Mucho se está hablando del sexting como patología derivada de Internet y que tiene como víctimas a unos adolescentes inmaduros que lo toman como una forma más de diversión y entretenimiento. Sin embargo, esta práctica dista mucho de ser un juego. Las consecuencias del sexting pueden ser graves y poner en riesgo tanto su salud mental como su propia seguridad.
En estos días tenemos ejemplos muy recientes de casos de sexting con un desenlace fatal en Avilés y en Tenerife, respectivamente. En ambas localidades se ha producido la denuncia de casos de difusión ilegal de imágenes sexuales de niñas a través de canales de chat, entre chicos de su mismo colegio. El denominador común en las dos víctimas fue confiar en quien no debían y la consecuencia de esta confianza, que sus imágenes altamente comprometidas estuvieran en boca de todos, sin siquiera saberlo, durante meses.
La facilidad con la que se hacen fotos y vídeos a través de los dispositivos, y su rápida transmisión, hacen que el intercambio de imágenes sea una práctica cotidiana entre los más jóvenes. Como fruto de ello puede producirse la difusión no autorizada e incluso el mercadeo de imágenes o sextorsión cuando estas tengan un cariz sexual.
El sexting es, junto con el grooming, una de las amenazas que acechan a los adolescentes en Internet. Siendo ambas de carácter sexual, la primera se refiere a una relación que se entabla entre adolescentes. Ambos intercambian fotos sexuales o subidas de tono entre ellos obviando las consecuencias que puedan derivarse de ello.
El grooming, en cambio, se refiere a la dinámica se establece entre el adulto y el menor. Generalmente es perpetrada a base del engaño del primero, haciéndose pasar por una persona de esa misma edad, o por alguien que no es. La habilidad del groomer para manipular a un adolescente sin madurez alguna, lo hará caer en la trampa de la confianza a la hora de facilitar imágenes comprometidas que podrían derivar en posteriores chantajes. Este chantaje no es tan habitual entre niños. Estos, sin embargo, lo que hacen es compartir y difundir esas imágenes entre amigos, directamente.
La inmadurez de los adolescentes, que no ven el peligro ni sienten la amenaza implícita en el envío de autoimágenes comprometidas, ha favorecido la popularidad del sexting. Pero este es un fenómeno cargado de riesgos que comienzan con la reputación del menor. Así lo explica el psicólogo y experto en los riesgos de las TIC David Cortejoso. “La edad de mayor riesgo es durante toda la etapa en la que son menores de edad. Por su vulnerabilidad y por los efectos psicológicos y emocionales que su difusión y exhibición puede producir en ellos, en una etapa en la que se están aún formando como personas”.
Esta edad de riesgo cada vez se presenta antes, nos advierte. “Por desgracia, los cuerpos de seguridad informan de que en la preadolescencia ya lo están llevando a cabo, niños de edades entre los 8-10 años, que no miden las consecuencias de sus actos”. Detrás de este comportamiento suele haber una motivación romántica e idílica por la que se confía plenamente en la persona a la que se le manda la fotografía. Incluso, normalmente, la joven llegará a pensar en el destinatario como un amor verdadero o eterno.
Los adolescentes suelen incurrir en el autoengaño de la utilización de canales de vídeo o imágenes que expiran en 24 horas, como Snapchat o Stories de Instagram. Sin embargo, la práctica del sexting seguirá siendo de riesgo, ya que se puede mantener la imagen con una simple captura de pantalla. Por otro lado, el adolescente se ve presionado a actuar como sus amigos y como los modelos sociales. Estos actúan de forma relajada y sin pensárselo demasiado a la hora de compartir la vida privada en público.
La diferencia por sexos en el sexting es notable, ya que las niñas son mucho más vulnerables. “Las estadísticas oficiales nos dicen que las que crean el contenido (imágenes o vídeos) son mayoritariamente las chicas. Y los que lo difunden son mayoritariamente los chicos”, asegura Cortejoso. Y el precio del error es muy caro.
En caso de que las imágenes se divulguen, la persona protagonista de las fotos tiene altas posibilidades de padecer acoso escolar o bullying, acrecentado por el ciberbullying, que es el mismo hostigamiento pero haciendo uso de Internet y las redes sociales. Los síntomas derivados del bullying son bien conocidos: ansiedad, depresión, fracaso escolar, evitación de ir a la escuela, problemas de sueño, e incluso ideación suicida con la posibilidad de que el joven atente contra su propia vida.
Siendo realistas, va a ser complicado el saber si nuestra hija está haciendo sexting con su novio de turno. Y si llegamos a enterarnos, seguramente ya sea demasiado tarde. Pero en cualquier caso debemos estar muy pendientes de su comportamiento en Internet. “Los primeros años deberían usar las redes sociales con contraseñas compartidas con los progenitores. También con programas de control parental que ayuden a identificar los usos y preferencias que el menor hace de la Red”, aconseja el especialista.
Algunos expertos como Pantallas Amigas abogan por aceptar el hecho de que es inevitable. Y por ello recomiendan una serie de consejos para la práctica de un sexting seguro. Entre las premisas para practicarlo destacaría el conocer los riesgos, además del sentido común de pensárselo dos veces planteándose si se confía verdaderamente en esa persona. Otra cosa importante será no enviar fotos en los que salgan la cara, la geolocalización o algún objeto que sirva para identificar al protagonista de la fotografía. Puedes consultar su decálogo para un sexting seguro aquí.
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