Estamos en primavera, momento de vaivenes meteorológicos, altibajos sentimentales y, en suma, de emociones fuertes. Sin embargo, entre tanto cambio, hay algo que permanece incondicional dentro de este delicioso entretiempo: las flores. Aparecen de repente y, a la par que emergen, brotan en nosotros diversas respuestas emocionales. Por su color, por su variedad, por su forma, las flores tienen una magia que podemos utilizar para ser más felices.
En España no somos muy de flores porque somos demasiado prácticos, explica Ana Pérez-Cacho Vallejo, una de las fundadoras de Piccole & Coccole, empresa dedicada a la decoración y al estilismo floral. “Es cierto que en España no tenemos una cultura de comprar flores frescas, y no porque no sepamos apreciar su belleza, sino porque tendemos a ser prácticos; preferimos invertir en algo que dure bastante más tiempo, y las flores tienen una durabilidad muy corta”. Junto a su hermana Elena, ambas fueron educadas en el gusto por las flores desde su infancia, gracias a su abuelo. Ahora le devuelven el favor, apostando por ellas para generar belleza y emoción en momentos singulares y únicos de nuestra vida como pueda ser una boda, pero también en su faceta más cotidiana.
Si bien las flores duran poco, “también pueden ser preciosas en sus diferentes estados de vida; incluso cuando ya están secas, pueden decorar cualquier espacio durante meses”. Así de claro lo tienen en otros países del norte de Europa como Dinamarca o Suecia, clásicamente considerados como los más felices y prácticos del mundo, precursores del movimiento “hygge” y “lagom”, respectivamente. Lo mismo que sucede en Inglaterra y Holanda.
“En todos estos países comprar flores frescas es parte de su día a día, de su rutina, y lo viven como algo normal. Es habitual ver corners de flores en cualquier calle o tienda de ropa, y en las casas es un elemento más de decoración”, asegura la empresaria. Y hacen bien, porque, según se combinen y el propósito que se busque en ellas, como mínimo servirán para alegrar espacios. Algunos tan importantes como el del trabajo o la misma cocina: lugares en los que pasamos largas horas de nuestra vida.
Las flores generan alegría
Las flores en sí mismas son capaces de generar alegría y bienestar, tengan el color que tengan. Son de las cosas más bonitas que nos da la naturaleza, pueden transformar cualquier momento y convertirlo en algo mucho más especial. Representan la vida y la energía. Y son, simplemente, un regalo de la naturaleza. Como decía el poeta y filósofo Rabindranath Tagore en sus míticas frases, por mucho que maltratemos la tierra, ella siempre nos regala flores. (“La tierra es insultada y ofrece sus flores como respuesta”; “aunque le arranques los pétalos, no quitarás su belleza a la flor”)
En los grandes eventos de nuestra vida, “hacen que estos momentos importantes se recuerden de una manera mucho más especial”, expresan desde Piccole & Coccole. Pero además, tienen el poder de elevar el estado de ánimo. “Las flores son algo precioso que nos da la naturaleza, nuestras fieles amigas; incluso en los momentos tristes hay flores a nuestro alrededor porque nos ayudan a ver las cosas desde un prisma diferente”, aseguran las expertas.
Flores para aumentar la felicidad
Cambiar la percepción por la que transformar el doloroso gasto en flores por una gloriosa inversión es tan sencillo como saber que su belleza afecta objetivamente a nuestro estado de ánimo y puede ser un elemento facilitador de la anhelada felicidad. “Las flores lo cambian todo, nos dan alegría, energía, potencian cualquier espacio, y nos hacen sentirnos mejor”, explica Pérez-Cacho. “Por supuesto creemos que deberíamos invertir más en flores. Es tan importante como comprar una buena lámpara, son un elemento clave para hacer de un hogar un lugar más acogedor, más agradable y especial”.
Estas afirmaciones se han visto confirmadas en diferentes estudios. Uno muy famoso fue el llevado a cabo en la Universidad de Rutgers (New Jersey, EEUU) por el matrimonio de investigadores Haviland-Jones (psicóloga) y McGuire (genetista), en el que se llegó a las siguientes conclusiones:
Las flores en el entorno del trabajo
El efecto positivo de las flores no se supedita al ámbito personal y doméstico, sino que ha sido también ampliamente evidenciado en el entorno laboral a través de estudios en la rama de la ecología. Las investigaciones de Roger Ulrich, doctor en Psicología del comportamiento y prestigioso investigador del efecto de la naturaleza sobre el estrés, recogen consecuencias muy positivas en el entorno del trabajo. Unas cuantas plantas y flores en la oficina podrían aumentar significativamente la productividad, no sólo por generar un buen clima entre los compañeros, sino por promover la creatividad y la innovación en la generación de ideas.
¿Por qué nos gustan tanto?
Siendo el gusto por las flores algo que parece tan obvio como inherente a la especie humana, su origen no tiene una respuesta tan clara, a pesar de haberse estudiado mucho desde la biología y la psicología evolucionista y ambiental. Las teorías más evolucionistas las relacionan con representar una incipiente fruta (comestible y por tanto útil), aunque por su parte, Haviland-Jones y McGuire, no tienen tan claro a qué responde esto del “flower power”. Estos investigadores atribuyen nuestro gusto a las flores a un conjunto de variables que contemplan el color, la simetría, los patrones geométricos y el olor.
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