Cuando Ian Fleming escribió la novela ‘You Only Live Twice’ en la que James Bond evita, nada más y nada menos que una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia, decidió que el personaje se hospedara en el Hotel Okura, el fantástico hotel que estaba conquistando a Japón y a sus más ilustres visitantes. Una lástima que resolvieran rodar las imágenes del largometraje en el Hotel New Otani, en fin, cosas del cine.
En la película titulada ‘Sólo se vive dos veces’ en nuestro país, Sean Connery toma unas copas con el personaje Dikko Herdenson en el Bambú bar, que no existe en el hotel original, aunque hay que reconocer que el nombre es un acierto. De hecho, el icónico edificio desapareció en parte el pasado año 2015 para dar paso a un nuevo y reformado complejo de edificios, en concreto dos torres de 75 y 188 metros de altura aún en construcción, que abrirán sus puertas en septiembre de 2019 justo antes de los Juegos Olímpicos de 2020.
El antiguo Hotel Okura se inauguró en 1962, antes de los Juegos Olímpicos de 1964, como hotel de primera clase, un edificio modernista japonés con un diseño basado en la belleza tradicional del país, que presumía de tener los mejores alojamientos, la mejor cocina y un exquisito servicio. El diseño interior, con lámparas hexagonales que cuelgan del techo del lobby, mesas y sillas dispuestas en forma de flores de ciruelo, un mapa mundial y un reloj con distintas zonas horarias del orbe, embaucaron a los visitantes durante generaciones.
Tal fue la atención mediática que alcanzó, que el anuncio del derribo del hotel levantó muchas críticas, incluso hizo reaccionar a una parte de la sociedad japonesa que intentó hacer cambiar de opinión a los propietarios del negocio. No pudieron. Aunque los propietarios sí que han prometido que respetarán la estética tradicional en el nuevo inmueble, fusionándola con las nuevas necesidades de la actualidad, en otras palabras, el nuevo complejo nace de la combinación del ‘lujo tradicional’ y del ‘lujo contemporáneo’.
Los dos nuevos edificio ofrecerán un total de 508 habitaciones de puro lujo con mucha superficie destinada a jardines y zonas verdes, como mandan los cánones más sostenibles. Al edificio más pequeño, que tiene 75 metros y 17 plantas de altura, le han llamado The Okura Heritage Wing, será independiente al mayor y tendrá zonas verdes colindando con tres de sus fachadas. Allí habrá espacio para los más exigentes paladares con el restaurante Yamazato, de comida tradicional japonesa, o la famosa sala de ceremonia tradicional del té Chosho-an.
El premio gordo será la torre más alta, de 188 metros, con 41 plantas, al que al llamado Okura Prestige Tower. El rascacielos tendrá unas vistas sin igual sobre la ciudad de Tokio, en todas sus habitaciones, dado que estas empezarán en la planta 28. El resto de plantas estarán destinadas a oficinas (unas 18), una iglesia, salón de juegos, fitness y spa, una galería comercial y una academia de vino. Por supuesto, tendrán una piscina climatizada.
Como moderno hotel no han escatimado en nada y van a ofrecer a sus clientes un salón de 2.000 metros cuadrados, uno de los salones de baile más grandes de Tokio, además, allí se podrán realizar prestigiosas conferencias internacionales. Seguro que la embajada norteamericana, casi al lado de las torres, la española o la sueca, también muy cerca, lo tendrán muy en cuenta para sus futuros compromisos.
El presidente del Hotel Okura, Don Toshihiro Ogita, ha comunicado que la filosofía de la simplicidad y la elegancia ha estado muy presente en el nuevo diseño, a lo que añadió que “fue triste dejar de lado nuestro muy adorado Hotel Okura Tokyo, pero estoy seguro que The Okura Tokyo será igualmente apreciado por nuestros huéspedes y visitantes de todo el mundo. Ofreceremos la incomparable hospitalidad de estilo japonés y otros atributos que distinguieron a nuestro hotel original, que combinaremos con los más altos estándares de lujo contemporáneo para garantizar que los huéspedes disfruten de estadías memorables y sumamente confortables”, queda dicho.
En la construcción del complejo se van a invertir unos 835 millones de euros, unos 980 de dólares. Uno de los arquitectos responsables, Yoshio Taniguchi, es hijo de diseñador del lobby del inmueble original, del mismo nombre que su descendiente, así que cuando se habla de tradición se habla con conocimiento de causa (que diría el poeta). En el vestíbulo de la torre principal, se ha reproducido el icónico vestíbulo del hotel original, adaptando mobiliario y decoración, el techo y el altillo para recordar lo máximo posible el éxito de su padre, exigencias del guión.
Así que, aunque el edificio con planta en forma de ‘T’ ya no existe, los nuevos y los antiguos visitantes, como los presidentes americanos George Bush, Bill Clinton o Barack Obama, podrán descubrir las linternas hexagonales y el mapa mundial que tanto dio que hablar, mesas y sillas con el diseño del siglo pasado, dispuestas como los pétalos de flor del ciruelo, los tapices de seda del famoso ceramista japonés Kenkichi Tomimoto, fielmente reproducidas y por supuesto, las ventanas de papel shoji, con sus celosías con forma de hoja de Asanoha-mon.
Adaptarse al futuro significa, a veces, desprenderse del pasado, aunque sea de retales, los éxitos no tienen por qué repetirse pero las necesidades cambian y los sitios en los que construimos son únicos. ¿Podemos permitirnos el lujo de mantener todas nuestras estructuras eternamente? ¿Qué edificios debemos salvaguardar y cuáles no? Las decisiones de este tipo no son siempre sencillas, hay quién podría plantear que el Okura se podría haber construido en otro lugar. En todo caso los propietarios entendieron que no y solo el tiempo les dará o quitará la razón.
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