Una a una, vemos que cada vez son más las parejas de amigos y familiares de nuestro entorno que se separan. Sin saber muy bien el cómo ni el porqué, van cayendo como moscas. Incluso aquellas parejas que parecían tener un amor de hierro, y por las que hubiéramos puesto la mano en el fuego. ¿Cómo empieza todo? ¿Es que no se libra nadie del desamor? En términos de pareja, parece que cuando se habla de fantasías, estas se refieren siempre a las fantasías eróticas. Sin embargo, las fantasías de divorcio son otro tipo de ensoñaciones muy frecuentes y que suelen vaticinar con éxito el final de los matrimonios.
Si buscas señales de que tu pareja hace aguas, no será necesario que consultes tu futuro con Rappel. Tampoco con un terapeuta familiar. Bastará con que te fijes en el tipo de fantasías que tienes con tu pareja. El principio del fin empieza ahí. A partir de un pensamiento y del acto de imaginar cómo irían las cosas sin esa persona, para darte cuenta de que, casi con total seguridad, tu vida sería mejor.
Aunque, ojo, el pensar en cómo estaría uno solo versus con su pareja actual no tiene por qué predecir el desastre. De hecho, el reflexionar sobre cómo saldría uno adelante solo y sin su pareja puede ser un ejercicio necesario e incluso responsable, sobre todo cuando hay hijos o una dependencia económica del otro. Las fantasías predictoras de divorcio van, sin embargo, en la dirección de anunciar el deseo de librarse de la otra persona.
Como cabe esperar, uno no se levanta un día por la mañana diciendo “me separo”. Antes de dar el paso y de atreverse a decir “quiero el divorcio”, lo habitual es pasar por una serie de etapas mentales, no exentas de un debate interno en el que participan muchos factores. Entre ellos destacan la comodidad y el conformismo. Debes saber que la tendencia a la conservación y el miedo a lo desconocido pugnarán con las ideas de libertad y el deseo de cambio.
Cuando el amor termine pasarán muchas cosas por la cabeza. Poco a poco, y a partir de esa primera fantasía, nuestros pensamientos irán evolucionando para irse volviendo cada vez más elaborados, tratando de materializar esa separación que, en nuestro fuero interno, ya está teniendo lugar. Por suerte, antes de llegar al final se pasa por una serie de etapas bien diferenciadas que uno será capaz de reconocer, de forma que pueda tomar una decisión no sólo madura, sino madurada en el tiempo.
Si eres tú quien nota que el asunto decae por falta de amor por tu parte, lo primero que debes hacer es enfrentar los hechos con serenidad. Y, sobre todo, no negar la situación. Pasar por todas las etapas te ayudará a asimilarlo mejor.
La primera fase coincide con la impresión de no seguir enamorado, de no encontrar el atractivo que antes veías en tu pareja. En esta etapa será normal que aparezcan sentimientos contradictorios que no seas capaz de reconocer, y que atribuyas a una crisis propia de cualquier pareja normal. Será fácil que te encuentres de mal humor y que lo pagues con tu pareja, que cada vez conseguirá irritarte con mayor facilidad.
La actitud ante tu cónyuge cambiará en algunas cosas:
Esta fase inicial es reversible y tal vez se trate de una mala racha, algo frecuente en los matrimonios de larga duración. Por tanto, lo mejor es no precipitarse y procurar tener una actitud positiva y abierta a la reconciliación.
Al cabo de un tiempo es posible que sigas dándole vueltas al asunto, dándote cuenta de que quizá no es una sospecha, sino que, efectivamente, puede ser que realmente te estés cansando de tu pareja. “¿Será que no la quiero?” o “es que no la aguanto” serán pensamientos recurrentes que irán acompañados de una intensa irritación. E incluso a veces de comportamientos evitativos hacia la intimidad y el compartir tiempo a solas. Tendrás argumentos muy sólidos, además, para justificar estas impresiones.
En esta etapa aparecerán los siguientes sentimientos:
Lo mejor que puedes hacer en esta fase es dejar “que corra un poco de aire” entre vosotros. Y si necesitas algo de tiempo, procura reivindicarlo. En este punto, forzar la situación de estar juntos podría potenciar un sentimiento de rechazo que terminarían en un final que todavía está en tu mano ahorraros a los dos. Por otra parte, puede ser conveniente que le expreses a tu pareja que necesitas un poco de espacio para reflexionar.
Alternándose con la fase anterior podrán irrumpir pensamientos contrarios a la separación del tipo: “me voy a dejar de tonterías y voy a centrarme en la relación”, “vivo tan bien así”, o “quizá deberíamos tener un hijo”.
Son los típicos sentimientos de mea culpa que resultan incómodos, pero que en el fondo significan que vas quemando etapas. En esta fase, en concreto, se pasa peor que en ninguna. Tus sentimientos se volverán ambivalentes, propiciando acercamientos efímeros que se podrán traducir en episodios de sexo apasionado y placentero. La consecuencia para tu pareja será la confusión, y para ti, el refuerzo de la culpabilidad.
A través de esta sucesión de rechazo, culpa y deseo posiblemente te des cuenta de que esos sentimientos de satisfacción afectiva son cada vez más efímeros. Su papel, de hecho, es el de esconder el dolor de una ruptura que hace tiempo que ves venir, además de posponer el momento de una decisión muy difícil para ti.
Tras los intentos de salvar la relación a base de brazadas de ahogado, tomarás la decisión de concluir la relación y de hablar de divorcio en firme. Tras pensarlo de forma privada, el verbalizar la idea de querer separarte a personas de tu confianza como tus padres, hermanos o a alguien de confianza podrá ayudarte. A nivel psicológico supondrá dar un paso adelante y a esto le sucederá un poco de tranquilidad.
En esta etapa se sustituirán la culpa, la duda y el malestar, por unos sentimientos muy fuertes de seguridad en la propia capacidad y en la viabilidad para estar solo. Aparece, pues, una visión optimista hacia el futuro que impulsará la decisión de seguir adelante con el divorcio.
Si hay algo que te puede hacer sentir ansiedad en esta etapa, va a ser el hecho de posponer el momento de hablar con tu pareja. Sin embargo, tu actuación ha de ser decidida, después del calvario por el que has pasado, y además ahora sí vas a ser capaz de dejarlo.
Para no volver atrás y no dejar oportunidad de que se cuele la negación del problema, es muy importante que no pase demasiado tiempo desde que te decides hasta que lo haces. Ser valiente será un factor clave en esta etapa final. Aún sabiendo que no va a ser fácil, no dejes que el miedo anticipatorio se interponga.
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