Su llegada fue un soplo de aire fresco para la Casa Real Española. El 6 de noviembre de 2003, una extrovertida Letizia Ortiz Rocasolano se presentaba oficialmente como la prometida del príncipe Felipe ante más de un centenar de medios de comunicación de todo el mundo. Era la primera vez que la periodista se convertía en la noticia del siglo.
Nada más llegar al recinto, la que seis meses después se convertiría en princesa de Asturias dijo al posar frente a la prensa: «Impresiona mucho verlos desde aquí. Yo siempre he estado en ese lado» (señalando al lugar donde estaba la prensa).
Comentarios que, como buena comunicadora, acompañó con distintos gestos y movimientos de brazos para señalar y enfatizar cada una de sus palabras. Poco le duró aquella naturalidad a esa Letizia que, impecablemente vestida con una traje de chaqueta pantalón blanco de Armani, también mandó callar a su prometido.
Y es que lo más recordado de la fecha fue la anécdota que protagonizó cuando, al ser preguntada por cómo afrontaría su nueva vida como miembro de la realeza, el príncipe quiso hablar por ella. «No le va a faltar trabajo», dijo él. Y ella, de forma espontánea y natural, replicó: «Déjame terminar». Lo que arrancó la carcajada del propio Felipe VI y de los presentes.
Aquella frase que aún recordamos marcaría por completo el perfil de la que hoy es nuestra reina. Una mujer con carácter que aunque mide mucho más sus palabras, deja clara su postura y lo que piensa de algunos temas. Vamos, lo que hoy llamamos una mujer empoderada que hace 20 años escandalizó a los puristas por su espontaneidad. Y es que, en contra de lo que se dijo, no fue ella quien interrumpió al heredero sino al revés.
Tras el compromiso de Letizia y Felipe, poco se supo de ella durante unos meses. Casa Real tenía que preparar a la que sería la futura reina y comenzaron de forma acelerada los cursos de protocolo, la mejora de idiomas y el estudio profundo de la historia de la monarquía en nuestro país.
Y de verdad, aquel esfuerzo dio sus frutos. Una semana antes de su boda, en mayo de 2004, vimos un profundo cambio en ella. Fue en la boda del príncipe Federico de Dinamarca con Mary Donaldson. Mucho más tensa que durante su pedida pero también «más royal», el cambio en sus movimientos era evidente. Había nacido una nueva Letizia.
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