España es el primer país exportador de aceite de oliva en el mundo. Sien embargo, llevamos muchos años escuchando que son los italianos los que han sabido crear valor. Ellos lo exportan embolletado y acompañado de un packaging y un marketing asociados que han ayudado a posicionarlo como un producto gourmet muy deseado.
Pero la situación va cambiando poco a poco. Los españoles, que somos los primeros exportadores a granel a 180 países de todos los continentes, nos vamos situando en no pocos de ellos como los mejores en cuanto a producción y calidad de los mismos.
Y por supuesto, el embotellado ha jugado en esto un papel importante. De hecho podemos encontrar una gran variedad de aceites perfectamente presentados en los mejores establecimientos de productos gastronómicos de lujo y premium de las ciudades más cosmopolitas del mundo.
Con todo, en el reciente estudio que elaboró el Círculo Fortuny -francamente interesante- sobre el universo de los productos de alta gama, aparece el aceite de oliva. Lo hace junto con el vino, calificados como productos de alta calidad que se exportan junto a la marroquinería, el calzado de cuero, los perfumes, cosméticos y mobiliario.
Pero los productos de gastronomía de alta gama que están claramente en alza en materia de exportación son el aceite de oliva, la trufa negra y el jamón ibérico. Estos se engloban en el posicionamiento de la alta gastronomía y hostelería en el ámbito global. En ellos, nuestros productos y oferta gastronómica están considerados como unos de los mejores del mundo por su variedad y diversidad.
Un buen ejemplo de ello son los aceites de Finca la Torre, una almazara de «aceite de autor», como ellos mismos la describen. Víctor Pérez y otros responsables de la almazara malagueña tuvieron que elegir en su día entre elaborar más cantidad de aceite o cosechar menos pero de una calidad muy superior.
Tras optar por la segunda opción, su AOVE ha sido reconocido con el Premio Alimentos de España al mejor aceite varias veces consecutivas. A esto se suman otros reconocimientos que lo posicionan como uno de los mejores aceites premium en sus cuatro variedades: hojiblanca, arbequina, picudo y cornicabra.
De esa producción, cerca de 12.000 kg corresponden a la variedad arbequina; unos 3.000 kg a la cornicabra; 1.000 kg a la picudo; y el resto (cerca de 60 toneladas) a la hojiblanca. Esta última es la estrella de esta almazara, procedente de árboles centenarios.
No en vano, la prestigiosa publicación internacional Flos Olei ha reconocido a One de Finca La Torre –catalogada como una finca biodinámica y ecosostenible- con 98 puntos en varias ocasiones. La publicación coordinada por Marco Oreggia junto los mejores expertos otorga premios y reconocimientos a aquellos AOVE que sólo superan los 80 puntos. Para ello revisa 500 fincas de excelencia de los 5 continentes en un total de 55 países.
El aceite One de Finca la Torre se presenta en una botella de cristal transparente bañada con protección ultravioleta para mantener intactas sus propiedades, que bien podría parecer una codiciada fragancia. Su color verde inicial de la primera prensa de la arbequina es digno de observar como si fuera una colección de tus fragancias favoritas.
Porque, a diferencia del vino, los responsables de Finca La Torre insisten en que el consumo no debe esperar. El motivo es que las propiedades -como si de un zumo se tratara- se concentran en las primeras semanas de consumo. Lo que produce un determinado picor es el polifenol con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias naturales.
Con esto queda claro que el aceite no caduca, pero sus beneficios se van perdiendo por la oxidación, como su color, donde observamos su evolución. Así me lo trasladaron en una visita antes de final de año en plena recogida de las aceitunas verdes de Finca la Torre. Allí, la recomendación es la de absorber todas sus propiedades en las semanas iniciales de ponerlos a la venta.
Como curiosidad, Finca la Torre está situada a 15 minutos de Antequera. Su relación con el aceite se remonta a unos 200 años antes de Cristo, cuando los romanos la replantaron de olivos e instalaron en ella el primer molino de piedra. Un elemento que aún se conserva en sus jardines.
Fue en torno al 1260 cuando se reconociera como productora de oro líquido, convirtiéndose en una de las almazaras más antiguas que se conocen. En ese mismo año se construyó la torre vigía que le da nombre y que aún domina el paisaje sobre una de sus colinas.
Pero otros aceites españoles han compartido reconocimiento en esta ocasión y en otras. Es el caso de Castillo de Canena (Jaén) con su picual biodinámico; Marqués de Griñón (Toledo) por su combinación de la mejor selección de picual y arbequina; y Oro Bailén (Jaén) por su frutados verdes dulces. Todos ellos han sido reconocidos con la mejor puntuación en diferentes ediciones.
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