Aún no ha comenzado la famosa «deshibernación» de la economía, pero las empresas y comercios ya empiezan a pensar cómo abordarán la apertura de sus negocios cuando sea posible. Y el gran problema lo van a tener las empresas de ropa, complementos, muebles… las tiendas de cercanías y las multimarca de las grandes cadenas. Desde Mango a Zara, pasando por H&H o Chanel. ¿Cómo será ir de compras?
¿Cómo compraremos? ¿Iremos a las tiendas físicas? ¿Nos probaremos la ropa? ¿Cómo sabremos que la ropa no está contaminada? ¿Cómo sabremos que antes no se la ha probado o tocado alguien con el virus? ¿Serán espacios pequeños sostenibles? ¿Tendrán que aumentar los stocks de las tiendas para mantener en «cuarentena» la ropa previamente probada?
Las dudas son todas y las respuestas son pocas. Leía hace unas horas una entrevista al CEO de Mango que aseguraba que «se están tomando las medidas necesarias para garantizar la salud de las personas». De eso estoy segura… no tanto de que sea posible. Los empleados pueden usar guantes y desinfectante, muy bien. Pero cuando te estás probando ropa, te quitas la ropa que llevas puesta. La dejas en el suelo o colgada… Entonces… ¿estará desinfectado el suelo de los probadores? ¿lo estarán las perchas? Y si te pruebas la ropa y decides que no te gusta… ¿Se lavará a 60 grados? ¿Se desinfectará?
El panorama es desolador. No solo por cómo ha cambiado nuestra forma de vida, aún sin salir de casa, también por cómo el miedo nos paraliza y nos atenaza. Porque el mismo problema tienen las tiendas online. Cómo van a garantizar las marcas y los distribuidores online que la ropa o el bolso que he comprado no me llega a casa infectado? Y si devuelvo la prenda después de ir de compras virtualmente… ¿cuál es el protocolo para desinfectarla?
La cuestión del músculo financiero y de la tesorería es «hasta cuándo» y «para qué». Si no hay un protocolo claro internacional sobre el tratamiento de los productos postpandemia, no habrá confianza. Y es fundamental la confianza a la hora de comprar. A ello se une el miedo a ir de compras en un momento de distancia social, de cambio de reglas. Ya no se quedará con las amigas para «hacer shopping» entre otras cosas, porque hay que mantener una distancia social entre personas…. ni por las aceras juntos.
Y aquí llega la siguiente cuestión, una vez que está garantizada la complicada garantía sanitaria: ¿Merece la pena tener una tienda abierta de 800 metros cuadrados en la Gran Vía de Madrid para 40 personas, de las que no todas van a comprar? ¿Será posible pagar los alquileres que se abonaban hasta ahora? ¿Habrá caída de los precios? y si así fuera… ¿las ventas podrán compensar los costes?
*Foto principal: Gtres.
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