Lujo y descanso en el corazón de La Rioja
Existe un lugar en el corazón de La Rioja para dejarse perder unos días y disfrutar de sus paisajes, sus gentes, su gastronomía y su paz.
Te propongo un destino cuyos inicios bien se podrían asemejar a las famosas rutas que surcan Estados Unidos de costa a costa. Por suerte o por desgracia, según se mire y depende de quién lo mire, no tendrás que coger un vuelo para disfrutar de ella. No suena pretencioso si digo que la N-111 es digna de la R-66 estadounidense, por ejemplo. En ella, a tan solo 20 minutos de la capital de La Rioja, un pueblecito aparece como surgido de las entrañas del valle: Torrecilla en Cameros. Un lugar para dejarse perder unos días y disfrutar de sus paisajes, sus gentes, su gastronomía, del río que lo atraviesa (el Iregua) y de una estupenda estancia en una de esas casas rurales que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, Villa Liquidámbar.
En un rincón arrullado por el sonido del agua fluvial y con aroma a flor de tilo, que en julio y agosto está en pleno apogeo en todo el pueblo, se levanta una casona típica de estas tierras llamadas cameranas, por la sierra que las abraza y da nombre: la Sierra de Cameros. Villa Liquidámbar, bueno más bien Joaquín y Paloma, los dueños, han querido conservar el encanto y la tradición de la piedra, la madera, el agua y para completar los elementos, del fuego de los sarmientos que se convierten en ascuas para tostar unas estupendas chuletillas, en la barbacoa de la casona.
Una casa rural con la historia de la trashumancia, de la emigración y del retorno escrita en sus muros de piedra, ya que esta zona de La Rioja ha sufrido el devenir de los tiempos, de las idas y el retorno de las personas que un día partieron tras un sueño y que ahora retornan a esas raíces en post de otros sueños y la esperanza de inyectar vida nueva en esos pueblos de los que tanto oyeron hablar a sus padres, a sus abuelos.
Como es el caso de Joaquín, quien hunde sus raíces en este pueblecito tan acogedor. «Mi madre nació en este pueblo y yo me crié aquí hasta los 6 años con mis tías, mis abuelos y mis primos, pues mis padres tuvieron que emigrar a Alemania primero y a EEUU después», nos cuenta el dueño de Villa Liquidámbar. «De Torrecilla tengo los mejores recuerdos de mi infancia y de alguna manera, quería devolverle a mi pueblo todo lo que me ha dejado de herencia».
Como pudimos comprobar, Torrecilla en Cameros se encuentra en el corazón de La Rioja e indiscutiblemente en el corazón de este productor y realizador de televisión a caballo entre Madrid, La Rioja y EEUU, donde tiene a sus hijos y los dos nuevos miembros de su familia; sus nietos Mateo y Echan, dos postulantes a nuevos torrecillanos, como nos cuenta a media voz el orgulloso abuelo: «En cuanto puedan corretear por las calles del pueblo, me los traigo a que pasen el verano aquí, algo que yo llevo muy en el corazón. No hay nada que se recuerde con más ilusión que los veranos en el pueblo. Ya lo hice con mis hijos y ahora lo haré con mis nietos».
Villa Liquidámbar es una casa ecológica, respeta el medio ambiente ya que el calor del hogar lo proporciona una caldera de biomasa y autoabastece el riego de sus jardines aprovechando un pequeño manantial que pasa bajo la casa. La casona ofrece al viajero unas estancias cálidas, con la luz del día filtrándose por las contraventanas de madera, las vigas que coronan los techos, el arte disperso por los rincones y la relajación que trasmite el río que transcurre frente a la casa, en las ocho habitaciones distribuidas en dos estancias o en una sola.