Normalmente, cuando hablamos de puentes, nos imaginamos grandes estructuras que nos llevan del punto A, al punto B. Pocas veces nos imaginamos que puedan ser, además, escenarios de vida en su interior, salvo que pensemos en el Ponte Vecchio de Florencia (obviamente). Pero los hay. Son los llamados museos-puente que permiten fusionar cultura, arte e imaginación. Para muestra, los siguientes cuatro magníficos ejemplos.
Empezaremos esta singular ruta por Noruega, donde el estudio de arquitectura BIG finalizó en el año 2019 el museo The Twist. Hablamos de un singular edificio que cruza un río de una forma poco usual. Y es que su estructura se retuerce sobre su eje transformando su espacio interior y visualizando un inaudito paisaje desde el exterior. El museo tiene corte industrial, de ahí que los arquitectos hayan definido su estética.
El guiño al corte industrial es patente en la forma de contenedor del museo y su envolvente de aluminio, que permite una configuración impactante y seccional. El edificio salta, además del río, un pequeño desnivel, aprovechado por los diseñadores para proponer un lado más alto y esbelto y otro más bajo pero ancho. En un lateral, una parte acristalada permite disfrutar del escenario más natural, de la vida, que dirían los poetas.
El mismo año se inauguró en China, en Xiangxi, el museo de arte de Jishou. Es obra del estudio de arquitectura Atelier FCJZ, quienes quisieron poner la cultura al alcance de los habitantes de la ciudad de Jishou. Para ello aprovecharon que el río Wanrong atraviesa la urbe y ejecutaron este singular museo-puente, con formas tradicionales por el exterior, pero estructuras modernas en su base e interior.
El museo de compone de dos partes. Por un lado un arco estructural que salva la distancia entre las dos partes del río; y por otra un cuerpo de hormigón armado sobre este que permite el tránsito de peatones en sus tareas diarias y la inclusión del museo de arte. El museo aprovecha que los márgenes del río se cubren de edificios para fusionarse con ellos en ambos lados, es como permitir que el arte se funda con la vida cotidiana.
El tercero de nuestros museos-puente está en Japón. Concretamente en la población de Yusuhara, que con apenas 5.000 habitantes posee una de las maravillas arquitectónicas del país nipón. Se trata del museo de madera de Yusuhara ejecutado con la misma madera con la que se ha construido casi todo el pueblo: madera de sugi o cedro japonés. Kengo Kuma, el reconocido arquitecto internacional, firmó el proyecto llevado a cabo en el año 2011.
Y es que el edificio puente se apoya sobre un único pilar de madera, conectando dos edificios públicos (lo público siempre denota altura, si se me permite el chascarrillo). Para más atrevimiento, la viga apoya en un solo pilar central y en los extremos, además, la viga se compone de traviesas de madera de pequeñas dimensiones, que reparten la carga en forma piramidal hasta el pilar. De repente, se me ocurre que este puente es como la vida misma.
Para finalizar aterrizamos en nuestro país para conocer el Pabellón puente de Zaragoza. Diseñado por la extinta Zaha Hadid (para muchos, la arquitecta más importante del último siglo), el edificio cruza el río Ebro y fue inaugurado para la Expo de Zaragoza 2008. Algo que lo que lo convierte, de paso, en el edificio más antiguo de este artículo.
El edificio alcanza la longitud de 260 metros, es decir, puesto de pie, alcanzaría mayor altura que ninguna de las cinco torres de Madrid. La forma evoca la imagen del tallo de un gladiolo, que cruza desde una orilla, convirtiéndose por el camino en tres vainas que desembarcan en el extremo opuesto, toda una obra de ingeniería de la mano de la internacional Arup, que ya nos suena muchísimo de otros artículos.
Ellos nos explican que la estructura se construyó en celosía de geometría variable, con arcos basados en la figura del diamante, aunque se muestran especialmente orgullosos de lo que no se ve: el edificio puente se posa sobre 22 pilotes de 72,5 metros de altura, en otras palabras, los pilotes más profundos del país (para hacernos una idea, el edificio más alto de Palma de Mallorca alcanza los 72 metros y se llama Torre de Es Fortí).
Hoy día, y gracias a Mobility City, el museo-puente se ha convertido en el primer Museo Tecnológico de la Movilidad en el siglo XXI (tal y como nos informan en su web). La doble o triple funcionalidad del edificio, y su arquitectura de vanguardia, con una estética impactante, nos reconcilia con el futuro, que, sabemos difícil en cuanto a distintos aspectos sociales y económicos, pero que puede ser un lugar donde los retos se tornen en hechos.
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