Desde hace algunos años la figura del sexólogo va resultando cada vez más familiar para todos. La enorme demanda de información existente, unida al creciente deseo de mejorar la vida sexual, hacen que cada vez sean más las personas que deciden acudir a este profesional, ya sea a solas o acompañadas por su pareja. Sin embargo, a la hora de la verdad, existen toda una serie de interrogantes a la hora de plantearse el acudir a su consulta. Por ejemplo, qué es exactamente un sexólogo o cómo se llevan a cabo las terapias.
Afortunadamente, la sexología ya ha andado suficiente camino como para que el sexo deje de ser un tema tabú. Los profesionales, habitualmente psicólogos, ya tienen respuesta a casi todos los problemas de índole sexual. Así y todo, precisamente uno no suele presumir de falta o problemas de sexo, y por ello, no suele preguntar sobre estas cosas, por más que secretamente fantasée con mejorar su vida sexual. Encuentra aquí todas las respuestas para poder decidir si un sexólogo te podría ayudar.
El sexólogo es aquel profesional especializado en el tratamiento de las disfunciones y problemas sexuales. Generalmente se trata de un psicólogo, aunque puede también ser un médico o psiquiatra especializado en la materia. La formación específica es importante, dado que los problemas sexuales no presentan sólo aspectos médicos o físicos, sino que la mayoría de las veces el éxito de la terapia está en identificar, controlar y tratar adecuadamente aquellos aspectos emocionales, comportamientos y hábitos que afectan negativamente a los reflejos sexuales y a los sentimientos eróticos.
Aunque existen diferentes corrientes de tratamiento, la mayoría de los sexólogos mantienen una línea de trabajo muy estructurada y basada en fases bien determinadas que no dan lugar a psicoterapias extensas. La tendencia es “ir al grano”, empleándose los protocolos de tratamiento que han mostrado ser verdaderamente efectivos. Aspectos personales del paciente, tales como su disponibilidad y su implicación, determinan en gran medida la duración de las terapias, que pueden oscilar entre unas pocas semanas o varios meses. Las terapias se agilizan si se cuenta con la cooperación de la pareja.
Una vez decidido a ir, conviene optar por algún profesional cualificado que te hayan recomendado o del que tengas alguna referencia. Si no consiguieras una recomendación personal, déjate guiar por tu propia intuición, ya que ésta te dará la pista desde la primera sesión de trabajo. Hazte las siguientes preguntas o fíjate en los siguientes aspectos, que influyen notablemente en las mejorías y en la remisión del problema que te lleva allí: ¿Cómo es el profesional? ¿Te encuentras cómoda con él? ¿Sus métodos te transmiten seguridad? Todos estos aspectos son importantes.
Parece existir evidencia que demuestra que las terapias son más efectivas cuando asisten los dos miembros de la pareja que cuando asiste uno solo. Sin embargo, la repercusión que la pareja pueda tener en este sentido va a depender de los objetivos que busques asistiendo a este profesional. Algunas personas eligen resolver ciertos aspectos que les preocupan de su sexualidad al margen de sus parejas, y para ello acuden al sexólogo de forma individual. Cualquiera que sea el caso, no es imprescindible que el tratamiento sea en pareja para que resulte exitoso, y este dato no ha de condicionar la decisión de ir.
Buenas noticias: tu caso casi siempre se podrá resolver. El sexólogo te hará una evaluación en profundidad para definir adecuadamente el problema, su fuente de origen, y su forma de alimentación. Sólo así se podrán combatir los motivos más frecuentemente presentados por una mujer que acude a una consulta. Estos son los problemas sexuales más frecuentes en la mujer:
Es el número uno en consulta. En qué consiste exactamente? Se trata de un desinterés manifiesto por todo aquello que implique sexualidad o erotismo. En la parcela de la pareja tiene una gran implicación, puesto que, si no sientes excitación sexual, procurarás evitar a toda costa el contacto sexual con tu pareja, trayéndote esto una serie de problemas en tu relación que, con toda seguridad, irán en aumento.
La falta de deseo se asocia con fallar en la primera de las fases de la respuesta sexual. Si no hay deseo, la falta de orgasmo también está servida, e incluso podría aparecer dolor con la penetración en el caso de la mujer: Al no conseguirse la lubricación suficiente, podrían producirse desgarros vaginales corriéndose peligro de una posterior infección. Repetidas varias experiencias negativas, la vagina podría adquirir el reflejo de cerrarse ante la penetración.
Para combatirla, el sexólogo tratará de sexualizarte fomentando tu autoerotismo a través de diferentes vías de estimulación. En consulta te darán ideas, pero sólo tú sabrás realmente lo que te excita: las ensoñaciones eróticas, las fantasías y la imaginación sexual estarán entre los primeros pasos. Si las imágenes no vienen solas, el sexólogo te recomendará películas, libros y otros elementos con los que consiga despertar nuevamente tu interés sexual.
Este es un tema habitualmente femenino. La falta de orgasmos en la mujer supone no culminar el ciclo de su respuesta sexual, además de una enorme frustración en la mayoría de las ocasiones, porque renunciar al orgasmo es renunciar a la parte físicamente más gratificante. Si no tienes orgasmos, es posible que disfrutes de todos modos con el sexo y con la penetración, porque el sexo es también afectividad y otras sensaciones, pero tampoco hay por qué conformarse.
La anorgasmia puede conducir a la falta de deseo sexual, entrándose en un círculo vicioso del que es difícil salir: “Como no disfruto, no tengo ganas de practicar el sexo”, “Como no tengo ganas de practicar el sexo, no disfruto” . Puede traducirse en hostilidad hacia tu pareja, al ver que él disfruta y tú no lo haces. También puede hacerte dudar acerca de la adecuación de tu respuesta sexual y mermar tu autoestima.
¿Cómo se trata? El sexólogo te explicará todo lo concerniente a tu respuesta sexual para que comprendas dónde se interrumpe el ciclo y qué hacer para evitarlo. Entre los dos encontraréis los condicionantes que te impiden llegar al orgasmo, y será necesario ir poco a poco para hacerlos desaparecer. La principal consigna será que te despreocupes del orgasmo para llegar a él, lo cual conseguirás con ejercicios específicos, con relajación y con paciencia.
Con el vaginismo se hace difícil la penetración, puesto que la vagina desarrolla un mecanismo contrario al de la respuesta sexual normal: en vez de relajarse los músculos que rodean su entrada, se contraen mediante una respuesta refleja por el que ésta se cierra automáticamente ante cualquier intento de penetración, ya sea del pene o incluso de los dedos. Este reflejo impide el coito la mayoría de las veces, o produce dolor.
A veces tiene que ver con alguna experiencia traumática, o con la repetición de varias experiencias negativas que se suceden. Se crea un condicionamiento clásico, tal y como sucedía con los perros de Pavlov y su salivación al oir la campana que anteriormente había sido emparejada con la comida. En este caso, cualquier estimulación sexual cerca de la vagina, aunque no sea aversiva, produce un reflejo de rechazo.
Al igual que en la anorgasmia, para su tratamiento se buscarán los condicionantes, aunque a veces no ha tenido que ocurrir necesariamente algo traumático. En cualquier caso, el sexólogo te entrenará en relajación, e irá fomentando una penetración paulatina mientras estás relajada y tranquila: primero con los dedos, rodeando la zona. Será necesario ir despacio. Avanzar deprisa o intentar la penetración al principio es contraproducente.
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