Utiliza champú de la marca Head & Shoulder (cuesta 3 dólares), no usa secador, se sirve de un peine y nunca cepilla el pelo hacia delante. Estos trucos de belleza capilar los confesó el propio magnate Trump en el año 2011 en una entrevista para la revista Rolling Stone. Sin embargo, en 2015 comentaba a otro periódico, The Des Moines Register, que si era elegido presidente de Estados Unidos no le quedaría más remedio que cambiar su peinado ya que no tendría tiempo para cuidarlo debido a sus tareas en el Capitolio.
En su rutina, el multimillonario deja secar el cabello al aire, un proceso que le lleva aproximadamente una hora (algo difícil de creer teniendo en cuenta la cantidad y calidad de su cabello). En esos casi 60 minutos, según él mismo explicó, aprovecha para leer el New York Times o ver la Fox.
Echando la vista atrás y recurriendo a la hemeroteca, me doy cuenta de que Donald Trump lleva muchos años desmintiendo los rumores de que usa peluquín, peluca o tupé. En 2004 tuvo que responder varias preguntas del veterano periodista Larry King acerca de la autenticidad de su cabellera.
La sombra de la duda aún se mantiene a pesar de que en la intensa campaña electoral Trump dejó que algún periodista le diese algún que otro tirón de pelo para certificar que su peinado no es falso.
Incluso en un mitin en Carolina del Sur hizo subir a una mujer al estrado para que realizase la oportuna comprobación.
Sin embargo, su peinado (algún médico sugiere que con él Trump tapa la calvicie o alguna cicatriz), y el color (del moreno de los años 70 pasando por el anaranjado hasta el amarillo «Piolín» también en cejas a partir de 1999) ha ocupado muchos titulares tanto en la prensa social como económica. Y es que el peinado es un icono del personaje. De hecho, en Estados Unidos se vende la peluca de Donald Trump por 22 dólares.
Hablar de la cabellera del presidente electo de Estados Unidos da que pensar pero qué duda cabe de que los rasgos físicos de los candidatos son muy importantes, incluso determinantes, para una parte del electorado: la que tiene menor nivel cultural y pasa más tiempo viendo la televisión.
Así lo refleja un reciente estudio del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). Otra investigación realizada en 2015 por la prestigiosa publicación Journal of Neuroscience localizaba sobre la base del cerebro, justo encima de los ojos, la región cerebral que determina a quién elegimos. Según este informe a la hora de decidir el voto estamos influidos por la primera impresión que sacamos de la imagen de los aspirantes políticos. Está visto que el corte de pelo de Trump ha gustado más que el de Hillary.
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