Es posible que aun no hayas oído hablar del poliamor, pero es solo cuestión de tiempo. Te guste o no el poliamor es una tendencia en alza y tarde o temprano vas a tener que lidiar con este concepto y todas sus implicaciones. Más nos vale estar preparados. ¿Qué es exactamente el poliamor?
Según sus defensores el poliamor consiste en amar a más de una persona a la vez, sin límite cuantificable, entendiendo que las dos partes están de acuerdo y lo han consensuado claramente. El poliamor no es infidelidad: parte de un consentimiento cuya ética no se concibe si ambos no han sido previamente bien informados. El poliamor es igualitario en tanto en cuanto las reglas son generalizadas, sin distinción alguna de género. Y no ha lugar a considerarlo poligamia puesto que no parte del matrimonio ni del compromiso asociado, solo de la libertad para establecer relación con más de un amante de manera simultánea.
Tampoco se trata de un intercambio de parejas, primero porque es una elección individual, y segundo porque ninguna pareja de las que practica el poliamor es prioritaria o principal o más estable con respecto a las demás. En definitiva, el poliamor se presenta como una opción de libre elección tan respetable como la monogamia, para personas que en la monogamia no encuentran la manera de satisfacer por completo sus necesidades afectivas o sexuales.
Por un lado, están quienes lo rechazan frontalmente por el mero hecho de considerarlo una especie de poligamia, aquellos que lo consideran una soberana estupidez y tampoco se han parado a analizar este concepto con detenimiento. Ellos hablan de una licencia para la infidelidad, de una falta total de escrúpulos y de una especie de infidelidad consentida entre quienes no cuentan con el sentido de la responsabilidad o la convicción suficientes como para comprometerse con una pareja y, en última instancia, no cuentan con la madurez evolutiva necesaria como para comprometerse con un proyecto de vida y de futuro compartido con una pareja y vinculado a la construcción de una identidad familiar.
Por otro lado, están quienes se han acercado a este concepto de poliamor con una mirada escéptica pero a la vez abierta y han criticado su puesta en escena por aderezarse de connotaciones (casi) mercantilistas. Argumentan que tras el poliamor se esconde una suerte de contrato neoliberal mediante el cual una persona estipula, a modo de cláusulas, los aspectos que acepta y rechaza del otro, aquello de lo que se responsabiliza, y aquello de lo que no. Como si pudiésemos consumir algunos aspectos de las personas, los que consideramos más deseables o pertinentes en cada momento, y dejar de lado aquellos que no nos interesan en absoluto.
El interés por el otro habría dejado de ser holístico e integral, así como la empatía, la tolerancia, la solidaridad y la aceptación habrían perdido todo su valor como herramientas imprescindible para la construcción de una sana vinculación emocional con el otro. La principal crítica al poliamor, desde este enfoque, se desprende de su misma base: si todo parte del establecimiento de un contrato, entonces quienes sean capaces de negociar mejor, triunfarían mas. Puro capitalismo, la ley del más fuerte.
Curiosas y paradójicas críticas, teniendo en cuenta que quienes defienden el poliamor apelan precisamente al respeto por el otro como base fundamental del establecimiento de este tipo de relaciones.
Además, y como apunte psicológico- científico, cabe destacar que las teorías más biologicistas acerca del amor nos dicen que para un organismo cualquiera no es biológicamente posible estar enamorado de dos individuos a la vez. Se puede querer, amar, desear y admirar a dos, tres y muchas más personas a la vez, pero no se puede experimentar esa activación fisiológica característica de la fase de enamoramiento (entendido el enamoramiento en su concepción más pura, ese que dura tan solo unos meses y que nos coloca en una posición de cuasi enajenación mental transitoria) hacia más de una persona de manera simultánea.
¿Será entonces que el poliamor dura solo hasta que uno encuentra el amor? ¿Será que sirve de entretenimiento mientras aquél que es el verdadero objeto de nuestro deseo no termina de correspondernos? ¿Será el poliamor la adaptación “lógica” de nuestro mundo afectivo al capitalismo imperante? Queda abierto el debate.
Hasta donde yo (por mi experiencia) puedo leer, la mayor parte de las historias de poliamor que he tenido ocasión de conocer en la consulta han tenido los días contados. Otras, en honor a la verdad, siguen funcionando a día de hoy. No critico pero sí constato: bajo el manto del poliamor he observado que es más fácil que se oculten historias de dominación o, cuanto menos, historias de falso amor mediadas por la manipulación. Es decir, historias de desigualdad en las que uno de los dos transige más de lo que quisiera con tal de no perder el acceso a ese otro al que ama de manera no exactamente o igualitariamente correspondida, sin completa reciprocidad.
En esas historias, uno de los dos alimenta su ego y saca el máximo provecho (normalmente como medicina frente a la soledad a favor del divertimento y del placer sexual) del otro. No tiene en cuenta que el otro ha depositado sobre él una serie de emociones e ilusiones que no reflejan ninguna aspiración transitoria, al contrario, se trata de una buena carga de expectativas y deseos de futuro. En la falsa ignorancia de lo obvio está el abuso: “Si yo sé qué es lo que verdaderamente sientes por mí, soy en cierta medida responsable de alimentarlo para otros fines”.
Quizá he dado más con el poliamor mal entendido que con el poliamor en sí mismo. Ya se sabe que en todo los ámbitos se detectan ovejas negras que se aprovechan de las circunstancias y juegan con las reglas como mejor les conviene.
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