México es un lugar de ensueño, no hay duda. Un rincón del mundo con identidad propia, tanto en lo que al género humano se refiere, como al geográfico. Sus ubicación y morfología lo convierten en una de las naciones más populares del Orbe. Tal es así, que el año pasado, nefasto para la vida y para el turismo internacional, México fue el tercer país más visitado del mundo.
Obviamente, este hecho es debido a la pandemia causada por el Covid-19, pero en 2018 y 2019, México ocupó el sexto y séptimo lugar de esta lista de países más visitados, por lo que el turismo es un sector muy importante para la economía de la nación azteca. Este hecho, probablemente, impulsó al fundador del hotel que os mostramos hoy a visitar Puerto Escondido, un maravilloso escenario frente al océano Pacífico.
El fundador, que responde al nombre de Ezequiel Ayarza Sforza, no creó el hotel para beneficio propio, sino para ayudar a la comunidad del lugar. La idea, que ya hemos visto en otro hotel muy lejos de aquí, es generar ingresos para abastecer a artesanos, agricultores y demás oficios de la región, con el objetivo salvaguardar las tradiciones que se han ido trasmitiendo de generación en generación y que, con el progreso, estaban a punto de desaparecer.
El hotel boutique Casona Sforza abrió sus puertas en diciembre de 2020. En él los productos fabricados en la zona representan el mayor de los alicientes. Por ejemplo, nos encontramos tazas artesanales, donde se sirve café de plantaciones mexicanas, o productos de la tierra en el restaurante. Todo, creado por la entidad llamada Pueblo del Sol, cuyas altruistas intenciones podrás ver en su web.
Para el diseño del hotel contrataron al arquitecto Alberto Kalach, fundador del estudio Tax Architects, quien se puso manos a la obra para convertir en realidad los sueños del promotor. Le dieron forma durante unos cuantos años, con bocetos, reuniones y charlas interdisciplinares, hasta que de ahí salió el complejo hotelero que ves en las imágenes. Un hotel con un diseño basado en formas simples y duraderas.
Por supuesto, estas formas son las que emanan de la figura que mejor transmite los esfuerzos, la esfera. De ella sale el círculo, como el que contiene la piscina del hotel, con escalones que se introducen en ella formando círculos más pequeños y profundos, la escena es genial. Una sección del círculo, el arco, forma parte indispensable del diseño de Kalach, creando con él bóvedas longitudinales como cubiertas del complejo.
Para ejecutarlo no podía haber otro material mejor que el ladrillo, elemento sin el cual no se puede entender la historia de la construcción, tan singular como prolijo, tan efectivo como sencillo. El ladrillo es la mejor herramienta para construir eficiente, ecológica y sosteniblemente, dado que sus técnicas de fabricación son bien conocidas: cocer volúmenes de barro encerrados en una forma paralelepípeda fácil de manejar.
Los ladrillos, de fabricación local, impiden la entrada de calor, permaneciendo las residencias temporales frescas. La forma tubular, con extremos practicables, también ayuda lo suyo a este efecto, evitando el consumo energético y el ruido del aire acondicionado. Los ladrillos se han confeccionado con un tono amarillo pálido, capaz de reflejar la luz solar, evitando la acumulación de calor.
Dentro de estas paredes se distribuyen 11 suites para huéspedes, un bar y un restaurante, todo abarcando 4.500 metros cuadrados y mirando hacia el océano. Por supuesto, la integración en el medio era uno de los requisitos básicos del proyecto, por ello, la altura del hotel sólo alcanza tres plantas en algunos puntos, adaptándose al terreno, para crear los miradores interiores.
La planta alargada de los edificios cobra vida al estar escalonada en distintos volúmenes y alturas, además, la forma abovedada, que permite una transmisión de cargas a lo largo de las paredes, ofrece también una garantía de resistencia antisísmica. Un detalle que, según propietario y técnico, también contribuye a la fluidez de la energía y los pensamientos positivos.
De las 11 suites, seis están en planta alta y cinco en planta baja, teniendo las primeras el aliciente de las vistas y las segundas la posibilidad de piscina privada. Otra empresa que tiene algo que decir es la encargada del diseño interior: MOB Studio. Ellos son los responsables del aire bohemio y de los colores tono tierra que impregnan el hotel.
Utilizaron diseños de su cosecha para que artesanos de la zona ejecutaran con maderas tropicales y materiales del lugar los muebles, pavimentos, lámparas, etc. Nada de lo que ves en este hotel puedes verlo en otro inmueble. Alfombras de Teotitlán, lámparas de hoja de palma de Veracruz, o sillas y hamacas de Yucatán nos esperan si nos animamos a visitarlos.
Incluso en los baños se respira artesanía, donde el mobiliario parece haber sido esculpido en el sitio, con hermosas bañeras y amplios espacios, ventanas de madera y lavamanos sobrepuestos formando parte de su base. Vigas de hormigón armado y de madera ayudan al sistema estructural, al mismo tiempo que rompen los volúmenes, creando un juego de luces y sombras interesantes, juego que continúa con las pérgolas exteriores.
Al final, el hotel parece cumplir su intención primaria: contribuir al sostenimiento de la población de la zona, integrándose en el ambiente circundante de forma única y espectacular. Además, el hotel tiene un estilo exquisito capaz de llamar la atención al más exigente.
*Fotografías Alex Krotkov.
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