Si eres de los que se ha cogido el puente, es posible que estés ojeando tu móvil de forma desenfadada mientras tomas el primer café de la mañana o sacas unas rebanadas calentitas del tostador. La diferencia entre hoy y cualquier otro día entre semana es que son las diez de la mañana y que todavía no te has duchado, en vez de estar ya a pie del cañón en tu trabajo. A cambio, estás dispuesto a pasar un momento tranquilo y disfrutón, propio de una vida slow y sin prisas, en la que el momento del desayuno se vive como una auténtica fiesta, y en el que te permites alguna que otra licencia.
Existen una serie de razones psicológicas para no saltarse el desayuno, e incluso para disfrutar de él. Descubre por qué es tan importante como conveniente desayunar, sobre todo si está dentro de tus hábitos de alimentación.
Estamos hartos de escuchar y de leer acerca de las bondades que aporta el desayuno a nuestra vida: “que si es la comida más importante del día”, “que si es el combustible para poder rendir”, o “que si lejos de adelgazar, saltarse el desayuno engorda”. Pero, ¿qué ocurre con el aspecto psicológico de la primera comida del día? ¿Puede el desayuno afectar a nuestro estado de ánimo? La respuesta es sí: la falta de energía influye en la concentración y el rendimiento intelectual, pero también puede afectar a nuestro humor.
Para entenderlo, basta imaginar cómo nos sentimos cuando tenemos hambre: además de malhumorados, la sensación del estómago vacío puede generar agresividad. Y la atención deja de focalizarse en otra cosa que no sea la pura necesidad biológica de saciar el apetito.
Últimamente se han puesto de moda las dietas cada vez más extravagantes. Algunas, como la keto, abogan por hincharse a grasa para adelgazar. Otras apuestan por hacer un ayuno intermitente y controlado, más conocido como fasting. En esta última moda dietética, que pasa por dejar de comer durante intervalos largos de tiempo, el desayuno suele salir muy mal parado. Sin duda, la primera comida del día puede ser una de las más fáciles de suprimir, cuando la idea es pasar 12 ó hasta 16 horas sin ingerir alimento.
Sin embargo, a nivel psicológico, el potenciar la sensación de hambre para adelgazar también puede generar el efecto contrario, y provocar el que comamos todavía más a posteriori. Aunque hay debate, a nivel psicológico, no existe ninguna duda: el ayuno, y las dietas, en general, generan una excesiva focalización en el hecho de comer, que puede pasarnos factura.
Esta ansiedad alimentaria acerca de cuándo toca la próxima comida puede hacer que la persona se sienta mal anímicamente y que pierda concentración en el trabajo o en sus actividades diarias. Como resultado, también podrían verse afectadas sus relaciones personales e incluso sus obligaciones laborales. Sucederá así por lo menos al principio, y hasta que el cuerpo se acostumbre a prescindir de un hábito tan adquirido como el desayuno.
Por su parte, entre las principales consecuencias negativas de no desayunar esgrimidas por los nutricionistas, destaca la sensación de cansancio. Además de relacionarse con los malos hábitos nutricionales. Ejemplo de ello es el comer más de la cuenta posteriormente durante el día, asumiendo el riesgo de darnos algún atracón no precisamente sano. Y tras hacerlo, entra de nuevo la variable psicológica, cuando esto nos genera un posterior sentimiento de culpa. Por no hablar de cómo hace que no se active el tránsito intestinal, pudiendo generar un estreñimiento y mal humor que va en detrimento de las relaciones sociales.
Tras levantarse, hay quien lee el periódico o pone la radio; algunos prefieren el silencio monacal y no permiten que nadie les hable antes de tomar un café. Unos y otros tienen en común el utilizar el desayuno, aunque sea apenas un café, como momento de recogimiento para estructurar ideas y repasar la agenda y las actividades programadas para ese día. En este sentido, el primer café de la mañana puede suponer una ocasión de oro para plantearse mentalmente los objetivos diarios. Es el momento de mayor frescura mental para casi todos nosotros.
Al hilo del despertar de las ideas, las personas somos animales de costumbres, y los que suelen desayunar no saben pasar sin ello. No se trata sólo de una cuestión de hambre, sino de la necesidad de arrancar la jornada con una rutina que nos funcione y nos dé seguridad para afrontar el día sin sorpresas.
En resumen, no interesa saltarte el desayuno por los siguientes motivos:
Además de sus aspectos dietéticos, debemos señalar los matices sensoriales de éste: cómo nos hace sentir, o qué nos aporta el primer café de la mañana. Cada uno vincula el desayuno a algo muy concreto, generalmente otorgándole carácter festivo cuando se presenta la ocasión. ¿Acaso hacemos el mismo desayuno los festivos que durante la jornada laboral? ¿Por qué fantaseamos con desayunos románticos, o disfrutamos tanto de los buffets cuando vamos de viaje? Disfrutemos, pues, de la primera comida del día. No como si fuera la última, pero sí otorgándola un poco de atención y la importancia que merece para que nuestros días sean más felices y cundan mejor.
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