Laura Pi y sus amorosos bocados
Su catering, Le Chef, es uno de los favoritos de la jet set catalana y uno de los más exclusivos, sin duda.
Una de las dificultades que tengo a la hora de escribir sobre la sociedad catalana es no perder de vista la discreción. En realidad no es un problema con los ricos de cuna, que saben siempre donde situarte y te dan pistas de dónde debes situarles a ellos. Son pistas, no órdenes, sutilezas que debes aprender para compartir un universo del que obtener valiosas informaciones que, sobre todo, deben ser de interés general y no chafarderías de patio de vecinos.
Nada que ver con los nuevos ricos, adinerados absurdos que te hacen partícipe de sus intimidades y al menor desliz, casi siempre involuntario, te amenazan o le piden al editor de tu periódico la cabeza (me ha pasado con dos, uno por cosas de sexo y el otro por dinero. ¿Verdad, señor conde?.
Los miembros de la jet set catalana son muy suyos en todo, tanto en su vida privada como en la pública, pero disponen de la mejor educación para distinguir entre lo que viven y lo que cuentan sin perjudicar a nadie. Uno puede saber de sus asuntos, de todos, de los amorosos a los económicos, pasando por los de salud, pero sólo deberán ser airearlos cuando afecten a la opinión pública o el escándalo traspase las paredes de sus mansiones. Ese difícil equilibrio no obliga a ejercer una serie de autocensura previa, simplemente es un límite a la información que puedes hacer llegar a la masa, unos datos que se supone que domina el círculo social del que tú formas parte accidentalmente.
Siempre hay algún incidente remarcable, como el de una pretendida dama de alta alcurnia a la que reproché no haberme informado de su boda con un señor mucho más joven, mucho más guapo y mucho más todo, menos rico. Me dijo ella -con la que había compartido mil y una noches de confidencias en el Up and Down, el palacio de la reina Dolly Fontana (increíble señora), donde se cocía el mejor de los caldos de cultivo en este tipo de experimentos-, que no tenía obligación alguna de contarme nada, porque al fin y al cabo coincidíamos accidentalmente pero éramos de estratos muy diferenciales y a mí, además, me invitaban a copas (lo hacían en todas las discos de pro a la prensa social y/o de noche).
No he vuelto a hablar con ella, a pesar de que una Navidad me pidió un beso de reconciliación y se lo di porque acababa de parar un taxi y la tarifa ya corría. Estas concesiones no significan la compra de un silencio, aunque sí el omitir ciertos paisajes que quedan sólo para los ojos de los elegidos. Como aquella noche en que Víctor Segura, el exótico RRPP por excelencia de tanto señorío ilustre, bailando un rock and roll, levantó por los aires a la esposa de un conocidísimo empresario, la cual aquel día olvidó su ropa interior pudiendo comprobar todos el excelente rasurado íntimo que practicaba la fantástica señora. Eso lo vimos quienes los vimos, y para el resto no deja de ser una curiosa anécdota sin importancia que publico hoy por primera vez.
A estas alturas se estarán preguntando a qué viene todo este rollo y cuál es su relación con la encantadora Laura Pi y su exquisito servicio de catering de ‘Le Chef’, pero es que a veces hasta lo que comen está vedado a la información.
Laura es una señora estupenda, y sirve a lo mejor de la sociedad catalana, como lo hacen Mercés Semon o La despensa de Laforja. Pero lo suyo tiene un toque mágico porque su entorno es tan frágil como hermoso, elegante como práctico, apetitoso como nutritivo. Hablaremos de comidas, claro, y de ella, pero nada de a quién se lo ha servido, con las excepciones pertinentes. Que ahora que las uniones no tienen que ser explícitamente heterosexuales, también se acepta el catering como elemento de prioridad imprescindible tras la ceremonia de rigor: del comer no se escapa nadie.
Y hablamos de enlaces recientes y no tan recientes que conocemos ambos, por lo que no se trata de revelaciones de qué nutrirme: son muchos años y vengo comido de casa. Como reconoce el refrán que asegura el tener que haber comido mucho caviar para llevar los garbanzos al hogar, aunque lo del caviar sea una relativa exageración.
