Este es el hotel que elijo para mis escapadas. En el corazón del Alt Empordà, cerca del Cap de Creus, me espera siempre este singular y exclusivo hotel de 5 estrellas, Peralada Wine Spa & Golf sin lugar a dudas uno de los más extraordinarios de la región. Este es mi rincón para desconectar. Escapar del ruido y el frenesí de los infinitos viajes. Un hotel situado a las afueras del centro histórico de Peralada que se ha convertido, con intervalos cada vez más cortos, en el sitio al que siempre quiero volver.
De una simplicidad genial. No hay ostentación, todo es minimalista, sencillo, impregnado de olores y colores neutros que no monótonos. Simplemente siguen el principio del buen gusto. Las habitaciones son amplias, confortables y gozan de todo lujo de detalles de calidad. Siempre me hospedo en una de las seis apacibles suites de la planta baja que cuentan con jardín propio (y acceso, si prefiero, independiente del hotel). Los nombres de las habitaciones son de producciones de Ópera del Festival de Peralada: Madame Butterfly, Turandot, Otello, Andrea Chénier, Don Giovanni y La Bohème.
Un hotel único que garantiza una estancia vital llena de paz y comodidad. Aquí la dimensión temporal desaparece. Nada marca el ritmo de tu vida. Largas mañanas en el nuevo gimnasio, una maravilla desde que lo han reformado; después nadar en la piscina exterior o interior (dependiendo del tiempo) mi único propósito concentrarme en el relax, acompañada de un libro.
Mientras, a mi alrededor, las magníficas vistas al campo de golf con 18 hoyos, una escuela para todos los niveles, tienda profesional, zonas de approach y de green y un Pitch & Putt de 9 hoyos para disfrutar de un juego corto que me parece siempre divertido. Suelo jugar hasta aproximadamente el mediodía.
Después disfrutar en el restaurante L’Olivera, un espacio bien definido donde degustar una exquisita cocina de autor basada en la tradición mediterránea. El maître Eduard Verdaguer y el sommelier Robert Quintana te presentan las sugerencias del día y te hacen sentir como en casa.
Josep Font al frente del rompecabezas del hotel y Carles Dalmau, subdirector, ambos se encargan de cuidar esa perfección imperceptible que multiplica tu bienestar. Muebles bien elegidos, cuadros, cortinas, divanes, alfombras, jardines, limoneros, salas de lectura, en cada rincón predomina la sencillez en su dimensión correcta.
Llegada la tarde, desconectar en el Wine Spa. Inicio con una sauna, y desde luego, no renuncio a un buen masaje con aceite de semillas de uva. Deliciosamente lento. Y a estas alturas ya has conseguido frenar el ritmo y empiezas a poner entre paréntesis los inevitables problemas del día a día.
En este contexto y bajo este nombre Peralada he encontrado el escenario perfecto para mis escapadas. Descansar en un atardecer de verano reencontrándome con los amigos de siempre. Dos veces al año nos solemos reunir aquí, porque aquí todo es fácil, cómodo. Si buscas luz, hay luz. Si buscas silencio también.
Es una forma de desaparecer en “nuestro” refugio preferido. Reunir a Amigos (en mayúscula) de los que se pueden contar con los dedos de una mano. Puedo decir que tengo, con este reducido número, una amistad ejemplar en todos los sentidos desde hace más de treinta años. Alguien lo llamaría “la empatía de las almas”.
A medida que van llegando, y mientras comentamos cuál es nuestro próximo destino, esperamos al último de todos. Entonces, y tras un gesto de disposición, optamos por dar un paseo por los prados circundantes aunque el viento sople (hecho habitual en esta zona). Paseo que interrumpimos cuando vemos desaparecer la línea del horizonte.
A un paso del hotel nos espera una cena especial en el Restaurante del Castillo de Peralada conocido sobre todo, por el Festival que lleva su nombre. Un restaurante gastronómico (1 estrella Michelin) ubicado en las torres del castillo donde nos recibe, con su alegría habitual, Toni Gerez, maître-sommelier y Xavier Sagristà en los fogones, ellos forman un equipo magnífico y siempre sorprenden con su creatividad. La experiencia sobrepasa nuestras expectativas. Noches demasiado cortas para tan largas conversaciones en el Castillo de Peralada. Horas fugaces mientras nos deslizamos por una velada de confidencias y puntos de vista sin desvelar nuestros códigos secretos.
Pero el conjunto no es simplemente un castillo histórico, vigente durante varios siglos, diría que guarda en sí la marca del pasado pero sabiendo relacionarse con el futuro. No podría extenderme aquí en las diferentes temáticas que alberga este castillo donde no falta ingenio y diversidad. Pero recuerdo haber recorrido, en otras ocasiones, el magnífico claustro gótico del siglo XIV, secreto y discreto; el Museo del vino, la cerámica y el vidrio; y la apabullante biblioteca con volúmenes inauditos, todos ellos inscritos en el inventario del Peralada Resort.
Un castillo medieval muy “musical” que lleva ya mil conciertos presenciados. Pero hoy el flujo musical, en su mayor parte, proviene de las palabras. Absorbidos y sumergidos en el placer de las conversaciones en un mundo que nos pertenece por unas horas.
Muy entrada la media noche volvemos caminando al hotel, un corto paseo con la única luz de las estrellas, la mayoría de las veces totalmente en silencio. Y sabemos que al llegar nos espera, en cada habitación, una botella de cava Stars (Brut Reserva) bien sea para complacernos o bien como alternativa al insomnio.
Soy plenamente consciente de mi subjetividad con este hotel, la razón es simple, sugerir una opción en el saturado panorama de hoteles anónimos si nos aventuramos a una elección aleatoria. Es justamente su fascinante encanto uno de los aspectos que más me atraen.
Amanece y las mañanas marcan el punto de partida, por ello despertarte lentamente y disfrutar de un desayuno Healthia, mientras las nubes cruzan el cielo. Lo más curioso es que todos, veganos o no, optamos por este abanico gastronómico con alternativas saludables. Un menú que parece renovado día a día.
En suma, y a grandes rasgos, hemos conseguido adueñarnos del tiempo y seguir “soñando”, el verdadero motivo del viaje, más allá del ameno paisaje. Sucede siempre así, a la espera de la repetición de la experiencia.
Y sin darnos cuenta finaliza la estancia en “nuestro” hotel, todo habría podido continuar, pero recomencemos. En otras palabras, mañana nos volveremos a poner en marcha, abriremos los ojos en un mundo monocromático, llamado comúnmente “moderna vida urbana” mientras escuchamos el murmuro de los motores en alguna carretera estrecha. Y volveremos a dirigirnos, cada cual en diferente dirección, a preparar pasaportes, equipajes y billetes que acaban por no llevar a ningún lugar.
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