¿Por qué a los niños les obsesiona la popularidad en el colegio?
Casi todos los adolescentes sueñan con alcanzar la popularidad o la aprobación de los niños más populares.
La popularidad no es patrimonio exclusivo de las películas de instituto americanas, sino que preocupa a casi todos los niños y adolescentes. A partir de los 9 ó 10 años, y recién alcanzada la pre-pubertad, niños y niñas comenzarán a experimentar con el poder social que se puede alcanzar a través de la popularidad. ¿Debemos corregirlo? ¿Es una reacción normal? ¿Por qué la popularidad es tan importante para ellos?
Con el curso recién arrancado resurgen las inquietudes más habituales entre los niños en edad escolar: “¿Qué tal me irá este año?”, se preguntan. Pues bien, lo que motiva su ansiedad no suele ser precisamente lo académico, sino lo social. Según sea cada niño y sus experiencias sociales anteriores, la pregunta variará ligeramente, pero siempre tiene detrás el miedo a un posible rechazo de su grupo. Esta preocupación en forma de amenaza potencial, que siempre estará presente a lo largo de toda la etapa de escolarización, siempre será más acusada al comienzo de curso, sobre todo si ha habido un cambio de colegio.
¿Qué hay detrás de la popularidad?
El diccionario de la real academia se refiere a la popularidad como el hecho de recibir la aceptación y el aplauso de los demás. Pero desde la sociología se concibe como un fenómeno mucho más complejo. Desde esta ciencia social, definen la popularidad en términos de agrado, atracción, dominio y superioridad. Y, aunque puede referirse también a conceptos o a ideas, cuando nos referimos a la popularidad de una persona o popularidad interpersonal, la influencia ejercida sobre los demás tiene un papel importante.
Desear agradar a los demás y ser aceptado es una cualidad no sólo lícita y aceptable, sino muy deseable. Y lo es porque tiene que ver con la autoestima. O lo que es lo mismo: con el amor hacia nosotros mismos. Tengamos en cuenta que las personas somos seres familiares, y como tales, buscamos desde nuestro nacimiento la pertenencia a una comunidad o a determinados grupos sociales. Estos comienzan en la familia, pero no se agotan ahí. En este sentido, el colegio y los iguales se convierten pronto en uno de los grupos sociales más relevantes en la vida del niño.
La búsqueda de aceptación es una respuesta adaptativa
Por todo ello no debemos juzgar nunca a la ligera las preocupaciones de nuestro hijo en cuanto a su socialización, ni pensar que es frívolo o superficial el hecho de que le interese o sueñe con ser popular en el entorno de su clase y su colegio. Detrás de este deseo de popularidad se encuentra, pues, un instinto de adaptación y supervivencia a través de la integración en el grupo.
En este sentido, el deseo de la pertenencia al grupo y su aceptación se entiende como una función biológica con una funcionalidad adaptativa. Sin embargo, con la popularidad hay que matizar, porque va un paso más allá de la aceptación. La popularidad interpersonal se centra más en la percepción colectiva del individuo dentro del grupo, para bien o para mal.
Hay distintos tipos de popularidad
A lo largo de los años el concepto y definición de popularidad ha ido variando. Ejemplo de ello es que antes se relacionaba con agradar a los demás. Sin embargo, hoy se sabe que, en el contexto del colegio, no siempre los niños más populares son los más queridos. La popularidad en la escuela puede tener dos caras, y de hecho debemos hablar de dos tipos:
- Popularidad sociométrica: Esta se define por la afinidad o el agrado que se presenta hacia una determinada figura del grupo. Los niños más populares a nivel de test sociométrico son empáticos y conocidos por sus habilidades sociales y disponibilidad para cooperar. Son los niños que gustan a los demás y que caen simpáticos porque dan seguridad y confianza.
- Popularidad percibida: Al contrario de lo que sucede en la popularidad a nivel sociométrico, la popularidad percibida se aleja de los comportamientos prosociales de ayuda y cooperación. En este caso, en cambio, hablamos de una popularidad más relacionada con la agresión y con el dominio. Los abusones o bully son un ejemplo de niños populares, al ser muy notables. Sin embargo, no tienen el afecto de sus compañeros al asediar y acosar a sus compañeros.
¿Qué debemos hacer los padres?
El papel de los padres en cuanto al asunto de la popularidad de sus hijos y de que sean más o menos conocidos, más o menos “admirados”, o simplemente aceptados, debe venir impuesto por el sentido común y por la empatía. Es decir, los padres debemos mantener los ojos abiertos y darle la importancia que merece, siempre a demanda de las necesidades del niño, y a través del diálogo:
- Si este se siente rechazado por su grupo, habrá que preguntarse por qué sucede y cuál es el origen. Si se trata de acoso escolar, aunque sea por omisión de atención y porque le dejen de lado a la hora de hacer equipos o de acudir a fiestas de cumpleaños, habrá que intervenir y hablar con el colegio.
- Cuando las dificultades de integración vengan derivadas de algún tipo de problema o necesidad especial, será muy conveniente gestionar el asunto con el niño en casa, explicándole las cosas de acuerdo a su entendimiento, y siempre desde la aceptación incondicional. En ocasiones será conveniente recurrir a la ayuda profesional para que le dote de aquellas habilidades sociales en las que falle, con pautas más precisas y dentro de un programa hecho para él.
Se puede acudir a un profesional dependiendo del caso
- Si notamos que, por el contrario, nuestro hijo es una auténtica celebridad y un líder natural con mucha influencia en los demás niños, deberemos ayudarlo a que use ese poder de forma positiva, con humildad y sin que se le suba a la cabeza.
- Si la popularidad de nuestro hijo se ha alcanzado en el peor de los sentidos posibles, y resulta que es un niño abusón o bully, deberemos tratar sus problemas de conducta desde casa: esto implicará inculcar valores positivos, empatía, y rechazar enérgicamente cualquier viso de abuso y agresión ante los más débiles. Cuando estamos en este punto lo mejor será acudir a un psicólogo infantil que analice las cosas desde la objetividad y sabiendo lo que hace.
En cuando a los profesores y educadores, estos siempre deben enfatizar el valor de adquirir la notoriedad de los demás a razón de mantener cualidades y comportamientos positivos, y no por mostrarse dominantes o conflictivos. En cuanto a los niños líderes naturales, jamás deben castigarlos por brillar ante los demás, ni otorgarles una responsabilidad que no les corresponde por edad, sólo por ser capaces de influir a los demás. Al fin y al cabo, no dejan de ser niños. Podrán ayudar, pero la obligación de educar e instruir le corresponde al adulto.