Hace dos días recibí en la consulta a una de mis pacientes, embarazadísima futura mamá, ya fuera de cuentas, que contra todo pronóstico no solo no había cancelado su última cita, sino que había llamado por teléfono días antes de su fecha soñada solicitando otra cita más, y especificando que si tenía que cancelar sería ya por motivos de fuerza mayor… No fue el caso. Su niña se retrasó, y nos permitió vernos una vez más antes de su nacimiento. Me encantó verla. No porque ella me necesitara, aunque estoy segura de que las sesión le fue de utilidad, sino porque me permitió comprobar su fortaleza emocional y su resiliencia a la hora de hacer frente a una situación por la que jamás debería haber pasado y que, como muchas de las situaciones que descubro en la consulta, considero profundamente injusta.
Ella, como otras madres, había buscado la maternidad con decisión y afrontado la expectativa con inquietud e ilusión a partes iguales. No por deseada la maternidad, especialmente cuando se es primeriza, deja de abrir incógnitas que a nuestra mente le cuesta mucho resolver… «¿Seré una buena mamá?¿Estaré a la altura de las circunstancias? ¿Sabré hacerlo bien?».
Además o incluso por encima de todas las cuestiones técnicas a las que una mamá ha de enfrentarse por primera vez, el cambio de vida puede resultar abrumador. Y se habla demasiado poco de todos los miedos que, una vez se ha tomado la decisión de ser madre, se siguen arrastrando a lo largo de todo el embarazo, y que a la mujer le causan una innecesaria ansiedad que viene a sumarse a otras muchas incomodidades a incertidumbres que acompañan al periodo de gestación. ¿Por qué cargarse con más preocupaciones innecesarias? Pues porque, en efecto, es complicado colocarse en un rol que nunca se ha ejercido antes, y con tales cargas de responsabilidad asociadas.
En el caso de ella, que ya estaba conmigo en terapia cuando se quedó embarazada, no le dedicamos más de una o dos sesiones que le ayudaran a recomponerse, colocarse en su enfoque más racional, confiar en su capacidad tanto para asumir responsabilidades como para resolver problemas, y descartar las emociones que eran solo el producto de una mente única como la nuestra, capaz de distorsionar la realidad en nuestro propio detrimento.
Sin embargo, habían sido otros los que la habían hecho caer en un estado de indefensión y miedo, no pudiendo razonar más que en términos de anticipaciones de futuro catastrofistas, ¡y a tan solo unos pocos días de dar a luz! Padres y madres, tíos y tías, primos… Todos están inquietos y proyectan hacia fuera esa ansiedad. Nos sentimos vulnerables y estamos expuestos a la influencia de multitud de opiniones y comentarios, desafortunados o sencillamente inoportunos, que pueden debilitarnos en cualquier momento. pero, por encima de todo, la pareja es una de las mejores figuras en las que en este tipo de situaciones podemos apoyarnos. En el caso que tenemos entre manos, la pareja avistaba crisis…
¿Por qué es tan habitual que la llegada de un bebé, y más del primero, provoque una crisis en la relación de pareja? Pues porque esta situación es sinónimo de CAMBIO, y a los seres humanos nos cuesta muchas veces adaptarnos al cambio… Todo proceso de cambio implica enfrentarse a nuevas demandas por parte del entorno, estresores psicológicos puros y duros, nuevos requerimientos que nos obligan a ofrecer nuevas respuestas, situaciones cambiantes a las que hemos de adaptarnos con flexibilidad de la mejor manera posible.
Y cómo nos adaptemos a las nuevas situaciones depende de nuestra capacidad para ser flexibles, del nivel de estrés que experimentemos (¡ojo aquí con que el estrés se torne en ansiedad cuando ya nos sintamos desbordados, excesivamente temerosos o incapaces de hacerle frente a la vida!), de nuestros recursos para la solución de problemas y también de los apoyos de los que dispongamos. Por eso es importante tener en cuenta cómo estaba marchando al pareja antes de esta situación. Cuanto mejor ajuste hubiésemos alcanzado, en mejor disposición estaremos para superar con éxito esta situación crítica.
Por eso la fórmula no es ni más ni menos que la siguiente, complicada a pesar de su aparente simplicidad… Apóyate en la pareja y busca su ayuda, sí, pero solo desde las siguientes premisas que ambos debéis tener bien claras y, por qué no, también consensuadas de manera explícita:
Así que, mamá primeriza, sí, puedes liberarte de las dudas que otros se atrevan a deposar sobre ti, apóyate en tu entorno mas seguro y limítate a observar las cosas en su esencia. Sí, serás capaz de hacerlo, porque desde que el mundo es mundo dispones de millones de millones de ejemplos que así lo atestiguan, y porque dispondrás de la humildad suficiente como para pedir ayuda cuando te sientas confusa o desbordada (recuerda que hay personas a las que es recomendable pedir ayuda, y otras a las que no).
Sí, estás ya preparada, o al menos todo lo preparada que puede una estar y el hecho de que te hagas estas preguntas representa en sí misma la evidencia más clara de que esto te importa, te has informado sobre ello y has hecho todo lo poco o lo mucho que estaba en tu mano para poder anticipar tu nueva situación. Y con tu ilusión y buena disposición sí, te bastas y te sobras, porque estos dos componentes motivacionales sí son relevantes y representan la base sobre la cual involucrarte en todas las tareas que están por llegar sin poner el peso en aquello a lo que renuncias, sino mas bien en aquello hacia lo que caminas.
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