A estas alturas todos tenemos más que asumido que la familia real británica no es un familia al uso. Alrededor de cada reunión, comida o evento familiar hay miles de normas y protocolos que ningún miembro puede saltarse. Estas normas incluso se cumplen en eventos privados como la cena de Nochebuena, para la que Carlos III, y otros miembros de la familia real británica han establecido varias prohibiciones.
Según cuenta la experta en realeza Jennie Bond al diario The Sun, desde hace años la familia real británica tiene unas estrictas normas para la cena de Nochebuena en Sandringham. Prohibiciones que impuso la reina Isabel II y que desde entonces todos siguen a pies juntillas.
La primera de ellas implica a los príncipes George, Charlotte y Louis, que cenan en una mesa diferente a la de los adultos. «Debemos ser unos 70 allí. Hay siete mesas y los niños tienen su propia cena en una habitación diferente», contó Mike Tindall en una ocasión.
El motivo de esta separación es el desconocimiento de los más pequeños sobre el protocolo en una cena de este tipo. Además de la falta de conversación con los invitados.
Así, los niños no pueden cenar con los adultos, ni tampoco jugar al Monopoly. Al parecer, este famoso juego de mesa está totalmente prohibido en palacio. La razón es que en una Nochebuena los invitados terminaron enfrentados por culpa de éste, e Isabel II decidió prohibirlo alegando que se trataba de un juego «demasiado cruel«.
Tanto es así que el mismísimo príncipe Andrés rechazó en un acto público un Monopoly como regalo. «No podemos jugar al Monopoly en casa», dijo en aquella ocasión.
Lo que sí están obligados a hacer es ver todos juntos el discurso navideño del rey. O al menos así era cuando vivía Isabel II. Toda la familia se reunía ante el televisor para asistir atenta a la intervención, una tradición que quizás Carlos III haya eliminado. Y es que la experta en realeza asegura que el monarca no es muy fan de la televisión.
Lo que sí le gusta a Carlos III es la fiesta, algo que ese día puede convertirse en un problema para más de un miembro de la familia. Y es que se considera de mala educación que un invitado se vaya a dormir antes que el monarca.
Según contó en una ocasión Sir William Heseltine, esta norma traía por la calle de la amargura a la princesa Diana, que a menudo le costaba mantenerse despierta en las reuniones familiares con Isabel II. Ahora, con el rey Carlos III, más de uno podrá sentirse identificado con Lady Di, pues es conocido que al monarca le gusta trasnochar.
Aunque quizás la norma más estricta y divertida es la que tienen con los regalos. Al parecer tienen prohibido gastarse muchas de libras en joyas, ropa o aparatos tecnológicos. En su lugar, lo sustituyen por regalos graciosos y poco habituales.
Según cuenta la experta, en el año 2013 Harry le regaló a la reina un gorro de ducha y, en otra ocasión, un pez que cantaba. Una divertida tradición que Carlos III y Camilla habrían decidido continuar.
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