En verano es la época del año que muchos aprovechan para hacer un restarted tanto de su cuerpo como de su mente. Hace ya tiempo que las vacaciones no sólo son para el ocio, la fiesta, las siestas interminables y para los días en lo que el sol manda en las horas y las responsabilidades. No son pocos los que se apuntan en vacaciones a la moda saludable probando todo tipo de ‘retiros’ de estilo wellness.
Hace unos años la palabra “ayuno” quedaba relegada a una minoría que, bajo prescripción médica o por motivos sociales, decidía prescindir durante un tiempo de alimentos. Ahora el ayuno, y más aún acompañado de la palabra intermitente, es una práctica de sobra conocida cuya función es desintoxicar el organismo.
Sin emitir juicio de valor sobre ello, ni desenmarañar las distintas variantes al respecto, quiero hablar de un tipo de ayuno que los genios de Sillicon Valley practican desde hace un tiempo. Ahora llega al resto del mundo con fuerza y todos con voluntad podemos practicar.
Hablo del llamado ayuno de dopamina para recuperar la capacidad de ‘sentir’ y de este modo el perseguido bienestar. El ritmo de vida estresante, cada vez más veloz y esclavista por la tecnología, Internet y las redes sociales ha provocado, según los expertos, una sobreestimulación de la dopamina. Una sustancia bautizada hace años como el neurotransmisor más importante de nuestro sistema nervioso celular.
Lo mismo que lo enfermos de diabetes y la insulina, muchos de nosotros podríamos desarrollar una dificultad para la producción de dopamina. Para evitar la insensibilidad, muchos se plantean seguir este ayuno de ‘placer instantáneo’ y poner el contador a cero del neurotransmisor. El objetivo sería desacelerarlo y evitar que termine por sobresaturarse y fallar.
Este tipo de ayuno debe de ser personal pero con el objetivo de buscar el aburrimiento alejados de cualquier input inmediato y rápido de placer controlado. Sobre todo es fundamental disminuir o eliminar cualquier comportamiento que se considera compulsivo (manejo del móvil) durante unos días.
Las vacaciones son necesarias para desconectar del trabajo, cambiar rutinas, pero también para el descanso cerebral. Sin saberlo podemos haber pasado del placer a la adicción. Lo habremos hecho generando en nuestro sistema nervioso unas reacciones contrarias a la felicidad: abstinencia, depresión, tristeza o intranquilidad.
La gran confusión entre la dopamina que aporta placer y la serotonina que ofrece felicidad ha llevado al peligro de volvernos adictos a la dopamina para erróneamente encontrar el ansiado camino de la felicidad. El efecto es el contrario. Si no detenemos ni escuchamos cómo nuestro sistema nervioso va sobrepasado por el ‘exceso’ de dopamina, comenzaremos a comprobar cierta dificultad para encontrar el disfrute.
Nos sentiremos distraídos y veremos cómo el pozo de la inspiración está cada vez más seco. El ayuno de dopamina no es otra cosa que la desintoxicación digital para evitar que se cierren los receptores y se reduzcan las gratificaciones que se convierten en estímulos de placer. Placer no es felicidad y mucho menos placer inmediato ¿Te apuntas a aburrirte un poco este verano para ser más feliz?
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