Frente a la nueva normalidad, nueva felicidad

¿Cómo nos ha cambiado la percepción de las cosas? Descubre los tips de la nueva felicidad post-covid.

Patricia Peyró. 23/06/2020

Este 20 de junio hemos celebrado el que supone ser el Día más feliz del año, también conocido como Yellow Day.  No sabemos si la onomástica será un invento más de alguna agencia de publicidad, como se rumorea desde hace tiempo con el Blue Monday. Sea como fuere, no es mal momento para replantearnos ciertos valores en nuestra vida, dado todo el recorrido emocional que hemos sufrido con la crisis del coronavirus.

Además de seres queridos fallecidos por Covid-19, hemos perdido algo tan importante como la libertad durante los meses que está durando el estado de alarma y la etapa del confinamiento. ¿Por qué ha sido, o debería haber sido el día más feliz del año? La clave de este supuesto Yellow Day está en aspectos relacionados con la meteorosensibilidad y, en suma, en variables como la luz y el aumento de las temperaturas, unidos a esa paga extra que se suele recibir en estas fechas.

El efecto de la aversión a la pérdida

No olvidemos que estamos viviendo los días más largos del año y que, en estos momentos, también anticipamos las mieles de las vacaciones que están a punto de llegar. Todo ello, que habitualmente tiene bastante sentido, este año no aplica necesariamente. La falta de ingresos por pérdida de empleo, los ERTES, la muerte de algún allegado, o incluso las crisis de pareja resultado del confinamiento no parecen animar a grandes fiestas. El contexto que estamos viviendo, por el contrario, más bien invita a la introspección y a la valoración de lo que antes teníamos y ahora quizás no conservamos en su totalidad, centrándonos en nuestra realidad actual.

Cuando oímos aquello de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, tenemos un ejemplo más del saber popular secundado por la psicología y por la ciencia.  Este fenómeno es cien por cien real, y tiene un nombre:  aversión a la pérdida (en inglés, loss aversión).  Así lo explica Daniela Pittman, máster en psicología en Harvard, y ahora docente en la ciencia de la felicidad. La psicóloga nos explica por qué habitualmente no apreciamos nuestro momento presente y lo que tenemos, y en cambio lloramos amargamente cuando perdemos aquello que teníamos.  Como estudiosa de la materia, señala cómo solemos reparar en ella únicamente cuando está ausente.

Lo sucedido a causa del coronavirus hace que este año muchos sientan que no tienen nada que celebrar (Foto: Pixabay)

Es el momento de replantearnos todo

Este fenómeno proviene de una teoría económica formulada por primera vez por Kahneman y Tversky en el año 79, y por la que la mayoría de nosotros preferimos evitar la pérdida que adquirir la ganancia equivalente”, aclara. El resultado de esta mentalidad o sesgo cognitivo es que, tanto en dinero, como en todo lo demás, preferimos evitar la pérdida que la ganancia equivalente. Hasta al punto de que “perder algo nos puede doler hasta cuatro veces más que la felicidad de tenerlo”, refiere Pittman.

Los cambios sociales impuestos por la pandemia mundial han tenido consecuencias a nivel individual en cada uno de nosotros. Una de ellas, y quizá la más importante, es que “han obligado a la sociedad a parar y a revisar toda su escala de valores; a preguntarnos qué es lo realmente importante en nuestras vidas, y qué es lo que verdaderamente nos hace felices”. Así lo estima Sol Sánchez, fundadora de Conscienthia, profesora de mindfulness y coach.

El término sueco Fika significa "tomar una pausa" o, popularmente, permitirse "hacer un break".
Precisamente por el Covid-19 es importante analizar tanto nuestro interior, como lo que nos rodea, para aprender a valorarlo (Foto: Pixabay)

Hay que buscar el bienestar

Por su parte, la experta en desarrollo personal señala cómo antes dábamos algunas cosas por sentadas.  Así, aspectos como “la salud, la estabilidad financiera, el contacto entre personas, el ir y venir y la libertad de movimiento que teníamos antes del Covid nos pasaban desapercibidos, y esta dosis de realidad nos lo ha puesto blanco sobre negro”. Y en este ejercicio de análisis, tanto interior, como de lo que nos rodea, descubriremos que lo material suele ser lo menos importante.

Una vez cubiertas las necesidades económicas, la compulsividad de ponernos objetivos, habitualmente basados en comprar y consumir objetos y servicios, no nos lleva a la satisfacción. “Por un lado, pone el foco fuera de nosotros mismos, dejando a merced del exterior toda nuestra felicidad y bienestar.  Y por otro, nos hace querer más y más, viviendo así una felicidad irreal, pues es momentánea e inestable”, observa Sol Sánchez. En lugar de esos momentos de felicidad efímera que otorga lo material, la coach aconseja cultivar la eudaimonia, un concepto griego cuya esencia quedaría reflejada en el bienestar o en la buena vida.

El buen tiempo, la proximidad de las vacaciones y la paga extra confluyen en el Yellow Day, supuestamente el día más feliz del año (Foto: Pixabay)

Por qué no debemos centrarnos en lo material

Todos tendemos a relacionar la idea de felicidad con la de posesión, siendo éste un fenómeno global propio de la sociedad de consumo.  Sin embargo, no lo conseguimos.  La psicología explica esta insatisfacción crónica basada en lo material por el principio de la habituación que viene a decir que te acostumbras a ello y, por tanto, deja de tener tanto valor o pierde peso. En vez de eso, la nueva felicidad a la que se refiere la eudaimonia que nos propone Sol Sánchez nos insta a mantener algunos patrones, que serán los que nos aporten verdadera plenitud en la vida.

  • Aprender a vivir el momento presente; sin obsesionarnos con expectativas acerca del futuro, ya que esto suele ser una fuente de ansiedad.
  • Abrazar nuestras propias emociones, reconociéndolas. También si son emociones negativas. Sólo así podremos reconducirlas.
  • Relacionarnos más, cultivando las relaciones con amigos y gente cercana.
  • Cambiar la compulsividad en el consumo por actitudes sostenibles para el medio ambiente.
  • Mantenernos positivo ante la adversidad. O como tanto se ha escuchado últimamente durante el confinamiento, cantar aquello de “Resistiré” (mentalmente, eso sí).

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