Omitir apellidos preserva también a las familias de publicitar cuánto se han gastado, dato que siempre da que hablar y más en estos tiempos en que ni la política catalana se libra de haber metido mano en sacos de distintas procedencias. Pero tranquilos, quieto parado todo el mundo, que entre Laura Pi y el que escribe hay una complicidad de años y no vamos a estropearnos el pedigrí en lo que realmente sería un ‘Sálvame de luxe’, pero de verdad. Así que empezamos con Laura.
La encuentro en su despacho, la antigua carpintería Vives de Sarria, que ha recuperado para encuentros de pequeño formato y por el que han desfilado desde todas las blogueras del mundo de la mano de Gabriela Palatchi, Miss Pronovias, hasta Inés Domeq y Laura Vecino que presentaron el showrom de sus bikinis Bqueenie. Todas salieron maravilladas y con selfies hasta las orejas. No es para menos, porque al espacio le han puesto encanto los de La Bóvila de Corsà en Girona, el feudo de José María Plana y su hija Cristina, mientras que la decoración ha sido obra de Jordi Montana, de El taller de la Bisbal. Como una imagen vale más que mil palabras, contemplen las fotos.
Volvamos con Laura, que está preocupada porque no ha tenido tiempo de pasar por la peluquería y teme por sus pelos, aunque es y está preciosa. Tampoco está contenta de cómo queda en foto una blusa, nada fotogénica, que la tiene más preocupada todavía. Aunque la vemos entre fogones es toda una señora que estudió Empresariales y empezó a trabajar con el recordado y admirado Higinio Raventós, de cuyo equipo de azafatas de su esposa, la más que encantadora Cristina Martí, formaba parte Laura antes de pasar a ser gerente del Club Financiero.
Ella se encargaba de todo, pero le apetecía cuidar los catering porque le recordaban la cocina de su abuela, de su madre y, sobre todo, de los mejillones rellenos de la cocinera Nati. La función de Laura llamó la atención de Luis Conde que le encargó la formación de un despacho de head hunters en el que también se ocupó de todo, desde buscar el local y decorarlo hasta localizar talentos. Alertada por su cada día más afición por los fogones (devoraba cursos de formación), Montse Alegre le ofreció la dirección de Le Chef, donde empezó dirigiendo la Escuela durante dos años para iniciarse en el catering, cuyos primeros pedidos fueron para los eventos de las alumnas.
De ahí a servir cenas de Navidad para 2800 personas en Mango y lograr una felicitación del exigente Isak Andic, o atender otra en el Fomento para el rey Felipe VI son pequeñas anécdotas sólo superadas por los encargos del presidente de Kazajistan en su casa de Lloret de Mar, ejecutados con una discreción superior a la de la jet catalana, aunque aquí por motivos de seguridad. El negocio seguía viento en popa, aunque la crisis de 2007 a punto estuvo de hacerle arrojar la toalla. Ahí apareció José Cacheiro, que con con su inyección de capital reflotó un negocio del que aún sigue de socio.
Y a todo esto, la vida pasa. Tras un noviazgo de ocho años con Jorge Riera, que fue de lo más in del momento, Laura se casó con Paco Agustí con quien tuvo dos hijos, Alejandro, de 27 años, y Javier de 26, y se separó años más tarde para casarse con Carlos Salvador, ginecólogo de la Dexeus, con quien tiene una hija, la bella Inés, que está en Bachillerato.
Laura me cuenta todo esto mientras degustamos un menú preparado por el chef de la casa, Mauro Ciccarelli, que tras unos años con Sergi Arola pasó a comandar los fogones de Le Chef. Tras una tabla de quesos nos preparó una sopa fría de tomate y remolacha con tartar de gamba roja de la costa; una lubina salvaje al horno con patata fondant, sofrito tradicional, huevo trufado y consomé de jamón ibérico; y de postres, frutos rojos y naranja confitada con sorbete de coco y espuma de fruta de la pasión. Un menú excepcional que Laura me asegura que sabe igual para uno que para el número de comensales que se precise, que hoy en día hay camiones y material para cubrir todo tipo de eventos. Y Laura se queda anotado ya el próximo evento. No para ni en verano.