El alma de Dom Pérignon

Descendiente de una larga saga de viticultores de la Côte des Blanc, Richard Geoffroy nació en el corazón de la región de Champagne en 1954 en el pueblo de Vertus, en medio de viñedos de Chardonnay. En contra de lo que podría haber sido su predestinada carrera en el mundo del vino, tomó el camino de la medicina y se doctoró en 1982.

A continuación, volvió a sus raíces y se inscribió en la Escuela Nacional de OENOLOGIE en Reims. Así pues comenzó su segunda carrera del vino en el Valle de Napa y se convirtió en asesor técnico de Domaines Chandon, actuando como un enlace entre la Champagne y los viñedos del Nuevo Mundo. Y curiosamente aprendió el oficio en suelo extranjero antes de ejercer plenamente en su tierra, la Champagne.

En 1990, Richard Geoffroy se convirtió en el Chef de Cave de Dom Pérignon y desde entonces ha estado observando el destino de este vino convertido en una leyenda. Como custodio de la historia y el estilo de Dom Pérignon, Geoffroy creó el concepto ‘vintage’. Todo Dom Pérignon es un champagne vintage y cada uno de estos vinos de añada es una reinvención.

En el año 2000, Richard Geoffroy decidió dar a los amantes del Dom Perignon un acceso a algunas raras añadas desde el concepto de ‘Plénitudes’. Eligiendo cuidadosamente los vinos con respecto a su etapa de maduración, ya que en las ‘Plénitudes’ el vino continúa madurando durante años, e incluso décadas y renace varias veces, este proyecto es la máxima expresión de un vino cuyo estilo desafía el tiempo.

Geoffroy, como Chef de Cave, ofrece una forma única de experimentar el vino sobre la base de nuevas correspondencias culturales y sensoriales gustativas. Captando y filtrando una gran cantidad de impresiones, que reinterpreta de manera deslumbrante construyendo una visión original de Dom Pérignon, que debe enfrentarse a la prueba implacable del tiempo.

Geoffroy explica que «con las botellas 2002, 2003, 2004, 2005, 2006 ya he mencionado la importancia especial para mí de declarar cinco añadas continuas de Dom Pérignon. Evidentemente, la naturaleza fue agradecida durante la primera década del milenio. No fue más que una mera casualidad en relación con el clima, sin embargo, como ya he comentado, la clave está en la perseverancia, la dedicación y el trabajo en equipo”.

La intención es construir el ideal estético de Dom Pérignon, su singularidad. El carácter del año, provocado por el paso de las estaciones y por el capricho de la naturaleza, es la restricción. El acto de creación que sucede cuando la intención cumple la restricción: Dom Pérignon surge de la tensión entre estos dos polos.

Geoffroy dice: “Todos los años llevan cabo cada una de las tareas con el mismo objetivo final en mente: declarar la vendimia. Esto implica decisiones difíciles, un modo de pensar, la asunción de riesgos, soluciones innovadoras y, a veces sacrificios. No podemos comprometer la calidad de la uva, de la madurez de la cosecha. Nosotros siempre vamos a través de toda la secuencia de elaboración del vino, y riguroso proceso de selección de los vinos hasta llegar al ensamblaje. Sólo entonces, al final de un esfuerzo de 7 meses, podemos decidir si declarar una vendimia o no«.

Siempre que lo consiguen es un logro y, en sí mismo, la recompensa. Entonces ha nacido una nueva vendimia, contribuyendo con otra piedra para el edificio de Dom Pérignon: a acercarse cada vez más a la armonía en nuestra búsqueda de crear emociones.