Se puede apreciar en el skyline de Brooklyn un nuevo complejo de edificios que dará mucho que hablar. Y no, no lo hará por su altura, ni por su ubicación, ni por su diseño, lo hará por su concepto de funcionalidad, que es lo que ha primado en su desarrollo. Los promotores del proyecto conocido como 420 Kent, sito en la Avenida Kent de Nueva York entre los números 416 y 420, han primado esto: que cada propietario tenga una esquina.
Los arquitectos del proyecto, ODA Architecture, presumen de haber contrapuesto la jerarquía clásica de las cuatro esquinas, donde las vistas en muchos inmuebles se limitan a una sola dirección, con la actual, en la que muchas residencias disfrutan de vistas en tres orientaciones distintas y muchísimo espacio al aire libre. No es cuestión menor si pensamos que el complejo albergará 857 residencias.
Sus tres torres se dividen en dos edificios, el primero contará con 252 inmuebles y abrirá sus puertas en breve; y el segundo tendrá 605 viviendas y sus dos torres estarán unidas por un podio o base. En total, más de 74.000 metros cuadrados de superficie de los que 2.300 serán de uso común, 1.800 para restaurantes y comercios, y 7.400 se destinarán al disfrute al aire libre, que incluyen un parque frente al paseo marítimo de South Williamsburg.
El diseño, por supuesto, ha ocupado un primer lugar, lo podemos analizar desde la entrada, los lobbies acogen a los inquilinos con tonos cálidos para relajarlos, además de personal las 24 horas del día. Tiene una puerta frente al río, para admirar la maravillosa silueta de Manhattan al salir de ella, dos plantas de garajes bajo suelo y parking para bicicletas. Por supuesto, en el lobby podrá tomarse un café o disfrutar de la última exposición de arte.
Como es de esperar, los acabados se convierten en punto de singular atención, así, un pavimento de madera natural (de roble para ser exactos) ocupa las principales estancias, ventanas de piso a techo permiten la entrada de luz natural en su máxima conceptualización, muebles de cocina personalizados, cerámicas imitando a mármoles, accesorios de la casa Kohler, hornos de la marca italiana Bertazzoni y electrodomésticos de la siempre fiable Bosch.
Una de las ventajas de realizar complejos tan “masivos” como este es la posibilidad de ampliar la clásica oferta de vivienda y garaje con otras comodidades. Así, los inquilinos del edificio tendrán entre sus instalaciones comunes una sala de fitness de última generación, piscina en cada una de las cubiertas (debería estar prohibido hacer un edificio sin piscina), estudio de yoga y una espectacular y relajante biblioteca.
La socialización entre vecinos está garantizada, en ambientes relajados o dinámicos, como el salón “puesta de sol” (Sunset Lounge), pensado para charlar animadamente con amigos, las habitaciones piano (Piano Rooms), donde celebrar un cumpleaños, una fiesta o preparar una comida comunal. Aunque lo mejor siempre está al aire libre (sobre todo en verano), así, los salones al aire libre y las cubiertas transitables, algunas ajardinadas, harán que las visitas se mueran de envidia.
El bienestar se ha convertido en estos años en algo transversal, tanto que se habla en política de transversalidad y vemos que donde realmente se aplica con lógica es en el mundo de la edificación (¿paradoja?). Así, los nuevos diseños de edificios comunitarios fusionan una buena distribución interior, zonas comunes de ocio (cuantas más, mejor), zonas de cuidado del cuerpo (gimnasio, spa, gourmet, etc) y de la mente (bibliotecas, salas de cine, jardines). Este complejo, por supuesto, no es la excepción.
Las tres empresas detrás del proyecto son Spitzer Enterprises, la empresa que pone el capital, ODA Architecture, cuyos diseños hemos visto en The Luxonomist con anterioridad, y Citi Habitats, expertos en ventas y marketing. Ahora bien, otra de las cuestiones que debes saber es que para vivir en estas torres tendrás que alquilar (prohibido comprar), los precios oscilan entre los 2.500 dólares de media por un estudio (2.150 euros), los 3.500 de un apartamento con una habitación (3.000 euros) y los 5.000 dólares por una residencia de dos cuartos (4.300).
La torre más alta alcanza las 24 plantas, siendo la más baja de 22, sus siluetas, formadas por rehundidos en todas sus fachadas que permiten más vistas y más terrazas, provocan un efecto de inverosimilitud al espectador (¿de verdad lo han construido así?). El 80 por ciento de las viviendas tienen al menos una esquina y el 20 por ciento tendrán precios más económicos, para personas con rentas bajas.
Las muy bien aprovechadas 1,2 hectáreas de terreno donde se desarrolla el complejo tienen la maravillosa cualidad de la buena ubicación, las vistas inherentes al sitio son inmejorables. Desde las ventanas se puede “casi” tocar el puente Williamsburg, con conexión directa a Manhattan. Vistas sobre el East River y los ferris que transitan sobre las plateadas aguas del río, vistas sobre la silueta de la zona más famosa de Nueva York, sobre todo por la noche, con la multitud de luces que iluminan esta parte del cielo americano.
El coste total de la edificación asciende a 700 millones de dólares, unos 604 de euros, si hacemos números veremos que el coste por metro cuadrado construido es de 8.160 euros, un precio muy superior a la media, un gasto que vislumbra el compromiso de los promotores por la calidad y la sostenibilidad, palabras clave en edificación. Además, si seguimos haciendo números veremos que para amortizar el gasto habrá que esperar unos 15 años. ¿Poco o mucho tiempo? En todo caso, una necesaria apuesta por el futuro de Brooklyn.
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