El 19 de mayo de 2018 Windsor se vestía de gala para celebrar la boda del príncipe Harry y Meghan Markle. Los ahora duques de Sussex se daban el sí quiero en la capilla de San Jorge ante 2.600 invitados, y escribían la primera página de una historia de amor que acabaría separándoles de la familia real británica. Pero dejando polémicas aparte, la boda de Harry y Meghan ha pasado a la historia por varios motivos. Todos recordarán la imagen de la novia llegando sola hasta el altar, la presencia de estrellas de Hollywood como George Clooney, o la interpretación de Stand by me por un coro Gospel. Detalles que recordamos hoy, en el tercer aniversario del evento.
La boda del príncipe Harry y Meghan Markle se convirtió por un momento en la alfombra roja de los Oscar. Y es que, junto a los miembros más destacados de las familias reales europeas, se colaron alguna de las estrellas de Hollywood más conocidas. Amal y George Clooney fueron los invitados más aclamados. Ella deslumbraba al público con un espectacular vestido color mostaza de Stella McCartney, que la convirtió en una de las invitadas más elegantes. Sin embargo, la polémica con su presencia en la boda vendría tiempo después. Y es que según contaron varios medios británicos, Amal y George Clooney ni siquiera conocían a los duques de Sussex.
Entre los 2.600 invitados a la boda también pudimos ver a los actores Idris Elba, Tom Hardy, Carey Mulligan o Priyanka Chopra. A David y Victoria Beckham, los cantantes Elton John y James Blunt, la tenista Serena Williams y la presentadora Oprah Winfrey. Casualidades del destino, ésta última acabaría convirtiéndose en parte fundamental de la mayor polémica que han protagonizado hasta el momento Harry y Meghan, su ya famosa entrevista a la BBC.
De todos los momentos que se vivieron aquel 19 de mayo de 2018, hay uno que ha marcado un antes y un después en la historia. Hablamos de la llegada de Meghan Markle sola hasta el altar. La duquesa de Sussex llegaba a la capilla de San Jorge, sin su padrino de boda. Su padre, Thomas Markle, había protagonizado una gran polémica en los medios británicos tan solo unos días antes de la boda de su hija, por lo que finalmente no asistió al gran día.
Debido a esto, el príncipe Harry le pidió al príncipe Carlos que acompañara a su novia hasta el altar, protagonizando un momento histórico. Meghan accedía sola a la capilla de San Jorge y tras recorrer unos cuantos metros, se encontraba con el príncipe Carlos, que fue el encargado de acompañarla hasta el altar y entregar su mano a su hijo.
Con la llegada de Meghan a la capilla se desvelaba su gran secreto: el vestido de novia. Se trataba de un diseño de Clare Waight Keller de estilo clásico, con un elegante escote barco y manga francesa, confeccionado en seda cady de acabado mate, que terminaba con una cola en triple capa de seda de organza.
Meghan acompañó el vestido de un velo que tenía bordados motivos florales de los 53 países de la Commonwealt y California, su hogar natal. Lució joyas de Cartier y una tiara tipo bandeau de diamantes de la reina Mary, una joya que no había sido vista en público durante más de cincuenta años. Aunque, sin duda, el detalle más especial de su look nupcial fue el ramo de flores, una composición creada a partir de flores que habían sido cortadas por el propio príncipe Harry unas horas antes del enlace.
Para la fiesta Meghan optó por un segundo vestido más cómodo y sexy de Stella McCartney. Se trataba de un diseño sin cola, de escote halter atado al cuello, y que dejaba los hombros y espalda al descubierto. Un vestido a la altura de una alfombra roja, que estaba confeccionado en crepé.
A pesar de ser una boda real, con su clásica opulencia y derroche, los duques de Sussex quisieron dejar huella de su espíritu solidario con sus regalos de boda. Y es que Harry y Meghan pidieron a sus invitados que en lugar de hacerles un regalo, donaran dinero a una de las siete organizaciones solidarias que ellos mismos proponían en su invitación. Nunca se supo el dinero exacto que se había recaudado, y los novios llegaron incluso a devolver algunos regalos que habían llegado al Palacio de Kesington valorados en 8 millones de euros.
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