Tal vez no sea casualidad, pero voy en dirección al sur. Como destino, la playa de Santo Tomás. Viajo ligera de equipaje, esta vez la logística del viaje era más fácil. Pasado el casco urbano de Es Migjorn y tras unos pocos kilómetros más, llego hasta Villa Le Blanc Gran Meliá.
Un hotel “fuera de serie” en un ambiente muy marinero con las gaviotas sobrevolando un cielo azul. Dos cosas que no deberían sorprender aunque sí lo hace su luz, generosa y muy mediterránea.
Dicen que este resort de 5* es el primer hotel gran lujo de esta discreta isla que es Menorca. Operado por Meliá Hotels International y miembro del prestigioso Leading Hotels of the World, un selecto club que exige los más altos estándares de calidad, es el único en la isla de este segmento. Además, cuenta con una ubicación inmejorable cerca de puntos culturales y calas de agua cristalina.
Menorca ha llenado, y sigue llenando, páginas de periódicos y revistas, pero al margen de las modas y de su reconocida fama, la isla ha conseguido mantenerse fiel a sus raíces y a su autenticidad. Lo ha hecho protegiéndose, por encima de todo, de ser parque temático para turistas que no entienden que este paisaje es un ecosistema frágil y vulnerable.
Hoy no estoy frente a mi escritorio, pero la hoja de ruta es simple. He venido con entusiasmo para dejarme sorprender por la inauguración del nuevo restaurante Saó. Digamos que esa es la excusa, el leitmotiv del viaje.
Ha lucido el sol desde que llegué así que ¿qué más se puede pedir? El plan es perfecto.
Lo primero a destacar es que la tipología del hotel es “nada convencional”. Y es que hay hoteles que no defraudan. Me quedo perpleja tras cruzar la puerta: un inmenso espacio te envuelve y te das cuenta del detalle con el que ha sido diseñado todo.
Es una trampa para los sentidos. Empezando por su luminosidad y una increíble personalidad estética, belleza y refinamiento son los distintivos. Hay quien asegura que alrededor de la belleza uno es capaz de sanar cualquier herida. Pensaré en ello durante la estancia.
Tras muchas vueltas por hoteles de todo el mundo acabas distinguiendo rápidamente el tono que se quiere transmitir y cómo hay espacios que consiguen emocionar. El proyecto de Villa Le Blanc está inspirado en la arquitectura vernácula de los pueblos de la isla. Sus paredes blancas, sus arcos menorquines y un proyecto paisajístico que le permiten integrarse en el entorno natural.
Un edificio en forma de U semiabierta que da la espalda a un exuberante bosque de pinos y se abre al mar con una ruta peatonal que te lleva, en quince minutos a pie, hasta la acogedora playa de Binigaus.
El edificio fue el antiguo Sol Beach House y el proyecto de reforma ha sido liderado por Álvaro Sans del estudio ASAH. Ambos subrayan un ambiente contemporáneo envuelto en sencillez y detalles, pero con un enfoque informal más apropiado para el espacio del hall. Confort y lujo sin dejar de lado la sostenibilidad, pues se vanagloria también de ser el primer hotel con “Emisiones netas cero”.
El hotel, como decía, tiene acceso directo a la playa de Santo Tomás y cuenta con una tipología de habitaciones, todas excepcionales, cuyos ventanales enmarcan el mar desde múltiples ángulos.
El establecimiento cuenta con 114 habitaciones y 45 suites con grandes terrazas, unas con jacuzzi y otras con piscina privada. Entre ellas destaca la Suite Presidencial con lujosas comodidades y una decoración alejada de las exageraciones.
Aquí hay que venir dispuesto a observar y escuchar, o a quedarse sumergido en una de sus maravillosas camas. Porque no olvidemos que a un hotel se viene a dormir bien, y en Meliá eso lo tienen muy claro.
En el plano gastronómico ofrece una cocina honesta y de calidad con tres espacios que ponen el foco en la tradición local. Por un lado S’Amarador Villa Le Blanc, una experiencia centrada en platos marineros del icónico restaurante S’Amarador de Ciutadella, reconocido como el mejor restaurante de cocina menorquina de la isla.
Por otro Saó, el nuevo espacio que homenajea al producto balear con una cocina a base de materia prima de la cocina menorquina. Su apertura fortalece el compromiso de Gran Meliá de conectar a los viajeros con las raíces, la cultura y la historia del lugar y que aspira a convertirse en el place to be de este verano.
Por último, las propuestas anteriores se complementan con Formaje x Gran Meliá, una nueva zona de quesos y vinos que ofrece al viajero la mejor selección de quesos, por supuesto menorquines, pero también tradicionales mediterráneos.
Sentada frente a la ventana de la habitación veo el mar al fondo, un paisaje que atrae toda mi atención. Un amanecer excepcional en el mejor hotel de la isla me ha permitido sumergirme en el oleaje y viajar atrás, hasta hace algo más de una década, cuando vine por primera vez a esta bella y singular isla… Y me he zambullido sin respirar en fragmentos deshilachados y arrasados por el tiempo. Pero ya no soy nómada, podemos parar los relojes.
Hablo con Beatriz Ávila, la admirada directora del hotel, sin perder de vista el entorno natural idílico de la costa de Migjorn en el que nos encontramos. Muy en sintonía con el nivel del establecimiento. Mi curiosidad la aborda con mil preguntas y ella consigue comunicar y transmitir la pasión de su complicado oficio. Cómo es el juego de equilibrios que hay que hacer para resolver todas las complejidades, todas las capas invisibles para que un establecimiento de este nivel funcione como la maquinaria de un reloj.
A la luz del mediodía sigo en compañía de la amable Beatriz, la charla continúa con la ligereza de reunirse con alguien a conversar en torno a una copa de champagne. Practicar la generosidad es algo que se le da bien. Hablando con ella me doy cuenta de lo demasiado fugaz que puede ser un instante cuando estás donde quieres estar. Todo esto sólo viene a confirmar que lo esencial de una experiencia es sobre todo con quién la compartes. Este ha sido, sin duda, un intercambio enriquecedor a muchos niveles. Tanto es así, que pienso volver.
A mi modo de ver, entrar en un hotel es una manera de abstraerte del mundo y permitirte por unas horas construir otro mundo posible.
Esto sería este Gran Meliá menorquín a grandes rasgos, que además de diluirse en el paisaje sabe cómo complacer al huésped. Si tienes oportunidad ven a visitarlo para descubrir todos los atractivos culturales y naturales antes de que llegue la quietud invernal y la isla quede dominada por el silencio. El verano es una tregua hasta que arranque el oleaje o el fuerte viento huracanado empiece a hacer presencia con su energía salvaje.
Existen hoteles que, sin ellos saberlo, dejan una marca indeleble pasando a formar parte ya de esos rincones preciados para momentos de nuestra esfera privada ya que poseen una cualidad hipnótica a la que es difícil escapar.
Tras el último brindis, otro abrazo y otra lenta despedida… Aunque esta vez, es hasta pronto.
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