Todos conocemos el origen comercial de la celebración de San Valentín, pero el tema viene de mucho más atrás, cuando en el siglo III en Roma un sacerdote llamado Valentín fue sentenciado a muerte por el emperador Claudio II. El motivo de tan cruel pena era que el clérigo celebraba matrimonios entre jóvenes enamorados. Hasta ahí todo normal, pero el emperador pensaba que los jóvenes solteros y sin familia eran mejores soldados, por lo que de casarse… nada. Así que se cargó al que causaba tanto mal entre las filas de su ejército. La ejecución fue un 14 de febrero del año 270. Desde entonces y tras ser canonizado, se convirtió en el patrón de los enamorados.
Pero la parte de la celebración y la compra y entrega de regalos vino desde Estados Unidos mucho más tarde. Concretamente desde 1840 aproximadamente, cuando una americana, Esther Howland, empezó a vender tarjetas de felicitación con motivos románticos y dibujos de jóvenes enamoradísimos. Ahí se lió todo.
Una excusa para entregar «los regalos» de San Valentín es una cena que muchas veces se convierte en una declaración de amor o una petición de matrimonio. Todo debe ser perfecto, así que aquí os dejamos unos maridajes para que disfrutéis del momento con vuestra persona favorita y le preparéis en casa una cena inolvidable.
Empezamos con unas ostras al natural con granizado de yuzu y polvo de regaliz. Las servimos en un bol con hielo picado para que estén bien frías y las vamos a acompañar con un delicado espumoso de Grimau Gran Reserva Brut Nature.
Vamos a seguir con glamour y frío, que el calor vendrá después… ¿no? Un día es un día y preparar unas cucharas de nácar con caviar Riofrío y un vodka bien helado es una auténtica delicia para los sentidos.
Bogavante, langosta, carabineros, gambas, cigalas, langostinos… Todos estos crustáceos pueden llenar una bandeja preparada a la plancha y una selección de salsas aparte para que tu pareja escoja lo que quiera, ya que tú ya has elegido un albariño de Valtea para armonizar estos frutos del mar.
Las cosas del mar están muy bien, pero ¿qué tal un poco de carne para terminar? Pues claro que sí. Vamos a preparar algo muy sencillo: un buen tataki de ternera de Okelan con unos cristales de sal y salsa de miso. El compañero perfecto es un vino de Ribera del Duero como el Finca La Blanquera de Monteabellón.
Busquemos un previo al final de infarto. En los maridajes, los salados y los dulces juntos se potencian hasta límites insospechados. Un queso azul tan especial como por ejemplo un cabrales Teyedu necesita un vino también muy especial como el Dolç de l’Obac, una joya líquida que nace en el corazón del Priorat.
Como menú no está mal, ¿no? Pero… si estás pensando en el postre, quizás debas seguir tú.
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