Ya lo sabemos, el arte y la arquitectura van unidas de la mano. Juntos, los dos términos son capaces de construir hazañas dignas de elogio. Hazañas que transcienden el tiempo y el espacio, y que rompen las reglas de la ortodoxia, derivando en el mejor de los placeres. En suma, la arquitectura es el arte de reinterpretar las reglas escritas, como lo hiciera uno de los artistas más famosos del orbe. Hablamos de un tal Picasso, en el que se han inspirado para construir esta espectacular casa.
Tal es la influencia mundial del artista, que el estudio de arquitectura australiano Durbach Block Jaggers Architects ha construido una hermosa vivienda sobre un acantilado.
Se ubica en la zona de Dover Heights, un lugar con unas vistas de impacto, a unos 70 metros de altura. Y le ha puesto como nombre la Casa Holman, haciendo referencia a su propietario.
Los arquitectos han confesado que la obra de arte en la que se inspiraron fue Las Bañistas. Un cuadro que Picasso culminó en 1918 y que se puede ver en el Museo Picasso de París.
El óleo muestra tres mujeres en traje de baño en la costa, disfrutando de un buen día de playa. Una de ellas se acaricia el pelo de espaldas, otra reposa sobre la arena cubriéndose con una toalla y la última parece contorsionarse de una forma audaz frente al pintor.
Esta contorsión, o fluidez corporal, fue tomada como referencia por los diseñadores para crear una compleja red de espacios en la residencia australiana. Ésta, dentro de una curiosa planta construida, mantiene ventanales frente a lo más importante que posee una vivienda: su exterior.
De hecho, el edificio aprovecha la configuración geográfica para crear un jardín escalonado frente al Pacífico, con piscina incluida.
Así, desde la calle sólo se puede apreciar la gran puerta de acceso a la finca, aparentando que el edificio sólo posee una planta. Y es que la Casa Holman no posa sus ojos en la calle, sino que lo hace al océano.
El edificio está construido de forma que su sala principal y el comedor se elevan sobre el acantilado, sostenida esta parte por pilares inclinados a modo de travesaños.
El resto de la construcción se sostiene sobre muros de piedra que permiten el apoyo de forjados de hormigón armado. La piedra se extiende por todos los muros de un jardín cuya confección corrió a cargo de la empresa paisajista jila.
Ésta revela en su web que las condiciones climáticas extremas del lugar y sus escalones geográficos determinaron la implantación de plantas costeras.
La construcción, que finalizó en el 2004, cuenta con unas sinuosas formas que permiten la aparición de enormes ventanales, con tres protuberancias que destacan como extremidades del edificio, ideales para la comunicación visual con el exterior.
Posee tres dormitorios en planta baja, o menos uno por debajo de la rasante, que se adaptan a la superficie curva exterior.
La planta baja cobija las estancias de noche, y la planta primera o a nivel con la calle, posee las estancias de día. Ambas se comunican con una escalera de caracol de hormigón pintado de blanco con peldaños de madera, un revestimiento de madera que sube también por las paredes de la caja de escaleras. El pavimento de madera recorre el resto de la residencia de forma longitudinal, dando sensación de amplitud.
En los baños se optó por pavimento de mármol, idéntico a las encimeras de los lavamanos, y la eliminación de las tradicionales cerámicas en las paredes, dejándolas limpias y blancas como el resto de las paredes interiores de la residencia. En el exterior, el pavimento se transforma en pizarra, ideal para las zonas costeras. Una piedra tan singular, duradera y práctica, que se coloca en forma de trencadís.
Las carpinterías exteriores poseen perfiles de aluminio negro, que remarcan de forma especial su conexión con el resto de paramentos. También los falsos techos se detienen a unos centímetros de los ventanales, escondiendo el sistema de persianas preparado para cuando se quiera más intimidad, o protegerse del astro rey. No nos engañemos, vivir en una residencia así es una temeridad para los que amamos el océano.
Pero espera, que aún hay más. Y es que la cocina se ubica detrás de la gran sala multiusos, con comedor, zona de trabajo y lectura, sala de estar y mirador.
Su encimera se transforma en barra flotante, sostenida por los pilares metálicos del edificio y por unas finas patas al interior, casi invisibles. Vamos, un audaz mueble digno de mención y que, además, se curva como si fuera una de las hermosas bañistas de Picasso.
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