Como decía el humorista y escritor Art Buchwald, “está demostrado que las mejores cosas en la vida no son cosas”. Lejos de ser cosas, son personas: concretamente, amigos. Con ellos compartimos risas, emociones y muchas aventuras, pero también algunos anhelos y malos momentos. Por eso, y con toda razón, se dice que quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Ahora bien, mantener a los amigos no siempre es tarea fácil: la amistad se debe cultivar y trabajar un poco para que llegue a prosperar. Y sobre todo, para que no se erosione con el paso de los años. Hacerlo merece la pena, ya que tener amigos se considera la mejor vacuna para salvaguardar el ánimo y el bienestar general. ¿Cómo mantener a los amigos y convertirlos en los mejores aliados de nuestra salud mental?
Los amigos pueden ser personas del pasado o recién conocidos, pero sean del tipo que sean, todos tienen algo en común: con ellos se comparten afectos, creencias y valores. Y, lo más importante, nos permiten mostrarnos tal y como somos, sin rigideces y sin miedo al rechazo.
Definir a un amigo es complicado, pero muy resumidamente es alguien que ha cumplido o cumple un papel afectivo en nuestra vida. De hecho, somos seres sociales por naturaleza, y por eso necesitamos establecer vínculos y amistades desde la primera infancia. Las amistades van y vienen, y lo esperable es que uno siga haciendo amigos durante toda la vida. De hecho, los primeros amigos, algunos del colegio y sobre todo los de la carrera, se suelen mantener durante toda la vida, aunque pasemos incluso años sin vernos. Son amigos que adquieren la categoría de ser un referente en nuestra historia vital, y siempre nos identificaremos con ellos a pesar del paso del tiempo.
Al margen de estos amigos de larga duración y de otras figuras menos presentes en nuestro día a día, uno suele tener unos amigos más actuales con los que comparte cosas del momento presente. Entre unos y otros, a los que se suman también algunas figuras familiares, vamos tejiendo una red de apoyo social y emocional muy importante, en la medida que contribuye a nuestro bienestar psicológico, posibilitando incluso un estado de felicidad más o menos estable.
El apoyo social de los amigos nos hace sentir más seguros y amparados y, por tanto, tener menos miedo ante los imprevistos que puedan surgir. Tanto es así, que su ausencia se asocia con la enfermedad y con problemas mentales y psicológicos como la depresión y la ansiedad.
El paso del tiempo y la distancia geográfica suelen ser responsables de buena parte de la pérdida de amigos. Pero no nos engañemos: no son las únicas razones. Existen otros motivos mucho más tangibles que causan el distanciamiento entre amigos. Normalmente están relacionados con la rigidez en el mantenimiento de posturas ideológicas, con la forma de comunicarnos, o con la falta de voluntad de ser flexible o de esforzarnos un poco por trabajar la relación y ponernos en el lugar de otro.
Sigue estos consejos para mantener esas relaciones de amistad, hacer que prosperen y se mantengan fuertes y sanas durante muchos años:
Lo más importante y primero de todo, será que hagas un hueco en tu vida para ese amigo. Esto supone verse o hablar de vez en cuando. Unas veces podrás tomar tú la iniciativa y otras lo hará él. En este último caso, debes acceder y aceptar sus llamadas para que cuente contigo en el futuro. Rechazarlo o darle largas es signo de falta de interés, y hacerlo repetidamente es una garantía para verlo marchar.
Respeta las ideas de tu amigo, que pueden ser distintas a las tuyas. De hecho, si hay temas espinosos, como la política o viejas heridas abiertas por agrias discusiones ideológicas, mejor evita esos temas y céntrate en hablar de otra cosa o en hacer actividades agradables para ambos. Ante todo, respeta a tu amigo y sus criterios.
Tener pareja no debe ser incompatible con tener amigos. Sobre todo, no conviene dejarlos de lado una vez nos emparejamos. Si lo haces, esto puede molestar mucho a tus amigos, y si no van bien las cosas con ese nuevo amor, tal vez luego te cierren las puertas o te lo echen en cara.
Los pequeños gestos son en realidad grandes, y lo mejor es demostrar la amistad cada día. En todo caso, siempre puedes, por ejemplo, recordar un cumpleaños, felicitar en las ocasiones especiales, y, por supuesto, ofrecer tu ayuda si sabes que ese amigo está pasando por un mal momento.
La confianza es uno de los pilares de la amistad. Esto te obliga a mantener un código de lealtad, por el que estás obligado a respetar la intimidad del otro y a no compartir sus secretos con nadie. Tampoco con amigos comunes. Las pequeñas traiciones que se producen por hablar más de la cuenta, aunque no se hagan con maldad, pueden llevar a enfados difíciles de reparar.
Aunque no eres el psicólogo de tu amigo, este va a valorar que seas sincero con él. Esto implicará decirle lo que opinas con franqueza, a veces huyendo de las sutilezas y de forma directa. Llamarle guapo todos los días no te ayudará a intimar en una amistad, pero dar buenos consejos cuando te los pidan seguramente sí.
Es verdad que cualquier relación de amistad tiene un punto de instrumental, aunque esto no significa que seamos unos interesados. Es decir, las relaciones se mantienen porque todos ganamos algo. Así, y todo, evita a toda costa aprovecharte de tu amigo para sacar cosas de él. Tampoco deberás intentar cambiarlo, sino aceptarlo tal y como es, y tal vez ayudarlo a mejorar y crecer en lo personal, del mismo modo que él te puede ayudar a ti.
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