grandes olvidadas y abusadas en gran parte del mundo. Sorprendentemente más en aquellos países en los que hay de todo, menos democracia.
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