El presente año, 2.022, se cumple medio siglo desde que la poderosa industria del automóvil, más concretamente la marca BMW, nos regalara todo un coloso, un edificio que, sin lugar a dudas, marca un antes y un después en la arquitectura moderna, y que, por supuesto, no deja indiferente a ningún espectador, tanto, que quien lo visita en busca de un vehículo, no puede dejar de detenerse para deleitarse en él.
Y es que la Torre BMW, cuya construcción finalizó en 1972, justo a tiempo para los Juegos Olímpicos, tiene un diseño que recuerda, nítidamente, a los vehículos de la marca, haciendo referencia a sus neumáticos mediante su forma: cuatro cilindros que se alzan orgullosos hasta los cien metros, unidos en su centro, junto a un espectacular edificio con forma de cuenco que sirve como museo.
Las dos construcciones ubican en Múnich (por si vas a visitarlos), y cada uno de ellos tiene apodo: el Cuatro Cilindros y el Cuenco (adivino el porqué de cada uno de ellos). Fueron inaugurados oficialmente el 18 de mayo del año 1.973, aunque eso es lo de menos, a día de hoy, con 50 años a sus espaldas, luce radiante, incluso mejor que el primer día (es lo que tiene tener quien te cuide muy bien).
El arquitecto, Karl Schwanzer, no vivió mucho tiempo después, así que no pudo disfrutar de todo el éxito que ha amasado el edificio. Y es que el complejo se ha situado como referente de arquitectura moderna de oficinas. Por supuesto, las grandes gestas nacen de la “necesidad”, y a finales de los años sesenta BMW precisaba establecer un nuevo centro de oficinas, para lo que convocó un concurso arquitectónico (que ya sabemos quién ganó).
Lo más llamativo, sin embargo, se esconde dentro, y es que la sugestiva torre se suspende casi exclusivamente por un eje central de, obviamente, enormes dimensiones, este diseño futurista en aquel entonces, encandiló al jurado. Y no era para menos, la construcción comenzó por la torre central, completando después el resto de plantas mediante enormes grúas en forma de cruz.
En números, el eje de la torre aguanta una carga suspendida de 16.800 toneladas, lo que es una carga brutal. El diseño, permitió una clara industrialización del proceso, al poseer elementos repetitivos, esto facilitó la ejecución del edificio en tan sólo 24 meses, siendo que la ejecución de la cimentación y la torre central llevó seis meses y medio.
El edificio posee veintidós plantas, siendo 18 destinadas a oficinas y cuatro a plantas técnicas, también posee una planta baja y un sótano. La característica estética más llamativa, la forma en planta de trébol, se convierte en la característica funcional principal, dado que esta forma permite caminos más cortos a todos los puntos de oficinas, mejor comunicación y optimiza las líneas de organización de los distintos departamentos.
Una curiosidad sobre la torre fue que los emblemas corporativos en la cubierta acarrearon a BMW una multa de 110.000 marcos alemanes de la época, debido a que la normativa municipal consideraba como impacto medioambiental, en fin, para que veamos que de “raza viene el galgo”. La empresa imprimió emblemas en lonas y las colgó a casi 100 metros al este y al oeste, así que, esta última orientación, le supuso la sanción mentada.
Como habrás imaginado, la torre y el museo atraen a millones de visitantes al año, lo que los convierte en emblemas del Estado de Baviera y su atracción turística más popular. El cuenco es, por derecho propio, otra obra genial del arquitecto vienés, diseñada sin apenas aperturas al exterior cuenta con varias rampas y plataformas en las que distribuir los vehículos históricos y las nuevas referencias de la marca.
Un marco de columnas circunda el museo, con seis de distintas alturas dentro del espacio, esto sostiene la cubierta exterior de hormigón, creada bajo los principios de automoción de la carrocería autoportante, todo un guiño de altura. Así, la idea interior del museo es recrear el hábitat automovilístico: las carreteras, los puentes y los aparcamientos, eso sí, con mucha mejor iluminación y menos problemas de circulación (todo hay que decirlo).
Dos últimos detalles para terminar: los colores del museo, en azul oscuro, plata y blanco, hacen un guiño a los colores del anagrama de BMW, que se vislumbra en el techo, con una dimensión de 40 metros de diámetro, sólo visible desde lo alto. La segunda es que, el edificio obtuvo el estatus de protegido en el año 1999, así que el emblema mundial de la marca posee un reconocimiento a su altura. En fin, da gusto ver estos edificios, y trabajar en ellos, debe ser algo muy parecido a conducir un BMW.
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