Durante el último tercio del siglo XIX la ciudad de Melilla se va poco a poco olvidando de su río De Oro, cuyo cauce se cubre para utilizar la explanada como vertedero y zona de ejercicios militares. Melilla aún no ha sufrido el revulsivo del Modernismo y a nadie parece molestar que esta gran superficie sea tierra de nadie. Sin embargo, quizá por su origen acuático, ya sabéis, el agua es vida, este lugar comenzó a vivir su propia historia hasta convertirse en el parque modernista más relevante de su época.
Arrancaba el nuevo siglo y con él la idea visionaria del que fuera Capitán General de Melilla, de mejorar estos terrenos. Venancio Hernández Fernández encarga los proyectos y comienzan los preparativos para convertir en parque público una mugrienta escombrera. Así fue como en 1902 se inaugura el primer Parque Hernández en honor a su mentor e ideólogo.
Desde entonces, sus mejoras han ido en aumento. Al contrario que en otros lugares donde los supuestos avances y rehabilitaciones de zonas históricas han permitido que perdieran idiosincrasia e identidad, en Melilla la esencia de la ciudad ha sido respetada por todos sus gobernantes y valorada por los melillenses. Así es como también el Parque Hernández continuó viviendo y, por ende, creciendo.
De hecho, una de las aportaciones estéticas más importantes del espacio se produjo en 1915 cuando se instalaron en él pajareras, estanques, fuentes y surtidores de agua, quizá en homenaje al que fuera Río de Oro. Se decide también comenzar con la plantación de flores, árboles y vegetación tropical para embellecer el parque modernista.
Con una magistral visión de futuro, los jardineros encargados diseñaron un jardín que a la larga resultó perfecto. Las pequeñas palmeras (canarias, datilera y Washingtonia) que entonces se plantaron se han convertido en esbeltas señoritas, altas y delgadas, que vigilan desde las alturas para que el paso del tiempo no deteriore su parque.
De esta época es la gigantesca araucaria que ufana y airosa da la bienvenida a todo aquel que accede al recinto por la puerta de la Plaza de España. Mis favoritos son los grandes ficus y el drago, arbusto endémico de Canarias que aporta al parque originalidad con su silueta casi modernista. De Canarias llegaron también algunos ejemplares de pino canario.
Poco tiempo después de esta mejora sustancial se decide cerrar el parque modernista para preservar la seguridad de los melillenses. Para ello y como colofón a la verja, se coloca una triple puerta en honor a Guzmán el Bueno y a todas las hazañas y románticas leyendas que rodean su historia. Y es que fue nuestro héroe nacional, antepasado de D. Juan Alonso Pérez de Guzmán (III Duque de Medina Sidonia), bajo cuyas armas se conquistó Melilla.
De ahí la importancia de Guzmán el Bueno y la Casa de Medina Sidonia en la historia de la ciudad. Tanta, que el escudo de Melilla es el blasón de Medina Sidonia. La entrada del parque esta franqueada por dos bustos del militar y noble leonés lanzando el cuchillo en aquel famoso acto que convirtió a su hijo pequeño en mártir y a sí mismo, en héroe.
La inscripción del escudo lo recuerda con la frase ‘Praefere Patriam Liberis Parentem Decet’ («Conviene anteponer la Patria a la familia»), pues al parecer cuando tras la reconquista de Tarifa sus enemigos secuestraron a su hijo para cambiarlo por la ciudad, Guzmán el Bueno lanzó desde la almena del castillo un cuchillo diciendo: «Matadle con éste, si lo habéis determinado, que más quiero honra sin hijo, que hijo con mi honor manchado».
Otras mejoras datan ya de los años 30 con la instalación de pérgolas y una gran farola que recuerda al Capitán General Hernández. El parque cuenta también con esculturas en memoria de escritores y dramaturgos como Lope de Vega, Miguel Fernández o Fernando Arrabal, pero también otra a nuestro inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente o al teniente legionario Francisco José Aguilar, asesinado en Mostar en 2001.
En 2007 fue calificado por la UNESCO como Jardín Histórico y en 2010, con ayudas de la UE y de la Ciudad Autónoma, se realizó la última gran obra de conservación, recuperación y mantenimiento. Se plantaron más flores, árboles y plantas, y a cada especie vegetal se la identificó con un cartel descriptivo. A punto de cumplir 120 años, el Parque Hernández es ya todo un jardín botánico.
El pavimento se mejoró para facilitar el tránsito y la accesibilidad y se recuperaron elementos antiguos para combinarlos con otros actuales, pero sin que el recinto perdiera identidad. Las fuentes tienen ahora una gran importancia y visibilidad, y cuentan con un sistema de iluminación que hacen del parque un lugar muy especial para pasear al caer la tarde.
También de esta nueva etapa es el gran banco modernista que rodea el árbol centenario. Ya lo dijo el Presidente Imbroda durante la inauguración: “Hemos transformado una de las zonas más emblemáticas de la ciudad en uno de los parques más bellos de España”. Y con humildad, no puedo más que darle toda la razón. Muchos han sido mis viajes a la Ciudad Autónoma y en ninguno he podido prescindir de pasear entre sus fuentes, buganvillas, estatuas y palmeras. Es, sin duda, el Parque Hernández uno de los parques más bonitos de España. Un parque vivo en todos los sentidos.
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