Sebastián Puig Soler, Author at The Luxonomist

Buddy. Foto: Sebastián Puig Queridos lectores humanos y caninos todos: qué alegría más grande le habéis dado a esta perrita que os escribe, al haberme hecho comprender que no estoy sola en el mundo de las rarezas. Leer vuestros comentarios ha calmado esa cierta desazón que la pasada confesión de mis manías me había provocado. Las penas compartidas son menos penas, ¿a que sí? Aunque una ya tiene muchas tablas y aprende a superarlo. Como afirma Luciano, el abuelo sabio de mi hogar: “Cargadito de penas voy por el mundo, menos mal que la espalda no me hace bulto”. Que viene a ser como decir que no nos falte nunca el buen humor para sobrellevar la vida, así que un alegre “guau” y un lametón a todos mis congéneres y a sus sufridos amos. El primero de ellos se lo mando a Buddy, ese hermoso mozalbete que hoy aparece en la portada del artículo, cuyo dueño @juapersan (AKA CCBaxter) nos cuenta: “Pesa 30 kg y mide 65 cm de alto: sólo duerme debajo de la cama (altura 25cm)”. A mi querido Buddy le digo: he tratado de visualizar ese prodigio de contorsionismo que nos cuenta tu amo, pero me duele la cabeza y se me reseca el hocico cada vez lo intento. Y eso que te comprendo, yo también soy de roncar bajo techado y de refugiarme en rinconcitos, aunque comparada contigo, resulto un fideo escapado de la sopera. Guapetón. Peluche Kong. Haz clic para comprarlo Otros lectores me cuentan que sus mascotas no pueden dormir sin sus peluches (como los simpatiquísimos que comercializa Kong), sin sus muy sobadas mantas o sin piezas de ropa usada sibilinamente hurtadas a sus amos. Sus lugares preferidos para echar un sueñecito son todos los que ustedes puedan imaginar dentro de las ubicaciones posibles de una casa: desde el cuarto de baño, pasando por sofás y armarios, hasta metidos en la cama con almohada y roncando. Cada vez que mi dueña escucha esto, le da un patatús. En este tema también comprendo del todo a mis congéneres: dormir entre mis dueños sería para mí lo más cercano al cielo de los perros (lo de los olores y los pelos son temas menores, por mucho que mi ama se empeñe). Y hablando de identidades perrunas, hay algunos colegas que ese tema no lo llevan demasiado bien, como la preciosa Serena, de la que su ama Yanire nos cuenta: “Cuando tuvimos nuestra hija, nuestra perrita siguió sin enterarse de que ella es un perro”. Qué duro es compartir el amor, querida amiga. Sé fuerte. Una de las rarezas que tenemos casi todos es la de la comida. Hay canes que devoran lo que se les ponga por delante como si no hubiera mañana, en modo aspiradora, lo que desde luego no es mi caso. La semana pasada ya les conté mis tribulaciones alimenticias, algo que comparte conmigo mi querido amigo y también expatriado español en Carolina del Norte, Chomski (aquí su perfil de Twitter), un especialista en la separación selectiva de bolas de pienso que escoge con esmero y traslada a lugares alejados de su comedero para su posterior evaluación, siguiendo unos criterios exclusivos que sus amos han sido incapaces de desentrañar. Pedigree y Cesar, comida para mascotas. Haz clic para comprar Lo que sí han hecho (qué manía, oye) es filmarlo para la posteridad. Verán que Chomski y yo tenemos cierto parecido en tamaño, colores y hechuras. Eso y nuestras similares manías (también odia los elementos meteorológicos) me tienen medio enamoriscada del zagal. El irresistible encanto de un perro de mundo y viajado. Ay. A este respecto, no es la primera vez que algún lector me ha preguntado qué comida me dan mis amos. Después de haberles hecho comprar de todo, el pienso que mejor me sienta y acepto con pocos remilgos es el Small Dog de Pedigree, muy completo y de buena calidad, con bolitas adecuadas para animales pequeños y con granos que ayudan a la limpieza dental, un problema que tenemos bastantes perros. Como “iniciador”, me lo suelen mezclar con algo de carne de las deliciosas latitas que prepara Cesar Canine Cuisine. No falla: un poquito de comida blanda bien preparada, con salsita y todo, y el pienso va detrás. Exquisita que es una, aunque todo sea dicho: porque yo lo valgo. Hasta la semana que viene. Reguau.

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