Regalos vs belleza
La definición estrella de la Navidad es “regalo”. ¿Qué hacemos principalmente en estas fiestas? La respuesta es: Regalar.
Hay muchos tipos de regalos, tangibles (materiales) e intangibles (espirituales). Y para los dos es bueno ejercitar la magnanimidad. La magnanimidad consiste en trascender el ego. Es valiente y generosa, y va más allá de las riquezas de la vida. Darnos y dar sin escatimar, teniendo en cuenta que la mayoría de las veces no tendrá nada que ver ni la cantidad, ni el tamaño. Esta idea que está resumida en el archiconocido “Una flor es un diamante”.
La abundancia es buena porque nos hace sentir relajados y a gusto. Posiblemente nunca hayamos caído en la cuenta de los beneficios que esta tiene para la belleza personal.
De cara a las fiestas navideñas, quizás nos compense incluir en los consejos de belleza que procuremos tener en cuenta, acciones concretas de magnanimidad porque repercuten directamente en el crecimiento de la belleza. Sentirnos plenas por dentro tiene una consecuencia directa en la beauty.
Esta plenitud se puede desarrollar de varias formas.
- Dar con regularidad (si no lo hacemos, podemos aprovechar estas fechas para iniciarnos en esa práctica).
- Contemplar la belleza de los demás (y hacerlo saber a través de comentarios sinceros, destacando siempre lo positivo).
- Cultivar algo superior (trascender en lo material de cada día).
Todo esto tendrá consecuencias directas en la mejora de nuestro aspecto; nuestro buen aspecto será fruto de sentirnos plenas y llenas de buenos sentimientos. Dar propinas, ofrecer regalos a las personas que nos importan, realizar donaciones a instituciones benéficas o espirituales que alimentan el alma, todas estas acciones están es la mano de cualquiera, al margen de su poder adquisitivo.
Ciertamente, no se trata de hacerlo solo en algunas ocasiones, la práctica frecuente –igual que el ejercicio físico- es necesaria para mantener el estado de plenitud. El proceso de dar con regularidad limpia los canales bloqueados para que la ley espiritual de recibir de forma proporcional a lo que damos funcione a nuestro beneficio. Cuando dejamos de preocuparnos por lo económico, terminamos por carecer de preocupaciones.
El campo de lo inmaterial está lleno de ocasiones para vivir la magnanimidad, por ejemplo ser desarrollar la tolerancia cero a los roces y peleas, al rencor. Hacer cosas sin jactancia, sonreír, o hacer comentarios positivos, etc. Posiblemente, las carencias de madurez que a veces detectamos, sean consecuencia de no haber prestado atención al mundo interior. En una ocasión leí que pasados los cuarenta sentir vergüenza en público es una falta de educación, además de inseguridades. Pero esencialmente es manifestación de anemia espiritual.
Cuando la magnanimidad brota de la fortaleza del alma no te rindes por la debilidad, ni el por miedo; y cuando algo es importante hace que nos mantengamos en ello, y si es necesario cedemos con dignidad y elegancia. Y un día descubrirás que como consecuencia te has convertido en la persona que quieres ser, y a la que estabas destinada. Y nada te hará sentir mejor que eso. Esto no tiene nada que ver con una vida simple o pobre -medida por los logros que puedes alcanzar- sino por la eficacia con la que has establecido tus prioridades. Todo ello nos abre una cuenta en el banco de la abundancia del universo.
Quiero acabar con una frase que me gusta especialmente y que resume el objetivo de la conversación de esta semana:
“Cuando comprendas que te han hecho de una forma maravillosa e impresionante, ya no te preocuparás tanto por tus muslos y tus patas de gallo y los demás quedarán cautivados al verte” .-Victoria Morán.
Referencias:
Moran, V. (2010). Tu luz interior (Primera). Madrid: Oniro Espasa Calpe.