El verano daña los dientes, sí. Por cosas lógicas como que tomamos más azúcares –ayyy esos heladitos, ayyy los refrescos- o descuidamos más la rutina diaria del cepillado. Pero también, ¡atención!, por el cloro de las piscinas. Una investigación publicada en la revista médica estadounidense Journal of Dentistry for Children ha revelado que el cloro de las piscinas mancha los dientes y puede llegar a dañar el esmalte dental hasta favorecer la aparición de caries.
Tiene que ver con la reacción química que provoca el agua de la piscina tratada con cloro: su PH es más alto que el de la saliva, así que consigue romper rápidamente las proteínas salivales, favoreciendo que se mezclen con los restos minerales de la boca y que esa mezcla se deposite, como sarro, en los dientes. Sobre todo en los delanteros.
Además, el cloro también puede debilitar el esmalte. Sucede en piscinas donde el tratamiento del agua hace descender el PH por debajo de 6. Si la media de erosión dental en la población estadounidense es de un 3 %, ese porcentaje se dispara al 12 % en el caso de nadadores asiduos y a un 39 % en el caso de los miembros de equipos de competición acuática.
No se asusten, estamos hablando de nadadores profesionales. Pero, según este estudio, permanecer en el agua de una piscina más de seis horas a la semana, de manera sostenida y regular, nos haría entrar en zona de riesgo. Muchos niños pasan varias horas al día en la piscina, pero es sólo durante los meses de verano.
Aún así, debemos extremar las precauciones y no descuidar –mucho menos en verano- nuestra higiene dental. En los niños, especialmente. Deberíamos acostumbrarnos a llevar un cepillo de dientes siempre en el bolso, o en el coche, o en la mochila, para utilizarlo cada vez que ingerimos algún alimento. Los cepillos manuales requieren de un tiempo de cepillado largo y un cepillo eléctrico es un poco aparatoso. Yo utilizo el Foreo ISSA.
Sí, es un cepillo de dientes. Está fabricado con silicona y funciona a través de pulsaciones sónicas, 11.000 por minuto. ¿Lo mejor de todo? Pues no sólo que cabe en el bolso y su batería dura seis meses, sino que, al no tener efecto “raspado”, las encías no sufren. Además, la suavidad y flexibilidad de la silicona consiguen eliminar esa sensación de ligera molestia que tenemos cuando nos cepillamos los dientes. Yo llevo utilizándolo hace un par de meses, y el cambio se nota mucho.
¡Ah! Y, por la noche, importantísimo añadir a la rutina del cepillado el uso de seda dental. Es la única manera de asegurarnos que no queda ningún resto de alimentos entre los dientes. Por la noche, además, generamos menos saliva, el auténtico barredor de microbios.
A partir de los dos años, también los niños tienen que cepillarse los dientes dos veces al día. Una buena manera de introducirlos en la rutina es cepillárlos con ellos, frente a un espejo. No hay nada que les guste más que imitar a papá y a mamá.
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